El púber cazador permanece estático a pesar de su ansiedad. No lo intimida la soledad del acecho nocturno, ni el temor a la presa que espera. Su ansia desmedida se debe al deseo profundo de cazarla. No se trata de cualquier presa que baje a la bebida donde se encuentra apostado; se trata de cazar solo a la que espera. Su objetivo es un animal que merodea desde hace días por la zona; cuidadosamente ha buscado y encontrado sus rastros en las picadas circundantes, determinando sus recorridos habituales; él sabe que, esporádicamente, abreva al pasar por allí. Las chances son pocas, pero la constancia, en esta cacería, es determinante. Mientras espera, la imagina; solo conoce sus rastros, que hace años aparecen recurrentemente en este predio por un tiempo, y desaparecen hasta el año siguiente; es un macho y de gran tamaño. No creería toda esta historia si no lo conociese a él, que tan solo tiene dieciséis años, y a toda su familia. Nació en el seno de una familia de cazadores; saben de fauna salvaje, de rastros y de caza. Pero conocen especialmente esta especie que espera cazar, porque constituye un peligro para la producción pecuaria del establecimiento; y también para la reproducción de las especies salvajes que comercializan a través de caza deportiva, principalmente las crías de ciervo colorado, que mata frecuentemente según tienen constatado. Pero, por sobre todos esos motivos, existe uno primordial; hasta diría excelso. Su padre, como lo será él cuando crezca, es un apasionado de la caza deportiva del puma en modalidad al acecho. Lo considera una pieza de caza sublime. Tal vez se deba al hecho de tratarse de un enfrentamiento entre dos predadores; puma y hombre son eximios predadores; dos especies cazadoras que conocen de sigilo, acecho, rececho, paciencia, éxitos y fracasos. Y esta es una tierra de pumas. Imagino todo esto como la moderna representación del atávico conflicto entre predadores que comparten un territorio.
El Puma ha sido considerado históricamente una presa de caza mayor importante en nuestro país. La gran dificultad para cazarlo explica la importancia que habitualmente se le otorga. Mandojana, en su libro “Caza Mayor en la Argentina”, brinda una descripción llena de respeto y admiración por esta especie que comparto, y fiel a su estilo y cerrando el capítulo sobre el Puma dice: “Si el lector tiene el honor de cazar un puma, no solo debe guardar su trofeo sino también puede comerlo… El puma falta en muchas salas de trofeos; quien lo haya cazado tiene un hermoso trofeo y una de las especies más difíciles de lograr sin perros en América”.
La Presa: Puma concolor.
Características que debemos conocer
El Puma concolor es un felino extraordinario que posee una gran capacidad de adaptabilidad; esto le permite habitar en una gran variedad de ecosistemas y tener una enorme área de distribución en América: se lo encuentra desde Canadá hasta el sur de la Patagonia. Su característica de predador oportunista facilita su adaptabilidad, teniendo una gran variedad de presas: desde pequeños roedores hasta ungulados de gran tamaño (1).
Es territorial y necesita grandes territorios para vivir estimándose entre 27 a 700 kilómetros cuadrados. El tamaño de este territorio, o área de acción, depende principalmente de la abundancia de presas en esos espacios; la escasez de presas determina su dispersión (2). El área de acción de los machos es del doble de tamaño que el de las hembras. Tienen una baja densidad poblacional que varía desde un puma cada 200 kilómetros cuadrados en algunas áreas de Norte América hasta cinco pumas por cada 100 kilómetros cuadrados en algunas áreas de la Patagonia Argentina (1).
La situación del Puma en cada provincia argentina es muy variable, pero es remarcable la escasez de estudios relacionados al tema.
En La Pampa un trabajo realizado en el año 2016 destinado a estudiar la densidad y los patrones de actividad del puma en dos áreas (Parque Luro y Coto de caza La Escondida), demostró densidades de 4.89–9.32 por 100 km2 y 0.52–1.98 per 100 km2, respectivamente (3).
