375 Holland & Holland Magnum

Comenzaremos con una breve introducción acerca de una de las más prestigiosas fábricas de armas largas o de hombro, del mundo. La londinense Holland & Holland, fundada en 1835 por Harris J. Holland.

Harris y Henry Holland: una historia de dos talentos.

La historia de un tío y su sobrino en su viaje para convertirse en fabricantes de armas de fama mundial.

Los orígenes de Holland & Holland fueron diferentes a los de muchos otros fabricantes de armas, en el sentido de que la tradición de la fabricación de armas no se transmitió de una generación a otra. Esta es la historia de un empresario e inventor cuyos talentos combinados resultaron ser un gran éxito al convertir a Holland & Holland en el mundialmente famoso fabricante de armas que es hoy.

Harris Holland era un empresario decidido y próspero con un gran interés en el tiro. Henry, su sobrino, era un fabricante de armas capaz y con visión de futuro…

https://www.hollandandholland.com/news/harris-henry-holland-a-tale-of-two-talents

Una crónica marcada por la imperiosa necesidad de adueñarse de un segmento en constante crecimiento, la caza mayor africana. Donde los principales fabricantes buscaban dar con el “all rounder cartridge”, algo así como un “cartucho todoterreno” para cobrar grandes y peligrosas piezas.

 En el año 1912, la H&H presentaba un rifle de caza, cuya culata y cañón eran de fabricación propia, no así la acción, ya que usaron la 98 de Mauser a la que le realizaron unas mínimas modificaciones, sobre todo a su almacén de municiones. El fusil contaba con un doble mecanismo de puntería: la tradicional alza, aunque en este caso era tipo libro, de dos hojas marcadas a «50/200 yardas» y «300 yardas»(46/183 m y 274 m) respectivamente, con un guion o punto de mira, en oro, y otro plegable «big bead», más una mira telescópica Zeiss Diatal-C 4×32, lo que cerraba un extraordinario conjunto. Sin embargo, todo esto no trascendería de la manera que sí lo hizo, el calibre en el que se recamaró este rifle; el legendario .375 Holland & Holland Magnum, su joya más preciada, incluso hasta el día de hoy, aun cuando por ese entonces, sus especificaciones lo exponían como el cartucho mínimo legal permitido para la caza de especies peligrosas, en muchos países o regiones del continente negro.

El cartucho fue desarrollado mediante una vaina con Belted (cinturón) patentada en el año 1891 por el austríaco G. Roth. Este diseño de casquillo ya lo habían usado en su antecesor, el .400/.375, el primer calibre que crearon para ser disparado en rifles con cerrojo, aunque sin éxito alguno.

Originariamente, recibió el nombre de .375 Belted Rimless Mágnum Nitro Express. Simplificándose por distintos motivos, hasta finalmente llegar a su actual denominación .375 H&H Mágnum, tal como figura en el culote del cartucho.

El magnífico diseño de su vaina.

Su gran capacidad de almacenamiento permitió cargar una considerable cantidad, de la por ese entonces innovadora “cordita” (la primera pólvora sin humo). Otra de sus principales cualidades fue el “belted” (un anillo o cinturón de refuerzo en su base), que permite soportar presiones considerables y controlar la distancia a la que se aloja el proyectil en la recámara. Asimismo, cabe destacar la suave pronunciación del ángulo en su hombro, que nos da un moderado retroceso y ayuda a la fácil expulsión de la vaina.

Cabe resaltar que ninguna otra vaina o casquillo ha sido tan usada como la del .375 H&H Mag, dándole vida a más de 30 cartuchos, que se inspiraron directamente sobre ella, o sobre alguna evolución de la misma.

A pesar de ello, sus comienzos no tuvieron el éxito que hoy sigue y seguramente seguirá acompañando al legendario .375 H&H Mag. ya que, en una primera instancia, tanto el rifle como el cartucho, solo lo producía la firma inglesa, condicionando esto, la compra fuera de Europa; y si al cartucho nos referimos, debemos decir que solo se producía con una punta blindada de 300 grs, lo que suponía una gran novedad dentro de las municiones de caza, pero resultó siendo demasiado oneroso y poco versátil frente a su principal adversario. El 9,3 x 62.

La leyenda que no fue.

A comienzos del 1900, el armero alemán Otto Bock diseñaba el 9,3 x 62, un cartucho de excelentes prestaciones en cuanto a densidad seccional, velocidad y penetración. Más precisamente en el año 1905, la fábrica armamentista alemana Mauser, recamaraba este cartucho en sus rifles de acciones 1898 “estándar”. Una considerable ventaja que ayudaba a reducir el coste final, tanto del rifle como de sus municiones. Esta simbiosis entre balística y costos, hizo que muchas fábricas recamararan este calibre en sus rifles de caza; popularizándolo casi de inmediato en el continente africano, donde hasta ese momento para cazar su fauna pesada y/o peligrosa se usaban rifles británicos, mayormente dobles, de grandes y caros calibres. Cabe mencionar que, si bien es un cartucho con muchas cualidades, no era el indicado para abatir dichas presas, pero muchos cazadores y granjeros priorizaron su precio, peso y capacidad de almacenamiento.

