Cazar por cazar

Por Alberto Nuñez Seoane.

Veía, hace unos cuantos días, un programa sobre África en la segunda cadena de TVE. La mujer que ponía voz al documental, se limitaba a traducir la narración original de la reportera americana que había realizado el trabajo. Tras las imágenes -aún a pesar de repetidas, siempre bellas, siempre sorprendentes, siempre intensas, siempre… África- de los inmensos rebaños de ñus pastando en las sabanas de Tanzania, la “intrépida” –no por arrojada, si no por tener la desfachatez de opinar públicamente en un espacio especializado, sobre cuestiones que desconoce- reportera, más ancha que larga, suelta algo como esto:

-Los rebaños de ñus contaban, hace años, con millones de individuos. Después, la caza acabo por diezmar la población poniéndola en grave peligro; menos mal que hoy en día -aquí viene la “perla” del Caribe- cazar por cazar está mal visto y el número de animales se ha podido recuperar.-

Si hacemos un somero análisis, profundidad no tiene, de lo dicho por la “ecologista” patosa de turno, podremos observar como, de modo visceral, la petarda en cuestión se permite elucubrar, sin argumentación alguna, buscando culpar a los cazadores, en este caso, del supuesto descenso en la población del ñu.

A más de carente de sentido, falta de base y ausencia de razones suficientes para sostener tal afirmación, no es ésta estupidez la que me llamo la atención –escucha uno tantas al cabo del día…- si no esa expresión: “cazar por cazar”.

Sabemos lo que la muy cretina quiso decir: “matar por matar”. Pero, además de su manifiesta incapacidad para expresar lo que piensa, sucede que lo que a esta palurda le cruza a través de las escasas neuronas funcionales con las que cuenta, es que cazar y matar viene a ser, más o menos, lo mismo.

He de suponer, así mismo, que con lo de “mal visto”, lo que la inepta quiso decir fue que “disparar a un animal por el mero hecho de dispararle, por pura y banal diversión, está mal visto”.

A lo peor les parece una pérdida de tiempo lo que les estoy contando pero, créanme, la trivialización de las palabras, el mal empleo de sus significados, el desconocimiento de los términos correctos para su uso, termina por considerar los errores como aciertos, los disparates como inamovibles teoremas, las sandeces como ideas brillantes y a los bobos que las mal utilizan, como doctos expertos en la materia que corresponda.

Así, la necia periodista que se apuntó -bien por ignorante (desconocimiento del asunto) bien por dejadez (falta de información)- al fácil carro del ecologismo barato y sandunguero, debió escribir en el texto de su reportaje: que el ñu azul nunca estuvo en peligro de nada, mucho menos de extinción y muchísimo menos por cuenta de los cazadores; a pesar de las masacres que los británicos, no los cazadores, cometieron en Kenia y las que mucho antes, los colonos europeos, los boërs, realizaron en Sudáfrica.

Que cazar es, bien una actividad, bien un deporte, bien una pasión, bien un modo de vida, que nada tiene que ver con “matar”, aunque el fin último del cazador sea matar a su presa; en absoluto se puede obviar el antes, el durante, el como, el porqué y el después de la caza.

Que cazar por cazar es lo mismo que amar por amar, ¿por qué deberíamos amar, si no por el mero hecho de sentir amor?; es decir: los cazadores cazamos por lo que la caza significa para nosotros, por ninguna otra razón.

Que las nobles actitudes, las pasiones por derecho, las limpias ilusiones; se pueden comprender, o no; se puede estar de acuerdo con ellas, o no; pero lo que no se puede hacer –y si lo haces, da igual, porque nada bueno vas a sacar de ello- es prejuzgarlas, calumniarlas o condenarlas, por el simple hecho de no pensar del mismo modo.

Hay algo que se llama: respeto. Lo “mal visto” o lo “bien visto”, por una sociedad de patanes mentales y sus “correveydiles” apesebrados, carece del más mínimo valor, lo triste es que siempre hay ganancia para los pescadores cuando el río anda revuelto, y en las redes de estas sanguijuelas de la ecología, caen bastantes bien pensados, pero incautos.

Yo, que amo por amar e intento vivir por vivir, ¡ahí es nada!, también cazo por cazar, ¿y qué?