En nuestra provincia su caza deportiva se encuentra prohibida desde el año 2007, creciendo el número de reclamos y denuncias por depredación de ganado doméstico por pumas en los años posteriores a dicha decisión (1).
El lugar: El Chillen
Ya escribí hace tiempo sobre mi querido Chillen. Es increíble lo que un lugar geográfico puede generar emocionalmente. Aquí basta decir que, además de todo lo afectivo que me genera, El Chillen constituyó mi universidad de caza deportiva; allí aprendí lo que sé de caza y fauna salvaje y, como diría el doctor Ramos, me gradué de cazador. Y como sucede en etapas formativas de ámbitos universitarios, moldeé, junto a mi “profesor” y amigo Jorge Martino, mi particular forma de entender la caza y todas las ideas que hoy sostengo y escribo.
El Chillen es un Coto de caza histórico de La Pampa (su número de registro es el 13), ubicado al suroeste del departamento Toay. Geográficamente es muy pintoresco y en su extensión encontramos una gran variedad de terrenos: extensos medanales abiertos con bellísimas caldenadas en sus hondonadas, áreas de monte de caldén abierto y áreas de monte cerrado con fachinal, cerros y cuadros limpios aptos para la siembra de cultivos para las especies cinegéticas. También posee abrevaderos permanentes para la fauna salvaje, óptimos para avistamiento de las especies que, principalmente en horarios nocturnos, se aproximan a beber. Esta variabilidad geográfica permite múltiples modalidades de caza, todas muy deportivas. Acechos maravillosos y recechos apasionantes y dificultosos caracterizan este lugar.
En toda mi historia de cazador, con muchos años, kilómetros y campos recorridos en mi querida provincia, solo en dos lugares he visto realizar cacería deportiva de puma al acecho, descripta como en el preámbulo; es decir acecho con la finalidad exclusiva de cazar un puma. El Chillen es uno de ellos, donde he vivido esta cacería tal cual la describo en el preámbulo. La pasión por esta modalidad, la constancia, y la importancia que en este lugar se le brinda a esta cacería no se debe exclusivamente al fin de eliminar un peligro para la producción, sino y conjuntamente, a la importancia cinegética que allí se le otorga.
Contribuye a esto la población de pumas que esta zona tiene. Sin predominio, es habitual la presencia de hembras –con y sin crías- y machos adultos. Sospecho que aquí la densidad de pumas no es baja y sus áreas de acción no deben ser muy grandes, probablemente por abundancia de presas para alimentarse. Recordemos que se trata de un campo histórico de brama de ciervo colorado; los campos de brama se caracterizan por poblaciones grandes y estables de hembras -que determinan la migración de los machos en el momento que se encuentran aptas y fértiles para la reproducción, generando de esta forma la brama- y viven allí, haciendo las pariciones en estos campos; los cervatillos y ciervos jóvenes son presas habituales del puma en El Chillen. Esto podría explicar la presencia recurrente todos los años de pumas en este lugar.
Modalidades de caza
En mi provincia la caza del puma se ha realizado –cuando estaba habilitada- de tres formas. Dos de ellas deportivas –al acecho y caza con perros- y una utilitaria -caza con trampas-. Esta última, que escapa a la esfera de este artículo, la menciono y describo para conocimiento de los lectores.
Caza de puma con trampas
La caza con trampas es una modalidad milenaria practicada por el hombre. Incluso en manuales antiguos de caza como el Cinegético de Jenofonte y posteriormente el Cinegético de Arriano, son descriptas con detalle tipos y modalidades de trampeo. Fueron muy utilizadas en la época de comercialización de pieles. En algunos lugares de América del Norte son aún permitidas para control de especies e inclusive, por su importancia histórica en culturas indígenas que las utilizaron intensamente como fuente de alimento y vestimenta, mantenidas en estas poblaciones originarias como preservación cultural de prácticas tradicionales.
Si bien existen muchos tipos de trampas, en La Pampa la más utilizada para caza de puma fue la trampa para pie de resorte.
