Comienzo del Prólogo de Ortega y Gasset

Por Juan Campomar

Habiendo tomado la decisión de escribir sobre la caza, el autor se hace la pregunta fundamental que tantas veces también paso por mi mente. ¿Qué género de ocupación es esa?  ¿Que secreta pulsión eleva nuestras emociones al punto de llevarnos, en los momentos decisivos del lance, ¿al borde de la taquicardia?

La respuesta es clara.  No es una emoción cualquiera. Algo profundo se mueve ahí adentro. Lo importante es descubrir que es y en que consiste precisamente el intento de Ortega y Gasset a lo largo de varios pasajes del prologo para intentar descubrir las causas.

¿Es esta clase de emociones el descubrimiento de unos pocos maestros iniciáticos?  de ninguna manera, pues casi todos los cazadores de ley han pasado por esos trances, el tema de por si es tan conocido, que los norteamericanos lo denominan simplemente “buck fever”.

Las manos tiemblan, el rifle no se controla, el pulso se acelera y la respiración se agita, esa es la descripción simplificada del “buck fever” pero la pregunta clave ¿es de donde proviene tanta agitación?  ¿Que presión psicológica nos lleva a ese estado de cosas? Eso es precisamente lo que nos impide encontrar una respuesta simplista al tema de la caza y en eso consiste la mismidad de la caza.   Solamente profundizando en las raíces de la misma podremos exhumar parte del misterio por eso Ortega vuelve sobre su pregunta clave. “A lo largo de la Historia Universal, en todos los tiempos de que hay memoria, desde Sumeria y Acadia, y Asiria y el primer Imperio de Egipto, hasta la hora que hoy transcurre, ha habido siempre hombre, muchos hombres, de las mas variadas condiciones sociales, que se dedicaron a cazar por gusto, albedrío o afición. Visto en esto que es su autentica perspectiva, el tema de la caza se perhinche hasta adquirir enorme tamaño.  Por eso, con la conciencia de que es asunto mas peliagudo de lo que al pronto puede parecer, me preguntaba yo antes ¿Qué diablo de ocupación es esta de la caza?”

Esta pregunta punzante y a la vez inquietante tiene una sola respuesta. NOS ENCONTAMOS FRENTE A LA HISTORIA DE UNA DE LAS CULTURAS MAS ANTIGUAS QUE VIVIO LA HUMANIDAD por eso Ortega dice que la caza en sus esencias nunca puede cambiar.

La cultura cinegética

Para afirmar lo dicho, vemos que el tema es por demás complejo, la caza comienza desde la noche de los tiempos ya que siempre hubo seres vivientes que se nutrieron a expensas de otros seres vivientes para sobrevivir, originando así largas cadenas tróficas de predación para “cazar” – por así decirlo – a sus victimas. A esas conductas bien podemos considéralas como una autentica CAZA BIOLOGICA.

EL CAZAR HUMANO ES UNA CONTINUACION DE ESTA CADENA y comienza con nuestros primeros congeniares para luego identificarse plenamente con el hombre paleolítico que recurrió a ella para sobrevivir como cualquier otra especie animal, no hay duda de eso: de ahí la lucidez de Ortega cuando dice que la caza nos viene de la zoología.     Ya entrado en el neolítico agricultor, el hombre se vale de la caza solo como dieta complementaria de aquella nueva agricultura incipiente, para finalmente transformarse en pasatiempo placentero cuando entramos definitivamente en la Antigüedad.

Esta última etapa es el comienzo de una larga evolución, que llega hasta nuestros días bajo la forma de la caza deportiva tal como la practicamos hoy.

Para adentrarnos mejor en el tema y teniendo en cuenta lo que mencionamos recién, acerca de que la caza, es una de las más antiguas culturas de la humanidad se nos hace indispensable aclarar un poco que es lo que entendemos por cultura.

La cultura se basa en un conocimiento asentado sobre largas experiencias. Al pasar el tiempo acumulando experiencias, las pautas culturales del hombre se van consolidando, refinando y enriqueciendo ya que se trata de ideas activas consolidadas por largas experiencias vivenciales.    En otras palabras, son experiencias asentadas sobre los hechos y acontecimientos vividos y ampliados por ideas creativas y renovadoras: pero cultura es, además, comportamientos aprendidos y trasmitidos de generación en generación que al repetirse y consolidarse terminan generando una larga tradición que perdura en el tiempo conformando así definitivamente una pauta cultural.

