El Ciervo Rojo Argentino

Los cruzamientos y la caza dentro de los cercados

En Inglaterra había dos poblaciones. Los ciervos silvestres del norte de Escocia y los ciervos del sur, encerrados en los parques reales como los de Windsor y otros de igual categoría. Estos ciervos eran al principio todos Elaphus Scoticus, pero durante la revolución de Cromwell, los ciervos de Windsor fueran depredados por los Red Heads y solo los pocos que pudieron huir se integraron a las poblaciones silvestres. Con la restauración de Carlos II se reponen los parques con ciervos continentales traídos para tal propósito. Se incorporan así, ciervos importados de Polonia, Dinamarca, Francia y Alemania, de modo que se hibridan ciervos escoceses con continentales de la subespecie Hippelaphus. Esta gran mescolanza se concentra en Windsor y de ahí se reparte a los otros parques de la realeza. También se obsequian ejemplares a los nobles ingleses e irlandeses que los liberan igualmente en sus bosques.

Posteriormente, estos ciervos de parque, se mezclan con otras especies como los Sikas y los Wapitíes, allí también encerrados, con lo cual estos híbridos rojos, se cruzan a su vez, con otras especies, formando pohlihíbridos de distintas razas.  Durante la época victoriana, el príncipe Alberto, introduce nuevos aportes de razas de rojos continentales, aumentando la hibridación. La conclusión es que los rojos ingleses son una gran mezcla de especies y subespecies.

En la Europa continental sucede algo parecido, los rojos alemanes se cruzan con sangres inglesas, provenientes de Woburn y Warnham. Otros, como la familia Wrede, aparean los ciervos alemanes más chicos, con ejemplares provenientes de Croacia, Hungría y Checoslovaquia, de mayor tamaño.

La mayoría de los grandes ciervos alemanes están basados en líneas genéticas del este. Rumania, Hungría y Croacia, a los que Banwell denomina Pannomeniensis, los cuales, en su opinión, son maraloides de gran peso, hasta 300 Kg., y un largo de asta que puede llegar al 1,20mts. Estos ciervos se distinguen además por su pelaje más claro y el tamaño de su escudete blanco caudal. El autor afirma que estos “rojos alemanes” tienen poco de originales, ya que sus cabezas reciben el aporte de las razas húngaras e inglesas.

Una tercera población de grandes cabezas, proviene del parque Jaegersborg de Dinamarca. Según Banwell estos ciervos son Hippelaphus Atlánticus, ya que sus formas simétricas y clásicas así lo demuestran.

Sin duda el país que lleva el liderazgo en la producción de grandes cabezas en los criaderos argentinos es Nueva Zelanda. 

Al igual que Argentina, Nueva Zelanda no tenía ciervos rojos previos a la ocupación británica. La diferencia radica en que en las islas no había tampoco ninguna especie de cérvidos nativos, mientras nosotros, en cambio, poseíamos para ese entonces, una rica variedad de especies autóctonas.

Si seguimos lo escrito por Banwell, notaremos que Nueva Zelanda comienza a introducir ciervos puros primero, e hibridados después, muchos años antes que nosotros: no debemos olvidar que al menos por 80 años nuestros ciervos originarios no fueron mestizados.

Las primeras introducciones en la isla datan de 1851, provenían del condado de Essex, Inglaterra. 

En 1861 se hace un nuevo aporte, todos los cuales según Banwell fueron de pobre calidad. Estas poblaciones van ocupando la parte norte de la isla sud. Se trataba de ciervos de pura cepa escocesa, luego vinieron los cambios. En una posterior liberación, ya en época victoriana, se introducen en Wairarapa, ciervos media sangre ingleses, con continentales, y a partir de ahí, se origina la población mayor de ciervos neozelandeses.

En 1871 hay un nuevo aporte de ciervos escoceses puros provenientes de Invermak, norte de Escocia. El autor dice que fuera de estos ciervos escoceses, los ciervos de origen inglés provenientes de los parques ya traían sangre de Sika, Wapití, y rojos continentales.

Hasta 1897 la Aclimatisation Society incorpora en Rakaia ciervos de Stoke Park, por entonces considerados los mejores ciervos de Europa debido a programas planificados de selección genética y manejo nutricional elaborados por Coleman. Su sucesor, Bryant, obtiene éxitos notables, tanto en tamaño corporal, como en la calidad de las cornamentas, demostrando así que para ese entonces ya se había comenzado a integrar plenamente la selección y la nutrición, indispensables para el logro de las grandes cabezas.

Hacia 1980 comienzan a aparecer los “deer farms” y los criaderos comerciales, en cercados con pasturas de alto rinde para la producción comercial del velvet y la venta masiva de carne. En estos criaderos se cruzan las hembras silvestres capturadas, con ciervos de Woburn, Warnham y Europa del Este, para lograr el nuevo prototipo de ciervo neozelandés usado en nuestro país. 

De este breve relato de la dinámica del ciervo rojo europeo y neozelandés, se desprende que las poblaciones autóctonas, permanecieron estables y puras hasta la Edad Media, donde, por varias y diversas razones (presumiblemente estéticas, de prestigio social, y del afán de perfeccionar esa especie, tan emblemática para aristocracia europea) se comenzaron a hibridar las especies puras, con la idea de producir ejemplares más grandes, de mayor cornamenta y de aspecto más impactante. Creo que los cercados y los parques fueron los ámbitos adecuados para lograr esos objetivos.

Así llegamos al rojo actual, algo que actualmente está aconteciendo también en nuestro país.

Es curioso remarcar que las sucesivas revoluciones genéticas, comenzaron con el fin de mejorar la productividad de los animales domésticos: hecho muy conocido en nuestras pampas, donde el ganado criollo fue sustituido por la vía de los cruzamientos absorbentes en las razas británicas e índicas, que actualmente predominan en nuestros campos. Eso no sucede con el ciervo rojo, que en mi opinión persigue más bien fines estéticos. Más allá del velvet y la producción de carne, que en nuestro medio no tiene gran relevancia, el mejoramiento genético, la selección y la hibridación, responden más a la estética, la trofeo cultura, y el valor agregado de una buena cornamenta.

El Ciervo Rojo Argentino 

By Juan F. Campomar

(Extracto Cap.1)