Si bien no me agrada la caza con trampas, es justo mencionar y describir las características del cazador de esta modalidad, porque, para ser honestos, se trata del más hábil de todos los cazadores; justamente porque, para que la caza sea exitosa, es indispensable un gran conocimiento general de la presa y extraordinaria pericia en el arte de rastreo, tanto para colocación de la trampa como para el seguimiento posterior, de acuerdo a la preferencia del cazador (puede ser con anclaje fijo o móvil de la trampa).
Tuve la oportunidad de conocer y acompañar en sus salidas a un experto leonero durante mucho tiempo, y esta experiencia me permitió tanto valorar la habilidad de este tipo de cazador, como presenciar el sufrimiento del animal entrampado hasta su ultimación. También he presenciado el sufrimiento del animal entrampado con la modalidad de lazo tipo bucle. De estas experiencias mi desagrado absoluto por la caza con estos tipos de trampas.
Creo firmemente que estas modalidades (trampa de pie por resorte y trampa de lazo o alambre en forma de bucle), debieran ser prohibidas en forma definitiva en la actualidad. Y no pocos disgustos personales me ha generado ser un desarmador obstinado de cuanta trampa he encontrado armada.
La caza de puma con perros
No voy a extenderme en esta modalidad tan conocida. Sí me parece importante mencionar que en Argentina tenemos una raza de perros nacional creada para la caza, entre otras especies, del puma: el Dogo Argentino. Extensamente se ha escrito sobre la historia de la creación de esta magnífica raza y la utilización de pumas para selección mediante pruebas de suficiencia, para divulgación de la raza mediante demostraciones en peleas con pumas, y por ultimo para mantenimiento de gimnasia funcional de los perros mediante caza continua con jabalíes y pumas enjaulados. Agustín Nores Martinez detalla extensamente toda esta historia en su libro “El Dogo Argentino”; recomiendo los capítulos: “Necesidad de una raza criolla para la caza de montería” y “Condiciones que debe reunir el perro de montería, para actuar en nuestros campos, para la caza deportiva o para combatir especies depredadoras” (4).
Me parece especialmente importante mencionar que el creador de la raza, Antonio Nores Martinez, desde el inicio pensó en un perro de caza apto para nuestros campos y nuestras presas, entre ellas y principalmente el puma. Me permito transcribir literalmente sus palabras al respecto que demuestran claramente que el puma estuvo considerado, desde el inicio de la creación de la raza, como presa a cazar por nuestro dogo; inclusive agregaría que durante la etapa de “alquimia” de razas que utilizó para la creación del dogo argentino, incluyó una pensando en la caza del puma: el pointer. Él mismo lo menciona en una conferencia dada en el año 1947 en ocasión de una muestra de perros organizada por el Centro de Cazadores de Bueno Aires en la Sociedad Rural Argentina, y que fuera publicada posteriormente en la revista Diana correspondiente a Octubre de ese año (año X n° 94) donde menciona: “…En segundo lugar debe ser un perro de buen olfato, pero que ventee arriba, como el pointer, y no sobre el rastro, porque en la caza del puma, por ejemplo, éste, para engañar a los perros hace círculos al huir y vuelve sobre su propio rastro. Otras veces trepa a un árbol, el molle, por lo común, y salta a la distancia, o bien franquea de un salto un precipicio, dejando a los perros que lo siguen por su huella, remolineando confundidos…”; y más adelante: “…Por esta razón es común oír a la gente de campo donde hay pumas, que el mejor perro leonero es el pointer o su mestizo, porque lo encuentra enseguida y lo empaca, y el cazador puede darle el tiro de gracia…” (4-5).
En el libro “El Dogo Argentino”, Agustin Nores Martinez hablando de las razas intervinientes en la creación del dogo dice “…El Pointer Inglés es el principal responsable del olfato del dogo y a él se debe la cualidad de venteo que lo caracteriza y que le evita rastrear con la nariz en el suelo…”; y el mismo autor, en su libro “Historia del Dogo Argentino”, capítulo VIII titulado “Pointer”, menciona detalladamente los perros raza pointer utilizados en los cruzamientos (4-6).