La trasmisión cultural de la caza en sus orígenes fue puramente oral, pasaba de padres a hijos por medio de relatos en fogones y campamentos, luego se expande por medio de símbolos pictográficos en cavernas, después a través de la escritura en paredes, tumbas y palacios donde se relatan las hazañas del rey cazador para finalizar en los escritos y libros que desde la Edad Media llega a nuestros días. Sin embargo, cuesta creer que, en la era digital, todavía luego de una jornada de caza, en el fogón del campamento los cazadores volvamos a apelar al relato y al intercambio de experiencias con el mismo primitivismo y entusiasmo que hace veinte mil años atrás: y ese rito es el testimonio de lo que hace a la cultura y a la mismidad de la caza.

El hecho de describir experiencias cinegéticas por escrito – hecho que sucedió con la revolución de la imprenta – abrió las puertas a la historiografía cerrando así el circulo cultural de la oratoria ya que la cultura cinegética se manifiesta a partir de ahí escribiendo su historia y eso es lo que a través de este ensayo, Ortega y Gasset citando de tanto en tanto casos puntuales, me obliga a hacer lo mismo: al menos en parte. Se trata solo de una ampliación historiográfica parcial   para que se comprenda lo que hicieron esos muchos hombres de todos los tiempos y clases sociales.

Ese deseo de resguardar históricamente la caza, es el bien común asentado en pensamientos y propósitos afines, es lo que consolida una base cultural basada en ideas de progreso y acciones concretas que perduran en el tiempo.

A pesar de lo dicho, la caza sigue esperando a un historiador que se dedique a investigarla plenamente y en profundidad desde el mismo minuto que el hombre comenzó a practicarla. Así la entenderíamos mejor y mas esclarecidamente. Entremos ahora en el prologo.

CAZA Y FELICIDAD

 “Al animal no solo le es dada la vida, sino también el repertorio invariable de su conducta.  Sin intervención suya, los instintos le dan ya resuelto lo que va a hacer y evitar.  Su vida no ha estado nunca vacía.  Pero el hombre es un animal que perdió el sistema de sus instintos, o lo que es igual, que conserva de ellos solo residuos y muñones incapaces de imponerle un plan de comportamiento.”  “Tiene el mismo que inventarse sus quehaceres”

“La vida es breve y urgente y no hay mas remedio que escoger un programa de existencia, con exclusión de los restantes, renunciar a una cosa para poder ser otra; preferir unas ocupaciones a las demás. Ocupación es la vida como un espacio de tiempo que nuestros actos van llenando”

Este conjunto de ideas encierra dos claves distintas. En lo que respecta al tema de los instintos Ortega se expresa con las teorías propias de su época, pero hoy los etólogos y los neurólogos nos plantean las cosas de otra manera. Los instintos humanos no desaparecen solo se archivan en lo mas profundo del subconsciente tema del que después nos ocuparemos.

La discusión actual diverge entre los que opinan que la conducta animal responde a pautas instintivas estrictamente heredadas a lo largo de la evolución, y los que dicen que además de esas conductas innatas innegables, existen y se superponen, otras adquiridas por el aprendizaje directo a medida que el animal es presionado por múltiples circunstancias.    Se establecen entonces dos formas de comportamiento las innatas y las adquiridas.

Lo innato y lo adquirido

La capacidad de aprendizaje recorre la zoología de menor a mayor. Cuanto mas evolucionada es la especie tanto mayor es su desarrollo cerebral y consecuentemente mayor es su capacidad de aprender.  Siguiendo este razonamiento, la oruga es puro instinto, en tanto que el ciervo ya aprendió a desplegar varias estrategias de evasión a medida que es perseguido por los distintos predadores, en tanto que el chimpancé llega al extremo de elaborar por cuenta propia algunas rudimentarias herramientas, algo así como lo que hizo el hombre primigenio en los albores de su humanidad.

