La caza en Argentina ¡Un recurso desperdiciado?

Por Claudio Ocampo

Cuando se administra de forma adecuada, la actividad cinegética puede convertirse en una fuente significativa de ingresos tanto para las comunidades locales como para los fondos del Estado, además de ser una herramienta para la conservación de la biodiversidad. En Argentina, esta práctica podría representar una oportunidad para desarrollar diversos sectores y proteger especies a través de una gestión responsable. Sin embargo, la realidad es que la falta de una regulación adecuada, sumada a la carencia de políticas de largo plazo y un control deficiente, está transformando a la caza en una actividad con consecuencias negativas.

Países africanos como Namibia, Botsuana y Sudáfrica han demostrado cómo el concepto de «caza de conservación» puede ser clave, convirtiéndose en un recurso económico fundamental. Estos ejemplos ilustran que, con voluntad política y una planificación efectiva, es posible transformar la actividad cinegética en una práctica que conserva la fauna y genera ingresos. Estos países han sabido establecer sistemas de permisos, cuotas y normativas que regulan las especies, el número de animales que pueden cazarse y las áreas permitidas. Dichos permisos generan ingresos significativos, que se canalizan de regreso a las comunidades.

En Namibia, por ejemplo, el gobierno permite la cacería controlada en determinadas áreas, y una parte sustancial de las ganancias se destina directamente a proyectos de desarrollo local. Esta práctica ha facilitado la construcción de hospitales, escuelas y centros de salud, entre otros, al tiempo que se destinan recursos a la conservación de especies. Así, los habitantes tienen incentivos económicos para proteger la fauna, ya que los ingresos que generan son vitales para el desarrollo comunitario.

Botsuana, otro país con una sólida tradición en caza conservacionista, involucra activamente a las comunidades en la gestión de sus recursos naturales, contribuyendo a mantener poblaciones sanas de fauna y combatir la caza furtiva. La gestión responsable de esta práctica en estas zonas no solo genera ingresos para las comunidades, sino que también financia la vigilancia y protección de especies amenazadas. Este modelo ha demostrado ser efectivo para equilibrar la conservación y el desarrollo económico.

Este enfoque podría ser la clave para que Argentina no solo preserve su fauna, sino que también transforme la actividad cinegética en una herramienta de desarrollo sustentable. El país cuenta con una biodiversidad y una geografía privilegiadas que podrían hacer de esta práctica una genuina actividad sostenible y generadora de ingresos. Argentina tiene una gran variedad de fauna que podría aprovecharse mediante una gestión responsable. Sin embargo, actualmente, se caracteriza por la falta de organización y regulación, con leyes ambiguas y, en muchos casos, ineficaces y hasta inconstitucionales.

A nivel gubernamental, la ausencia de políticas de largo plazo y de una visión integral impiden la implementación de un modelo sostenible. No se ha establecido un sistema de cuotas, ni un plan de redistribución de los ingresos generados, y en muchas áreas, la falta de control hace inviable aplicar cualquier normativa. Esta carencia de políticas efectivas deja a Argentina rezagada en el manejo de la actividad cinegética y el aprovechamiento de sus recursos naturales.

Conclusión

La actividad cinegética en Argentina tiene el potencial de transformarse en una práctica sostenible y rentable, pero para lograrlo es necesario un cambio profundo en su gestión. Inspirarse en los modelos africanos podría ser el primer paso para convertir esta actividad en una fuente de empleo, ingresos y conservación. Solo con políticas claras de largo plazo, y un compromiso con la sostenibilidad, será posible aprovechar el enorme potencial de nuestra fauna.