Caza de puma al acecho
La tercera forma es la modalidad de caza al acecho que constituye, para mí, la más deportiva ya que en el indispensable balance de equilibrio entre presa y cazador, el resultado es ampliamente favorable al felino, siendo muy escasas las posibilidades de captura. El acecho se realiza, como con otras especies, en lugares donde haya abrevaderos de agua donde concurre a beber, o lugares donde se encuentre alimento para la presa a cazar. En mi provincia la habitual cacería en acecho se realiza a la espera en lugares donde el puma accede a tomar agua: bebidas para la hacienda, tajamares, charcos naturales. Es necesario aclarar que la mayoría de los pumas cazados de esta forma, lo fueron accidentalmente, cuando el cazador se encontraba al acecho de otras especies. Es decir que la mayoría de los pumas cazados de esta forma lo son por casualidad. Son muy escasos los cazadores que se apostan para cazar un puma. Lo habitual es que sean cazadores de jabalí que en su espera detectan un puma que toma agua donde espera en realidad a los jabalíes. Pero cuando esta modalidad se realiza exclusivamente para cazar un puma, la cosa cambia por completo, elevando considerablemente el nivel deportivo de la caza y requiriendo condiciones especiales que muy pocos cazadores tienen o llegar a tener. Simplemente porque se transforma en un acecho con muy pocas posibilidades de éxito; esto por múltiples motivos: se debe detectar la presencia en la zona de la presa, que implica un gran conocimiento de rastros en terrenos dificultosos y esto, que suena simple, no lo es, porque el puma no tiene pezuñas y su peso no es muy significativo, por lo tanto sus rastros solo los detectan los rastreadores destacados; se debe analizar la frecuencia de aparición en el recurso de agua más o menos óptima que permita un acecho; su acecho tiene la gran dificultad de tratarse de un animal absolutamente silencioso (a lo sumo puede escucharse su abrevar en el agua y solo si las condiciones de la noche lo permiten); y adicionalmente, la dificultad para verlo de noche, que depende mucho de la luminosidad reinante y el estado de alerta permanente necesario para verlo; y si todos los astros se alinean, y se logra por fin avistar la presa, la dificultad del disparo a un blanco relativamente pequeño y no fácil de abatir en esas condiciones.
El acecho del puma en la comida se realiza de dos formas: acecho con señuelo o en los despojos de una presa ultimada recientemente que dejo preparada para una segunda visita (o los despojos del señuelo dejado para su caza). La modalidad del señuelo no es frecuente en mi provincia, aunque he constatado su utilización con éxito en algunos establecimientos. Más frecuente es el acecho a despojos de una presa cazada y que ha dejado bien tapado con ramas y tierra; pero esta modalidad requiere gran pericia en el rastreo, en la habilidad para armar un lugar para el acecho y la necesidad temporal de estar presente en el lugar cuando el puma haya matado.
Tal vez uno de los más experimentados cazadores argentinos de felinos fue Juan Carlos Joy. En su ameno libro “El Último Jaguar” detalla extensamente estas modalidades de caza, tanto al acecho con señuelos vivos y a sus despojos, y con perros. Recomiendo especialmente la lectura de este libro a quienes estén interesados en el tema de la caza de grandes felinos americanos (7).
Situación actual del puma en La Pampa
La caza del puma se encuentra actualmente vedada por disposición de Fauna de la provincia de La Pampa. Esta medida, que inicialmente puso fin a una problemática absolutamente reprochable y relacionada a la caza comercial de nuestro extraordinario felino, se extendió inentendiblemente hasta hoy, creando una problemática tal vez peor: una proliferación desmedida de la especie, incluso en zonas donde antes no existía. Este incremento del número de individuos de esta especie -que no tiene enemigos naturales-, y la expansión territorial consecuente, produjo un consiguiente aumento del número de reclamos por afectación de ganado doméstico; esta situación crea un conflicto humano-puma que deteriora enormemente la valoración de la especie en la población rural, que termina considerándolo perjudicial a sus intereses y exterminando por cualquier medio posible a los individuos de esta especie que detectan en sus propiedades. Todo esto pone en evidencia la necesidad tanto de medidas tendientes a la protección de la especie, como también de control de sobrepoblacion.