Lo innato y lo adquirido conviven dentro del mismo individuo a lo largo de toda la vida, en ocasiones se complementan y otras veces se contradicen originando conflictos y dudas.  La diferencia radica en que las conductas innatas pasan de un individuo a su descendencia como parte de su memoria filogenética (léase: la historia de su evolución) en tanto que las adquiridas generalmente mueren con el propio animal o en el mejor de los casos pasan solamente de la madre a su hijo y excepcionalmente al grupo que lo rodea.  Solo en los monos, y como excepción más que por regla, algunos simios trasmiten al grupo y a su descendencia, algún comportamiento novedoso y progresista.

La humanidad es la única de las especies que, a través del lenguaje, tiene la propiedad de trasmitir los conocimientos adquiridos de una generación a las siguientes conservándolos en la memoria primero y en la escritura después, de tal forma que lo aprendido perdure para siempre como una pauta cultural.

Esa peculiar característica, es la que ha contribuido al gran despegue del hombre sobre sus pares animales. Sin olvidar por otra parte, que esa acumulación cultural se debe básicamente al lenguaje articulado.

El hombre acumula aprendizajes sucesivos los animales no. El tigre siempre cazo y seguirá cazando de la misma forma, no hay variantes en su estilo, el hombre en cambio a través de su evolución fue transformando progresivamente su forma de cazar. Ahí radica la diferencia que nos marca Ortega entre el que todo lo recibe por instinto pero que poco puede cambiar en el futuro, y ese otro, que, a través del tiempo fue Inventando sus quehaceres reduciendo así su repertorio instintivo con tal de acumular y crear nuevos conocimientos intelectivos.

Es bueno tener en cuenta que el ser humano vive en tres dimensiones. El pasado, el presente y el futuro. Memoriza experiencias del pasado, las trae al presente y las proyecta al futuro por eso se pregunta quien soy, de donde vengo y hacia donde voy lo que proyectado al quehacer cinegético significa: fui cazador, lo sigo siendo y pienso seguir cazando. Los animales carecen de tales dimensiones. Solo viven en una dimensión del puro presente que marca la supervivencia del día a día. El tigre no sabe que sus ancestros cazaban igual que el ni que su futuro deberá seguir siendo el mismo hasta que la muerte lo sorprenda. Lo suyo es pura subsistencia.

Volviendo otra vez al tema de los instintos diré por experiencia, que, entre los animales de caza, es factible observar una transformación progresiva de lo innato a lo adquirido.  Veamos como sucede esta incipiente progresión que va ascendiendo en la escala zoológica.

La cría de un animal, nace provista de una serie de conductas innatas que contribuyen a su supervivencia, en esa etapa del desarrollo animal, todo es puro instinto y es la madre; a través de la educación, la única que puede aportar los conocimientos que su hijo debe asimilar para seguir prosperando. Claro esta que ese aprendizaje ya esta escrito en sus códigos genéticos, pero lo latente debe ser activado. Lo que nos resta saber es, en cada especie, cuales son los códigos presentes, cuales son los latentes y cuales son los que no se poseen y que se deben aprender.  Eso es quizás, la brecha que diferencia a una especie de la otra, y que es lo que marcara su futuro ascenso en la escala zoológica.

Llegado el destete, momento en que se rompe la relación madre/ hijo, el conjunto de conductas intuitivas no alcanza para el juvenil que ya no recibe la protección materna ni es resguardado por el clan que le ofreció su seguridad.

Esta crisis es más aguda en los machos abandonados a su propia supervivencia, ya que las hembras son rápidamente incorporadas al clan materno ocupando un lugar en el mismo, partiendo de las más bajas jerarquías del clan, pero igualmente mas protegidas.

Así planteadas las cosas, comienza en los juveniles la dura etapa del aprendizaje que lleva latente.

Los puros instintos, si bien siguen rigiendo sus conductas, no son suficientes para asegurar la supervivencia: las necesidades presionan, y los jóvenes deben aprender a resolverlas.  Es esta etapa un aprendizaje basado en la prueba y el error, única forma por otra parte, de la que se valen los animales para adquirir conocimientos y experiencias.

Si Ortega hubiese conocido estos mecanismos seguramente nos hubiese dicho que en el mundo animal no hay lugar para los conocimientos teóricos, esos sí que solo están reservados a “aquel que debe inventar su quehacer “.

