Sin embargo, presenta picos estacionales de mayor actividad reproductiva, dependiendo de la latitud donde se encuentre.
En Argentina, las estaciones templadas (primavera – otoño) son las preferidas por la especie para reproducirse.
La hembra emite fuertes olores hormonales, principal detonante para generar el reclamo en el macho y delata aún más su receptividad, agitando la cola y golpeando las patas traseras en el suelo.
En cambio, el macho en celo se vuelve agresivo y territorial. Sabe que solo el dominante se reproducirá.
Sufren la hipertrofia de las glándulas preorbitales, que segregan una sustancia negra, olorosa y pegajosa que deposita en tallos y arbustos de hierba del lugar donde rejuntará su harem. Demarcando este lugar también con heces y orina.
En celo, el macho marca despliegues conductuales muy característicos, como correr detrás de las hembras, inclinando su cabeza hacia atrás, con su cola enroscada o parada y emitiendo fuertes gruñidos guturales, que también lo hace para amedrentar y alejar a otros machos rivales, con los que en ocasiones terminarán en duras contiendas, donde chocaran fuertemente sus cuernos y solo habrá un ganador que disponga de las hembras.