Afortunadamente comienzan a aparecer trabajos científicos que brindan información indispensable para la toma de decisiones. El estudio ya mencionado aporta datos sobre densidad y patrones de actividad de pumas en distintas áreas estudiadas, siendo muy superiores las del Parque Luro que la correspondiente a la Reserva de Caza La Escondida- donde se realizaba caza deportiva hasta su veda (4.89–9.32 pumas per 100 km2 Versus 0.52–1.98 pumas per 100 km2). La densidad en Parque Luro es superior a las más altas registradas, y la de La Escondida no es considerada baja, y los mismos autores la comparan a la de la población correspondiente al Bosque Atlántico de Argentina (0.67-0.16 pumas por km2). La diferencia entre ambas podría deberse, según los autores, a la prohibición de caza y mayor abundancia de presas en Parque Luro, aunque la abundancia de presas también se da en La Escondida, alertando sobre el aumento en La Pampa de cotos cerrados con abundante oferta de presas para los pumas, que no respetan los cercos (3).
Más aún, y en relación a la dieta del puma, es destacable mencionar otro informe que da cuenta del impacto de la introducción de especies con fines cinegéticos en los hábitos alimenticios del puma. En este estudio se analizó la dieta del puma en la región del bosque de caldén y se informó que la misma estuvo constituida principalmente por presas introducidas con fines cinegéticos, principalmente ciervo colorado, jabalíes y ciervo Dama; en 7 (5 de ellas áreas protegidas) de los 16 lugares estudiados, el consumo de presas introducidas superó el 50% de la biomasa consumida, confirmando su condición de predador oportunista (8).
Todos estos datos permiten sospechar, con fundamentos, una densidad poblacional no solo saludable, sino peligrosamente alta en zonas cerradas y sin caza deportiva, como el caso del Parque Luro. Y conocer el impacto que las nuevas especies introducidas con fines cinegéticos tuvieron y tienen en la dieta del puma.
La Prohibición de su caza como medida de protección
En el mundo moderno y en relación a la fauna salvaje está ampliamente demostrado que la prohibición absoluta de caza nunca constituyó una eficiente medida de protección; y, por el contrario, en general han sido perjudiciales para las especies protegidas, generando un aumento del valor del trofeo y/o despojos de las presas en el mercado ilegal, agravando el problema. También está sobradamente demostrado que la caza deportiva bien reglamentada y controlada ha aumentado poblaciones de especies que estaban prácticamente desaparecidas. Son múltiples los ejemplos en Europa, Norteamérica y África de especies que han sido salvadas de su desaparición y otras que son hoy mucho más numerosas de lo que han sido jamás, merced a la caza deportiva.
Debo admitir que en el caso del puma en La Pampa estuve de acuerdo cuando fue tomada, ya que nos encontrábamos, en ese momento, en el otro extremo de la situación: una inmoral comercialización del puma que había diezmado la población de pumas en La Pampa (cuanto paisano anduviere suelto con algún tipo de trampa en mi provincia, se dedicaba a entramparlos para venderlos a los cotos de caza, donde eran comercializados bajo un manto de pseudodeportividad que era verdaderamente increíble para cualquier cazador que conozca algo de caza deportiva). Entre el año 2002 y 2006 se incrementó significativamente el número de trofeos de puma informados en Argentina, pero a expensas de trofeos con origen de La Pampa, con reportes de entre 40 a 60 trofeos por año, aunque el número real seria enormemente mayor debido al subregistro de trofeos, y llegaría probablemente a miles según estimaciones de pumas realmente cazados (3).
