La Real Academia Española define por Donosa: “que tiene donaire y gracia” esas fueron las primeras cualidades que puede notar en ella y de ahí su nombre. Una distinta desde el mismo día de su nacimiento.
Hija de Carancho Los Diaguitas y Añapa Los Diaguitas. Nació de una camada de cinco cachorros, en el fondo de mi casa, en un pozo, a la orilla de una higuera.
Mi amigo, Julio Reinoso, tuvo “él” ojo para elegirla. Criándola hasta los ocho, casi nueve meses; que es cuando la deja en manos de Einar, el otro protagonista de este relato, un gran aficionado a la caza menor, quien educa y adiestra él mismo a sus perros.
Estos dos amigos se conocieron tiempo atrás, mientras Julio variaba a Carancho (padre de Donosa), Einar hacía lo mismo con un Vizla.
Como sucede siempre en estos casos, no hubo otro tema de conversación que no sean los perros… Einar le describía a Julio, las bondades del Braco húngaro (como también se lo conoce) mientras Julio hacía lo mismo con el Dogo argentino. Pero Einar se quebró… Por curiosidad o por el entusiasmo de Julio en su elocuente exposición, comenzó a sentir el encanto que nuestra raza produce.
La conversación pasó por varios estadios, hasta llegar al de la caza mayor, “motivo por el cual naciera nuestro dogo argentino” y Julio quería incursionar ahí. Einar, sin experiencia en esta modalidad, pero la suficiente en cómo educar correctamente un perro no reculó, tomó el guante y comenzó su trabajo de cero, con la Donosa como seleccionada.
Nuestro Dogo en el norte argentino no era bien mirado… Muchos de los changos que practican la caza con jauría, principalmente en Catamarca, le escapaban, alegando que era un perro que no servía y hasta le temían, considerándolo pesado, poco ágil, imposible de educar; pero su mayor estigma era el de “malo” con sus pares y con todo lo que encuentre enfrente, por eso los lugareños utilizaban para cazar, mayormente perros mestizos y algún que otro dogal, pero Dogos puros no se veían en estos montes, por demás ásperos… achaparrados, espinosos y muy cerrados; donde el pecarí, es la vedette. