Comienzo del Prólogo de Ortega y Gasset (2° parte)

La ley natural

Como la naturaleza no contrata abogados ni acude a los tribunales, el hombre solo entiende por ley todo aquello que se refiere a la relación del individuo con la justicia humana.  Las relaciones del ser humano con la naturaleza y sus leyes, las considera simplemente como “fenómenos” no claramente definidos a los que podemos, arrogante e irresponsablemente manipular a nuestro antojo. 

Los conocimientos actuales nos indican que la naturaleza no se rige por fantasías extravagantes o emocionalismos sensibleros sino por leyes concretas, muchas de las cuales, por ser universales o cósmicas, desafortunadamente hacen sentir sus efectos sutilmente y tan solo en el largo plazo. 

Algunas de estas leyes nos son parcialmente conocidas y otras, las más, aun nos faltan conocer.

Como sucede con todas las cosas de la Creación las leyes naturales se enuclean dentro la Soberana Ley Natural de la cual los cazadores, por razones de participación naturalista activa, no pueden ignorar.  Veamos la más esencial.

En lo que respecta a lo viviente, la vida se rige por tres de esas leyes fundamentales: nacimiento, conservación y muerte.

Si los nacimientos superan a las muertes la especie crece, se expande y se irradia ocupando distintas geografías.  Sin duda, aquí estamos en presencia de una especie exitosa. Ese es el caso precisamente, del hombre actual. 

Si la mortandad supera a la procreación la especie se retrae, disminuyen sus individuos o entra en la peligrosa zona roja de la extinción.  Es el caso de las tantas especies que hoy mencionan los zoólogos y conservacionistas. 

Cuando nacimientos y muertes se equilibran, la especie se estabiliza y se conserva dentro de una dinámica equilibrada en lo que ecológicamente se conoce como la ley del homeostasis.

Estas son las tres posibilidades que le ofrece la naturaleza a las poblaciones y a los individuos vivientes que la componen.  A eso la sociobiología la denomina dinámica de poblaciones, y siendo el cazador, una de las piezas involucradas en esa cadena, no puede menos que conocer estos principios fundamentales para no cometer abusos depredadores o errores de interpretación.

Nace así una ley simple y no escrita, pero de fundamental importancia para el mundo de la caza. Esa ley proclama: SE CAZA LO QUE ABUNDA Y SE CONSERVA LO QUE ESCASEA.

Al hombre urbano se le pueden permitir algunos de esos errores de interpretación sobre este axioma, pero esas equivocaciones resultan inadmisibles en el cazador moderno porque se supone, que teniendo este, la franquicia de cazar,  debe saber el que, el como  y el cuanto del cazar y respetar  no solo las leyes de fauna dictadas por la sociedad  sino también  esas otras  leyes naturales mencionadas y no claramente precisadas pero evidentes, que lo obligan a actuar responsable y adecuadamente en el entorno ecológico donde debe desarrollar su actividad preferida. En esa ley no escrita, están fijadas a fuego, las claves del moderno conservacionismo.

Sin embargo, este principio tiene sus bemoles.  Una especie puede pasar sucesivamente de abundar a escasear o viceversa. Frente a esto, lo que debe importarle a nuestro cazador es, en el aquí y ahora, la condición actual por la que está pasando la especie o la población local en el campo cinegético donde el debe actuar. 

Como dijimos recién, lo que otrora abundaba y hoy puede escasea: o se limita o bien se prohíbe obligándonos así, a abstenernos.

Es indispensable también que los que legislan sobre fauna tengan claro este diagnostico y que no perpetúen leyes burocráticas estáticas a contrapelo de esa dinámica poblacional siempre cambiante y oscilante; ley que exige un permanentemente monitoreo sobre el terreno.  

Afortunadamente hemos visto que especies de caza antes escasas, gracias a un correcto manejo se han vuelto abundantes a punto tal que en algunos casos hasta es posible abrir ciertos cupos de caza algo que antes era impensable obtener.   Esa es la parte positiva del conservacionismo.

Es por esa razón, que se vuelva indispensable que el moderno cazador sepa abstenerse de cazar ilegalmente “el fruto prohibido” que escasea pues queda la posibilidad de que al vencer la tentación algún día podrá tener acceso a la misma sin necesidad de recurrir a procedimientos ilegales.  Todo dependerá del entusiasmo, la buena voluntad y el empeño con que colabore la comunidad cazadora en el logro de ese objetivo.