Esta situación había generado un doble problema. Por un lado, un tremendo impacto en la población de la especie; y por otro lado un deterioro significativo en la imagen de la caza deportiva en mi provincia. Por todo ello acepté de buen grado la normativa de prohibición, pero entendiéndola como una medida transitoria hasta reorganizar y restablecer, fundamentándose en estudios científicos y en regulaciones correctamente realizadas por el estado, su caza deportiva.
Hoy, muchos años después, estamos frente a una problemática igualmente grave a la mencionada, que nuevamente perjudica a la especie. La prohibición llevó en poco tiempo a una expansión desmedida del Puma, llegando a territorios a los que hacía años que no habitaba, con un consiguiente aumento de denuncias por casos de depredación de ganado doméstico. Esta situación de conflicto entre el hombre y el puma concolor es altamente perjudicial para el puma ya que tiene como primer efecto una desproporcionada y exagerada mala imagen del mismo en la población rural, que lo considera un riesgo enorme para su producción. Esta población rural es la que convive con el puma y la que considera necesario exterminarlo sin más fundamento que sus creencias. Llegando a ofenderse con un cazador que en su predio haya tenido la posibilidad de avistar un puma y no lo haya matado. Créanme que hoy es imposible mantener una defensa razonable a favor del puma con población rural de cualquier establecimiento donde habite. Y esta demonización es tan perjudicial para la especie como lo era su inmoral comercialización a través de la caza pseudodeportiva.
Afortunadamente existe vasta experiencia en el mundo sobre caza deportiva de felinos que puede extrapolarse a La Pampa. Namibia es el ejemplo más concreto para cualquier interesado en conocer manejo de fauna salvaje. Respecto a la caza deportiva de felinos también Namibia es un ejemplo que puede servir para aplicar aquí; especialmente comparable es el leopardo cuya regulación y otorgamiento de licencias podría ser aplicado aquí adaptado al puma y aprovechar la gran rentabilidad que produce. No olvidemos que nadie protege más una especie que quien se beneficia con ella.
Estoy convencido que la caza deportiva de esta especie, según las modalidades que se han detallado, constituiría una medida de control que, bien reglamentada y controlada, contribuiría a la solución del problema, e impediría los dos extremos problemáticos que conocimos por medidas mal tomadas: el extremo de la comercialización inmoral que diezmó su población, y el extremo de prohibición total que llevo a una proliferación desmedida de la especie con el consecuente conflicto humano-puma que afecta enormemente a la especie.
Además, esta medida de control generaría un recurso económico significativo para la provincia, que podría ser utilizado para el estudio, la protección y el control del Puma Concolor.
Conclusión
Es mi intención, con este artículo, describir una modalidad de caza distintiva de esta maravillosa especie: la caza al acecho del puma tal como la he descripto. He sido testigo presencial de esta modalidad de caza durante muchos años en El Chillen. Un lugar especial para el puma y sin duda importante dentro de su amplia zona de acción, probablemente atraído por la importante oferta de presas que el lugar, como campo de brama histórico, ofrece para su dieta desde hace muchos años. Y, paralelamente, describir a esta maravillosa especie, el puma concolor, un cazador nato, para que se valore y proteja.
Pero también es mi intención con este escrito plantear una problemática que hoy lo afecta negativamente: la prohibición de su caza deportiva. Tal vez mi opinión no sea correcta; tal vez esté equivocado, pero estoy convencido que la caza deportiva, correctamente implementada y regulada, es una medida útil para la conservación y protección de la especie. Mi intención final es traer el tema a la discusión; reinstalarlo; equivocadamente o no, la discusión generará el interés necesario para la toma de decisiones; los científicos ya nos están brindando datos para opinar sobre un tema que hasta hace poco desconocíamos en gran parte. De allí el subtítulo del artículo “Sigamos hablando del puma”, en una clara alusión y guiño afectivo a mi amigo Juan Campomar, quien publicó en la revista Vida Salvaje correspondiente al mes de abril del año 2008 el artículo “Hablemos del problema del Puma”, al poco tiempo de la prohibición de su caza en mi provincia.
Bibliografía:
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