En noviembre de 1918 finalizaba la Primera Gran Guerra o la Primera Guerra Mundial, dejando un saldo de más de 10.000.000 de muertos y un sinfín de ciudades europeas en ruinas. Alemania no era la excepción, sus fábricas armamentistas se habían llevado la peor parte, ocasionando un paulatino desabastecimiento de armas y municiones. Años más tarde vendría la Segunda Guerra Mundial, donde Alemania se rendía ante las “fuerzas aliadas” y su principal armamentista, la MauserWerke Oberndorf Waffensysteme GmbH era desmantelada, cortando por completo toda su producción durante décadas.

La debacle de unos, la gloria para otros…

Holland & Holland no desaprovechó la oportunidad, supo leer a la perfección el panorama y desplegaría una brillante estrategia comercial, liberando la producción tanto del calibre como del cartucho a cuanta fábrica estuviese interesada.

Como primera medida buscaron brindar una mayor versatilidad en sus municiones, ya que el original cartucho (punta blindada de 300 grs.) no había logrado la aceptación que esperaban. Debido a esto, la prestigiosa fábrica británica de municiones Kynoch, se encargaría de la producción de proyectiles, en 235, 270, y 300 grains (semiblanda) logrando mediante un magnífico diseño de ojiva, que estos tres distintos pesos, agruparan considerablemente. Esto hizo que, tanto cazadores deportivos, como profesionales (PH), optaran al .375 como su principal calibre, ya que esto les permitía llevar tan solo un rifle y sus cananas cargadas con municiones de distintos pesos de punta, que emplearían considerando el tamaño y la resistencia de la especie a cazar.

En el año 1925, conceden mediante un acuerdo comercial, la patente de fabricación de proyectiles a la estadounidense Western Cartridge & Co, y en 1926 la Griffin & Howe lanzaba el primer rifle en calibre .375 fabricado en los Estados Unidos, buscando con esto, mostrarse e insertarse en el creciente y rico mercado americano, que finalmente lo logran cuando la Winchester Repeating Arms Company, comienza la producción del .375 en su fusil de caza “Modelo 70”. Ahora, un importante número de cazadores norteamericanos usaban este cartucho en sus safaris al África y también para cazar wapitíes, renos y su fauna pesada, como alces y osos en los cordones montañosos de los Estados Unidos, Canadá y Alaska.

La Joya de la Corona

El .375 ganaba adeptos, día tras día, ya no solo porque había desaparecido su principal competidor, el 9,3 x 62, sino porque había logrado esa versatilidad que no supo tener en sus comienzos. El abanico de fabricantes, tanto de rifles, como de proyectiles, también contribuyó a que los Holland lograran lo que tanto anhelaron al crearlo, ganar la indócil África, desde sus sabanas, hasta sus montañas y desiertos. Ahora los cazadores, con tan solo un rifle, podían ir por los 5 grandes (león, leopardo, elefante, búfalo y rinoceronte), como así también por antílopes como el orix, el kudú, etc., e incluso usaban municiones de puntas blindadas, en la caza de pequeños animales, ya que su efecto solo los traspasaba, sin producir un daño considerable que arruinara demasiado su carne y su piel (lo más preciado, ya que estos trofeos iban a inmortalizarse como taxidermias en la sala de su cazador).

Llegaría el elogio de íconos y leyendas de la caza como Jack O’Connor, Harry Selby, John «Pondoro» Taylor, Tony Sánchez Ariño, etc. Incluso el norteamericano Craig Boddington en la primera edición de su libro Rifles de Safari, dedicó varias líneas sobre un cuestionario que envió a distintas asociaciones que nuclean a los cazadores profesionales de África, donde les consultaba cuáles eran sus calibres predilectos para dar caza a distintas especies y el venerado .375 se llevó los laureles, apareciendo en casi todas las categorías.

Hoy, a 112 años de su creación, sigue más vigente que nunca, moviendo puntas de 200, 220, 235, 250, 260, 270, 300 y 350 grains.

Se nos hace muy difícil encontrar algún adjetivo que no le hayan brindado, solo diremos que el cargar uno, transmite un romanticismo difícil de explicar, y si estás dispuesto a volar más alto, podrás sentir la historia viva, de esta leyenda en tus manos.-