El .44

Extracto (Capítulo 2)

“… Otra mañana salí a campear, como a las siete.
Ya llevaba caminando como dos horas. Para mí ya era tarde, pero siempre hay que buscarle la vuelta. Estaba no muy lejos del puesto. Me seguían Colita y la China -los más viejos-. A los que no encontraba ni había escuchado torear era a Tigre, solito y Jack, porque Cacique no quiso salir: se quedó comiendo, y yo enojado, no le insistí.
Popy y pineda eran muy chicos todavía. De repente empecé a buscar a mis perros, y nada. Entonces se me ocurrió subir a un filo de una piedra y los vi a los tres echados, lengüeteándose. “¿Qué habrá pasado?, me pregunté, “porque esos tres no se quedaban echados nunca”. Cuando llegué a su lado no me movían ni la cola… Los miré bien: había sangre por todos lados y ellos estaban bastante maltrechos. Ahí nomás chumbé a Colita y a la China, que salieron una sola luz y los otros tres los siguieron detrás… Era obvio que habían estado peleando con un león grande y no lo habían podido sujetar. No habrán pasado ni veinte minutos cuando, no muy lejos de ahí, ya casi en la frontera con Chile escuché la sola toreadura y bastante fuerte. Salí corriendo, ya baqueano, entre las piedras, y vi a algunos de mis perros que entraban y salían de la cueva: “Clavado que es un león”, pensé.
Llegué al lugar, y sí, oí gruñidos y bastante fuertes debo decir. La cueva era muy grande.
Me metí y comprobé que efectivamente había un león, y que era enorme. El bicho corría por todo el lugar. Generalmente, alguno delos perros, los más viejos, se quedaban en la salida, porque los pobres ya están acobardados de tantas peleas. Ustedes tendrían que sentir la sensación de meterse, porque ahí adentro hay eco y retumban los toridos y los rugidos y ese es el momento que en segundos todo leonero se transforma, es algo que no se puede explicar en estas líneas, pero voy a hacer lo posible, porque uno sabe que en cualquier momento lo atropellan a uno. Son mentiras que el león no ataca, estando encerrado o con cachorros si lo hace, y es ahí donde hay que estar atento. Una vez adentro de la cueva, y tratando de sujetar a los perros un poco, para que me dieran espacio para hacer tiro, apenas lo logré. Le sacudí un impacto en plena cabeza y el animal se desplomó. Salí a festejar con la perrada. Los agarré uno por uno y los abracé, mandando unos gritos y unos tiros al aire. Tremendo festival. Luego, me senté y fumé uno o dos cigarros.
Después de un buen rato, encaré para adentro. Por suerte lo hice con “bala en boca” … cosa que siempre hago. ¡Yo que me voy metiendo y el león que va saliendo! Caí sentado. Mi perro Colita solo atinó a tratar de agarrarlo, pero con la desgracia que el león lo hizo presa, agarrándole la cabeza, y la cabeza del león, a su vez, ¡al lado de mi bota!
Le mandé dos tiros y quedó seco. Por suerte Colita alcanzó a sacar el marote, si no se lo perforaba.
Me quedé sentado como media hora, sin poderlo creer. Estuve a centímetros de que me agarrara la bota. ¿Qué habría pasado?
Cuando saqué el león y lo estaba cuereando vi que las tres balas del 44 no habían entrado en el cráneo, y eso ¡que el plomo tiene el grosor de un dedo! ¿Cómo podía ser? Ahí estaba el tema, la bala no puede agarrar velocidad con metro y medio de distancia, solo golpea y aturde, ¡pero no entra!, por falta de trayectoria. Lección aprendida: nunca más llevé un 44…
Era grande el león, y era un macho. Cuando es hembra, siempre es necesario salir a campear los cachorros. Bueno, león al hombro y encaré para el campamento. Tardé fácil, tres horas, con varias paradas en el camino. Ya llegando, me torearon Popy, Pineda y Cacique, y yo, con toda mi paciencia, les hice fiesta. Los cachorros estaban perdonados, pero Cacique estaba en jaque. Tenía que buscarle una solución, porque conmigo los caprichos no van… o son perros leoneros o no va, y se queda afuera de “mi Mafia…”

Continúa

El Leonero Urquhart y su perro Cacique By Robert Urquhart