Hay una segunda ley: la Ley del Vitalismo, que dice que toda especie tiende a expandirse hasta donde se lo permite el medio, alcanzado ese límite, se estabiliza y si el medio cambia, puede disminuir o desaparecer según sea la intensidad de la crisis.

Es bueno recordar que además, las especies no son más que un conjunto de individuos.  Algo así como un individuo supernumerario al que le caben los mismos principios que al único ejemplar.

Las especies también pueden envejecer en el tiempo, perder vitalidad y desaparecer igual que cualquier otro individuo, la única diferencia en este concepto, es que lo hacen en cientos o miles de años, o sea, a mucho más largo plazo. Según lo que dicen Ares y Apesteguia, el promedio de supervivencia de una especie se calcula en cuatro millones de años de modo que al igual que los individuos, en un futuro lejano queda la posibilidad que recorrerán ese mismo camino, pero hablamos de promedios.

Eso también hay que saberlo por cuanto hay especies más viejas que otras. A modo de ejemplo, en este preciso momento los virus y las bacterias cabal expresión de las más primitivas formas de vida, hoy están tan vigentes como cuando apareció la vida en la tierra, de modo que debemos prever y diagnosticar en lo posible, el tiempo que puede perdurar cada especie.

La biología está llena de toda esta clase de testimonios y los apóstoles conservacionistas emocionales que le echan la culpa al cazador de todo lo que desaparece deberían reflexionar sobre este tema.  

La ley universal de la predación

Los individuos y las especies pueden desaparecer por: cataclismos, accidentes ambiéntales, vejez o enfermedades, pero en los animales hay una cuarta causa: la predación.

A excepción del hombre, los componentes de una misma especie animal muy raramente se predan entre si. Son otras las especies   que comúnmente se especializan en predarlas. A los animales que se trasforman en victimas generalmente los llamamos predados y a los que se sirven de ellas los conocemos como predadores: pero los predados no se quedan de brazos cruzados esperando patéticamente su final.  Eso solo se da en el caso de especies precisamente envejecidas que han perdido su capacidad de adaptación y no son capaces de modificar sus conductas a los nuevos desafíos.

Las especies de predados sanas y vigorosas elaboran sus propias estrategias de supervivencia estableciéndose así, desde la noche de los tiempos, una lucha finisecular entre predados y predadores donde nadie se saca ventaja. 

Nadie se escapa de este destino: incluso los mas agresivos predadores (especialmente sus crías) son predados por otros predadores con lo cual LA PREDACION TOMA LA DIMENSION DE OTRA DE LAS TANTAS LEYES UNIVERSALES antes comentadas. Casi se podría decir que AHÍ DONDE HAY VIDA YA HAY TAMBIEN PREDACION Y MUERTE.

Desde el principio de la vida, incluyendo las especies mas primitivas de que se tenga conocimiento, siempre hubo un predador /cazador al acecho para servirse de ella.

Se preda en el aire, en los mares y en la tierra, no hay un solo lugar en este planeta donde no haya un predador agazapado esperando su oportunidad. Y hago especial hincapié en el término predador /cazador porque a lo largo de todos los tiempos y en todos los ecosistemas lo predadores para satisfacer sus necesidades vitales se valieron de de tres estrategias propias de la caza: la búsqueda, el acoso o el acecho.

Exactamente igual a las estrategias que hoy utiliza el cazador moderno. Quiere decir que la ley universal nos lleva siempre al mismo punto, la caza es siempre lo mismo: ahí no hay nada por descubrir. Es esta, por lo tanto, una de las tantas formas de visualizar la mismidad de la caza.

LA MUERTE, COMO FENOMENO VITAL, REGULA LAS POBLACIONES DANDO OPORTUNIDAD A QUE NUEVOS INDIVIDUOS CADA VEZ MAS PERFECCIONADOS OCUPEN EL LUGAR PARA SALVAGUARDAR SU ESPECIE: A ESO SE LE LLAMA LA LEY DE LA REGENERACION. Tema del cual luego nos referiremos.

La muerte, la caza, la predación y la depredación

De las cuatro causas de muerte: el accidente, la vejez, la enfermedad y los cambios climáticos no forman parte de nuestro estudio, pero la enfermedad y la predación si interesa, porque esta última actúa como “purificador” biológico. 

