Doblete de muflones en la cordillera
Una experiencia inolvidable

Camilo Apablaza

Crecí rodeado de cazadores. Mis dos abuelos, tíos y primos mayores disfrutaban profundamente de este estilo de vida.

Siendo el menor, muchas veces me quedaba en casa esperando ansioso su regreso, con la ilusión de escuchar sus hazañas y de ver e incluso saborear las capturas logradas en el campo.

Con el paso de los años, comencé a formar parte de esas aventuras, especialmente junto a mi tata, Hugo de la Fuente.

Mis primeras experiencias fueron con la majestuosa perdiz chilena, considerada por muchos como la cacería más elegante, donde los perros de muestra son protagonistas. Más tarde llegaron las tórtolas, los conejos y los patos. Sin embargo, en mi familia nadie había incursionado en la caza mayor.

Durante la pandemia, mi única forma de mantener viva esta pasión fue a través de YouTube y plataformas como Netflix. Así descubrí Meat Eater, de Steven Rinella, que me abrió las puertas a la caza de montaña. Me fascinó tanto que en apenas dos días terminé todos los capítulos. Convencido de dar el siguiente paso, llamé a mi armería de confianza y encargué un fusil Remington modelo 783, en calibre .30-06 Springfield, equipado con una mira Meopta 6 de 3-18×50 FFP.

Tiempo después, un amigo me invitó a cazar a la cordillera, en un área donde, según un arriero conocido de él, solían verse los esquivos y majestuosos muflones. Incluso le dibujó un mapa con datos precisos del lugar, advirtiendo que eran animales muy ariscos y que difícilmente podía acercarse a menos de 200 metros sin ser descubierto.

Para mí era un sueño. Llevaba tres años practicando la caza mayor con animales como el ciervo rojo, el jabalí o los chanchos mestizos, pero nunca imaginé que en Chile podría encontrar también muflones. Al igual que las otras especies mencionadas, fueron traídos inicialmente a cotos de caza con fines cinegéticos. Con el tiempo, por distintos motivos, ganaron la libertad y hoy deambulan por la cordillera de la costa y sus mesetas.

Días antes de la expedición calibré mi rifle respetando las referencias del arriero (mosca a 200mtrs.). Además, junto a Erick, mi mejor amigo y compañero de caza, investigamos mucho acerca de la especie. Descubrimos que, si bien su olfato no es el mejor, su vista y oído son sumamente agudos. Se alimentan justo antes del amanecer y rara vez después de las 10:00 a.m., ya que evitan el calor refugiándose en quebradas y bosques frescos. Presentan dos celos al año, en las estaciones templadas (primavera y otoño), por lo que en la época en que nosotros cazaríamos los machos suelen encontrarse agrupados en piños de un número variable, aunque compuestos por ejemplares de edades similares.

Partimos el lunes 9 de enero de 2022 de madrugada. El grupo lo conformábamos Luis (mi hermano), Erick, un primo de él y yo. Llegamos a destino aún de noche. El clima era perfecto: sin viento, cielo despejado y un silencio absoluto. Nos preparamos, tomamos nuestros equipos, el mapa y partimos hacia uno de los puntos de referencia.

Con las primeras luces del día, comenzamos a ver algunas ovejas, caballos y chivos. Muflones, ninguno… Después de 30 minutos de espera, decidimos cambiar de ladera. Caminábamos atentos, revisando cada rincón, cuando de repente mi hermano me toca el hombro y me señala entre dos quillayes, había un muflón comiendo.

El telemetro marcaba 165 metros. Apoyé el rifle sobre el bastón de tiro, pero la adrenalina, los nervios y todas esas sensaciones que siente un cazador al ver su tan añorada pieza, no me dejaban estabilizarlo. En ese instante aparecieron tres muflones más, tan grandes como el primero. Ahora ni les cuento como estaban mis nervios…

Decidí no esperar más. Contuve la respiración, apunté y disparé.

—¡Le pegaste, hermano! —gritó Luis. Aunque el muflón se perdió de nuestra vista.

Erick y su primo fueron hacia el lugar donde se encontraba el animal cuando disparé. Luis y yo nos quedamos donde estábamos, para marcarles con precisión el lugar, De pronto, los tres muflones que andaban juntos volvieron a aparecer, aunque ahora más arriba (el telémetro marcaba 240mtrs). Tomé el 30-06, más calmado y sin la necesidad de apoyo, disparé nuevamente. Esta vez el animal herido de muerte se precipitó cuesta abajo hacia un profundo cañadón. Aun así, sabíamos dónde estaba por lo que decidimos ir por el primero y dejar a este para después.

Lo rastreamos hasta encontrarlo sin vida, lo cargamos y salimos en busca del segundo. Ahora frente a mí yacían dos animales majestuosos que jamás pensé encontrar libres en estas tierras. Lo contemplé en silencio, agradecido por la oportunidad y consciente del privilegio de estar allí.

Ese día quedará grabado en mi memoria para siempre. Lograr un doblete de muflón en condiciones tan difíciles fue una experiencia única, inmortalizada en fotos… y en mi corazón.

Agradezco profundamente el apoyo de Erick y mi hermano Luis porque sin ellos ese día no hubiera sido posible.

¡Viva la caza!

Tengo algunos videos de mis experiencias de caza mayor y menor en mi canal de YouTube: Caza mayor y menor al sur del mundo.
Los invito a suscribirse, dejar su “me gusta” y apoyar este esfuerzo.

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