Retomando las palabras de Ortega, luego de saltear su relato acerca de la amistad cinegética que unió a Polibio con Escipión Emiliano, nuestro prologuista vuelve a la carga sobre las razones del cazar y lo hace eliminando pormenores para apuntarle, como es su costumbre, a las esencias mismas del tema, ya que como él mismo afirma, lo demás sería irse por las ramas. Para lograrlo, Ortega inventa una palabra contundente que define en sí misma todo el contenido de este libro, por eso lo elegí como título de tapa.
LA MISMIDAD DE LA CAZA EN ESTE LIBRO INCLUYE LA CAZA POR NECESIDAD, LA CAZA POR DEFENSA, Y LA CAZA DEPORTIVA PERO TAMPOCO EXCLUYE LA CAZA QUE SE PRACTICA EN EL MUNDO ANIMAL: YA QUE TODO FORMA PARTE DE LO MISMO.
Enfrentado a este desfijo trataré de interpretar lo que esta sola palabra significa en el mundo de la caza.
Solo un filósofo de la talla de Ortega y Gasset puede sintetizar en una sola palabra todo un universo.
Mismidad significa “esencia”, la razón misma de ser de las cosas, es el sitio donde todo comienza, es núcleo raigal desde donde todo lo demás surgirá después.
A lo largo de este libro iremos desglosando muchas imágenes de lo que significa esta palabra para que la mismidad cobre fuerza y razón de ser.
“¿En qué consiste la acción venatoria que, por lo visto, ha tenido siempre el don de entusiasmar a los hombres? Nos interesa ahora, no esto o lo otro que tiene que ver con la caza, sino LO QUE ES LA MISMÍSIMA CAZA O COMO DEBIÉRAMOS DECIR, LA MISMIDAD DE LA CAZA.
“Es un error definir la caza… como una persecución razonada… los homínidos no inventaron la caza, sino que la recibieron de su antepasado prehumano… Ahora bien: es característico de la caza no haber variado en su estructura general desde los tiempos más antiguos. La maravillosa escena de una batida de ciervos, que hay en la Cueva de los Caballos, no discrepa en nada de una imagen fotográfica hecha hoy en una montería. La única diferencia está en el arma… porque si nos atropellamos al iniciar esta meditación, caeremos en la cuenta de que no es matar el propósito exclusivo de la cacería. Hay cazas que consisten “en cazar vivo” al animal, y los hombres primeros que domesticaron animales procuraron apoderarse de ellos sin matarlos”.
“Los progresos del arma son ajenos a la entraña de la caza, puesto que la caza no puede, en lo sustancial progresar”. “Apenas el arma se fue perfeccionando desapareció toda urgencia de acabar, fuera como fuera, con el animal; es decir, que se hizo deportiva. Y desde entonces, en la medida misma en que el arma iba siendo cada vez más eficaz, se fue el hombre imponiendo limitaciones frente al animal para dejar a este su juego, para no desnivelar excesivamente la pieza y el cazador, como si ultrapasar cierto límite en esa relación aniquilase el carácter esencial de la caza, trasformándola en pura matanza y destrucción. De ahí que el enfronte entre el hombre y el animal tenga una frontera precisa, en el que la caza deja de ser caza; justamente allí donde el hombre da suelta a su inmensa superioridad técnica.” “Destruir no es cazar. Luego cazar es otra y más delicada cosa… en la caza que hoy practica el hombre la intervención más importante de la razón consiste precisamente en frenarse a sí misma… la caza no es faena exclusivamente humana, sino que se extiende por casi toda la escala zoológica. “solo una definición de la caza que se oriente en toda la extensión… para el afán predatorio de la fiera y el casi místico ajetreo del Conde de Yebes tomara esta sorprendente realidad por la auténtica raíz. Otra cosa será quedarse por las ramas”.
ESTE ES EL CÓDIGO MORAL Y ÉTICO QUE LE DEJA EL FILÓSOFO AL CAZADOR MODERNO.