La enfermedad o las fallas genéticas, fatalmente segregan los organismos fallidos y es precisamente el predador quien percibe esas falencias a veces en forma tan sutil, que, en ocasiones, el ojo humano no alcanza a percibirlo. 

Una sola deficiencia, una sola falla en los reflejos, una vacilación en la huida o un solo error en la conducta anti predatoria es suficiente para que el predador se cobre su victima.

La ley natural se vale de todos estos elementos para 1) reducir las poblaciones descontroladas ya que allí, donde se concentra gran cantidad de herbívoros, aparece también un numero creciente de predadores y 2) para mejorar la calidad de las especies predadas, ya que el predador en la mayoría de los casos ataca animales: lastimados, enfermos, viejos o juveniles sin experiencia (recuerden el párrafo donde se comentaron los errores de aprendizaje y la falta de experiencia). A pesar de este accionar, los predadores nunca pueden exterminar una especie de predados sana, vigorosa, y de óptima fecundidad.  A lo sumo la ralean porque cuando la predación se vuelve intensa los predados emigran buscando lugares mas seguros.

Provistos de estos argumentos, sigamos ahora la temática del rol que jugo el hombre en esa naturaleza prístina.

Las cadenas tróficas

La ecología divide las criaturas del reino animal en consumidores primarios y consumidores secundarios, por supuesto que simplifico este tema hasta reducirlo a una clasificación elemental y grosera a la que solo recurro para que se tenga un panorama de lo que pretendo demostrar después.

Los consumidores primarios se valen de lo que produce el reino vegetal en sus más diversas formas.  Su importancia es fundamental porque SON EL PUENTE VITAL ENTRE DOS REINOS.  GRACIAS A ELLOS LO QUE PRODUCE EL REINO VEGETAL A TRAVES DEL PASTOREO Y EL RAMONEO, SE TRASFORMA EN PRODUCTO ANIMAL DEL CUAL SE VALEN LOS PREDADORES PARA SU PROPIA SUPERVIVENCIA.

PERO NOSOTROS COMO OMNIVOROS GOZAMOS DE AMBOS PRIVILEGIOS AL UNISONO.

Con este principio se cierra el primer eslabón de la cadena ecológica.  Ese producto animal elaborado por los herbívoros predados, a expensas de las materias vegetales, es a su vez aprovechado y trasformado en más producto animal por los consumidores secundarios: esos a los que denominamos carnívoros. De tal modo que el carnívoro come la carne que los herbívoros elaboraron comiendo vegetales y así si se cierra un fundamental circuito trófico.

Pero dentro de este esquema, aparece una tercera categoría de criaturas que se valen alternativamente de ambas fuentes: lo que aporta el vegetal y lo que aporta el animal, estando facultadas así a aprovechar lo mejor de cada recurso para poder así aprovechar integralmente todo lo que ofrece la naturaleza para reforzar su supervivencia, y esa es una ventaja fundamental.

A esas especies las llamamos omnívoras y dentro de ese tercer modelo, aparece como figura descollante nuestra propia especie que es a su vez cazadora por ser predadora y recolectora por ser vegetariana.  

De esto se desprende que el hombre no es un carnívoro altamente especializado sino un carnívoro circunstancial y oportunista algo que la historia evolutiva de la humanidad ha reconocido desde el primer momento.

A lo largo de su historia ese hombre carnívoro casi invariablemente se dedico predar herbívoros, esa fue su fijación, o como se dice hoy día, esas fueron sus especies target.

Desde el pequeño roedor hasta el gigantesco mamut todos los herbívoros pasaron por su aparato digestivo y esta pauta es casi tan invariable, que el lenguaje popular termino reconociéndolos como “animales de caza”. 

Pero fuera de estos “animales de caza” el primitivo homo sapiens incursionó también sobre los predadores cuando estos amenazaban sus ganados o su propia existencia, en otras palabras, cuando estos hacían peligrar sus intereses más íntimos. De modo que, como predador, puede también predar sobre sus más feroces enemigos, los grandes predadores carnívoros y de esa forma, homo sapiens ya no es un predador cualquiera: al cazar tanto herbívoros como carnívoros SE VUELVE UN SUPER PREDADOR y eso lo ubica en lo más alto de la pirámide biológica, hecho que ha perdurado hasta nuestros días.