Esta es una breve síntesis de lo que hoy nos enseñan la biología y la moderna sociobiología.  Como veremos mas adelante, en diversos pasajes del prologo, el autor nos obligara a volver a reincidir sobre estos temas. 

Este esquema de vida así relatado, Fue ex profesamente elegido. Es el modelo preferencial de   los herbívoros de los cuales se valió el hombre cazador para servirse de alimento, por eso me pareció necesario sintetizarlo para una mejor comprensión futura de cómo se comporta la fauna silvestre predada y de cómo debe esta manejarse para sobrevivir.

En la segunda parte de su comentario Ortega nos lleva a lo que luego, al referirse al hombre paleolítico, tratara con más amplitud.

Si la vida es, como dice Ortega, “necesidad y urgencia”, esa vida es como un espacio de tiempo que nuestros actos van llenando y que, en el hombre primitivo, se llamó caza por necesidad. Dice “Nos es impuesta una serie de necesidades ineludibles… en la medida que queramos pervivir…pero para casi todos los hombres la mayor porción de ocupaciones esta llena de ocupaciones forzosas…ocupaciones impuestas por la necesidad por eso las llamamos trabajos…no abandonamos jamás la protesta que confirma la terrible maldición del génesis”.

Al referirse a las necesidades ineludibles en la medida que queremos pervivir es obvio que el autor se esta refiriendo a la supervivencia con la cual tuvo que enfrentarse el hombre tan pronto “bajo del árbol”.  

La supervivencia está llena de necesidades forzosas. Ese primer hombre para comer tuvo que cazar y recolectar frutos, tal fue su primer y primordial oficio, en otras palabras, su primer trabajo.  Entiéndase bien, eso no fue una diversión, fue un trabajo duro e inexcusable, de ahí parte quizás, la milenaria fijación que aun pervive dentro del subconsciente y esa fijación comienza con la caza de la cual estamos hablando.  La caza y la recolección comenzó como un trabajo forzoso.

El hombre no se introduce en la cinegética como cazador deportivo sino como cazador profesional y lo hizo por la necesidad apremiante de poder sobrevivir a lo ancho del periodo mas largo de su evolución: con esto me estoy refiriendo al paleolítico.

Es ineludible entonces, que la caza tenga en el, la tan profunda raigambre y que, por lo tanto, despierte obligatoriamente fuertes y ocultas emociones humanas, que como sugiere Ortega y Gasset en más de un párrafo de su prologo: es la voz del pasado que nos vuelve a llamar. He aquí donde aparece por primera vez, la mismidad de la caza.

El mandato “ganaras el pan con el sudor de tu frente” al que Ortega refiere elípticamente al mencionar la maldición bíblica, para el hombre paleolítico se tradujo en un claro mensaje: “COMO OTROS ANIMALES MATARAS PARA COMER Y PARA ELLO TE TRASFORMARAS EN UN PREDADOR”. 

De esa forma y desde aquel entonces hasta el día de hoy, el hombre ocupo su lugar en el mundo como un predador omnívoro: léase cazador y recolector. Ventaja evolutiva de fundamental importancia ya que cuando los recursos vegetales escaseaban intensificaba la caza y cuando esta migraba o se tornaba escasa recurría a la recolección de vegetales.

Siendo así, el tema merece varias ampliaciones porque ello hace en cierto modo a la razón misma del cazar.

Como cualquier otro ser viviente que ocupa un lugar en este planeta, homo sapiens jugo dentro de la cadena ecológica el rol del predador omnívoro. Lo que significa carnívoro y herbívoro por eso el filósofo dice en otros pasajes dice que el hombre tiene tanto de tigre como de cordero.

Si esa es nuestra identidad biológica y si ese es nuestro destino, es bueno aclarar un poco que se entiende por predación omnívora ya que estamos viendo como, al parafrasear a Ortega, el tema se esta volviendo cada vez mas peliagudo.

A modo de introducción y para crear un contexto abarcativo digamos que la biología se rige por un sinnúmero de leyes, pero lo peculiar del caso, es que a pesar de que esas leyes son palpadas cotidianamente, el hombre no alcanza a visualizarlas consciente y seriamente, sino simplemente como procesos de un sub consciente, inexplicable o poco previsible.

La Mismidad de la caza segun Ortega y Gasset Por Juan F. Campomar