PRESCINDIENDO DE ESA SUPERIORIDAD TÉCNICA QUE EL MENCIONA, EL HOMBRE TIENE QUE RENUNCIAR A SU MÁS PRECIADO RECURSO, EL INTELECTO: PARA REGRESAR A LO MÁS RECÓNDITO DE SU MENTE PALEOLÍTICA. LÉASE LO EMOCIONAL Y LO INTUITIVO PARA LOGRAR ASÍ LA PARIDAD DESEADA. En otras palabras, tiene que esforzarse a retornar a ese antiguo cerebro, el que el describe en otro pasaje como el cerebro auroral que yace oculto por debajo del córtex para lograr esa frontera precisa.
Tal como esbocé en párrafos anteriores cuando me refería a la predación como componente de la Ley Natural, Ortega descubre este principio fundamental cuando escribe. “El gato caza ratones. El león caza antílopes. El sphex y otras avispas cazan orugas y gorgojos. La araña caza moscas. El tiburón, peces menores. El ave de rapiña caza conejos y palomas. La caza se extiende pues, por casi todo el reino animal. Apenas hay clase o phila donde no aparezcan grupos de animales cazadores. No es, por lo tanto, lo ni siquiera peculiar de los mamíferos.”
En el caso particular de los mamíferos superiores, que son las presas de la cual se vale la caza mayor moderna, y que por lo tanto suscita nuestra atención, la predación ha dividido las especies en dos grandes ramas, los predadores y sus presas: en otras palabras, los predadores y los animales de los cuales este se vale como presa. Como ya comentamos antes, nos referimos a los carnívoros y los herbívoros.
Veamos la teoría de Ortega sobre este tema “Es la caza una faena entre dos animales, uno es agente y otro paciente, uno cazador y otro cazado. Si el cazado fuese también y en la misma ocasión cazador, no habría caza. Tendríamos un combate, una lucha en que ambos interesados se comportarían con la misma intención y análoga conducta” “Si el animal que es pieza luchase normalmente y desde luego con el hombre, de modo que la relación entre ambos consistiese en ese pugilato, tendríamos un fenómeno distinto del cazar. Por eso torear no es cazar. La lucha es una agresión mutua. Más en la caza se trata siempre de que un animal se afana en cazar, mientras el otro se afana en no ser cazado. La caza no es recíproca. Y no lo es porque consiste en una relación entre animales que excluye la igualdad de nivel vital entre ambos,… excluye que pueda ejercitarla un animal inferior respecto a otro superior. La desigualdad esencial entre pieza y cazador no empequeñece que el animal perseguido pueda superar al persecutor en tales o cuáles dotes: que sea más veloz o más forzudo o de pupila más perspicaz. De este modo, sin buscarlo, se nos manifiesta el hecho universal de la caza: la desigualdad de nivel entre las especies.” “Caza es lo que un animal hace para apoderarse vivo o muerto, de otro que pertenece a una especie vitalmente inferior a la suya, Viceversa esa superioridad del cazador sobre la presa no puede ser absoluta si ha de haber caza.”
A lo largo de los millones de años en que los primeros (los predadores) se han servido de los segundos, (los predados) cada grupo fue elaborando y perfeccionando una serie de estrategias que condujo a lograr una notable paridad de fuerzas.
Si reducimos estas estrategias a su mismísima esencia, diremos que los carnívoros atacan y los herbívoros huyen, marcando así dos estrategias distintas que son la esencia de toda cacería de la que hace mención el autor. La biología nos dice que los predadores no siempre son exitosos, más aún, los fracasos suelen ser más frecuentes que los éxitos.
La caza, nos da a entender el filósofo, no es recíproca, sino más bien un juego sutil donde los actores miden la eficacia de dos estrategias opuestas. Cuando estas dos estrategias no se sacan ventaja, estamos presenciando una paridad de fuerzas antagónicas que bien podríamos llamar “el juego, la lucha o el certamen entre dos especies distintas.
Cada especie está especializada en una técnica que hace propia, en otras palabras, se sirven de distinta forma de elementos comunes, los sentidos, la fuerza y la agilidad para integrarlas y recombinarlas de distinta manera para lograr un mismo fin: el mandato que les enseña la supervivencia. Los unos cazando y los otros huyendo. Tomemos algunos ejemplos para ver con más claridad lo que estamos diciendo…
¡Continúa!
La Mismidad de la Caza según Ortega y Gasset By Juan F. Campomar.