Es concluyente entonces razonar que EL HOMBRE FUE PREDADOR/CAZADOR OPORTUNISTA POR UN MANDATO DE LA LEY NATURAL.  Pero al llegar a esta conclusión, aparece una curiosa novedad.

Son pocos los que se refieren al hombre como un predador, quizás porque al hacerlo, nos incomoda vernos incluidos en lo más feroz y tenebroso de lo que nosotros creemos erróneamente que tiene el reino animal. Será por eso, quizás, que para disimular este incordio y para darle más elegancia a esa palabra molesta, la sociedad invento la palabra caza y desde ese entonces, A LA PREDACION HUMANA LA LLAMAMOS CAZA Y AL QUE SE OCUPA DE PREDAR LE LLAMAMOS CAZADOR.

Aclarada la idea de que CAZAR ES UN ACTO PREDATORIO NATURAL, sin embargo, no le corresponde al hombre, la franquicia de depredar irresponsable y arbitrariamente. Cualesquiera que sean los argumentos que invoque, ya sean estos intereses de índole económica, o de pura presión psicológica encubierta bajo la forma de pasiones descontroladas y desprovistas de toda razón, EL HOMBRE PUEDE SER PREDADOR, PERO NO PUEDE SER UN DEPREDADOR.

CAZAR NO ES DEPREDAR. La diferencia entre predar y depredar es determinante porque ESTA ULTIMA FORMA DE CAZAR YA NO PASA POR EL MANDATO DE LA SOBERANA LEY NATURAL.

Los animales predadores no depredan masivamente y sistemáticamente, el único que lo hace de esa forma es el hombre, y ya resueltos a usar definitivamente el término cazar, DEBEMOS ACLARAR ENTONCES, QUE TANTO A LOS ANIMALES COMO A LOS HOMBRES LES ES LICITO CAZAR, PERO NO DEPREDAR SOBRECAZANDO. Las culturas paleolíticas ya conocían este principio y solo se valían de de la caza para asegurar la supervivencia.  Sabían además que se podían utilizar ciertos individuos de la especie elegida, pero que esta, debía conservarse sana y numerosa para asegurar la continuidad de su supervivencia.  Valiéndose de tabúes y amenazas supersticiosas, reglamentaban así y a su manera LA LEY DEL ABUSO. De ahí que muchas de estas culturas establecieran un vinculo indisoluble con el animal proveedor considerándoselo animal sagrado.

EN EL CASO DEL HOMBRE MODERNO, HOY CONSIDEADO LA CRIATURA SUPREMA DE LA NATURALEZA, LO QUE MARCA LA DIFERENCIA Y FIJA EL LIMITE QUE SEPARA LA PREDACION DE LA DEPREDACION SON LAS LEYES CINEGETICAS Y LOS VALORES ETICOS. Esos son los códigos que deben primar en su conciencia mas íntima para evitar el desborde, porque no debemos olvidar, que ESE HOMBRE ES UN ANIMAL ETICO y de eso, nos hablara Ortega y Gasset en el prólogo.

La tecnología y la filosofía en el mundo de la caza

En este paréntesis he esbozado algunos de los argumentos por la cual la caza nos mueve a su práctica.  Como bien notara el lector, el enfoque que elegí y el escenario propuesto, se centra más en argumentos biológicos de sesgo cientificista basados en la filosofía y en la ética que nos propone Ortega.

Lo que sucede, es que la sociedad moderna prefiere moverse dentro de los escuetos planos científicos. Hoy predomina una ideología y un vocabulario tecnológico/ cientificista, y por lo tanto el hombre razona y se siente más cómodo manejando esos términos.  Lo ético y lo filosófico lamentablemente no atrapan tanto como en la época que Ortega escribió su prologo por eso creí   necesario actualizar el mensaje.

Como la caza no es un ejercicio teórico, el cazador exige cada vez mas resultados concretos y los modernos conocimientos científicos ayudan a esos logros, pero si vaciamos a la caza de su razón de ser, si prescindimos del contexto épico e ilusorio que contiene, si nos olvidamos de sus valores éticos, entonces la caza tecnológica se convierte automáticamente en un acto de matar o de acumular trofeos sin sentido. Por esa razón, la caza autentica nunca podrá prescindir de sus esencias éticas y filosóficas, y ese es uno de los más importantes aportes que le debemos a Ortega y Gasset en este prólogo.

La Mismidad de la caza segun Ortega y Gasset Por Juan F. Campomar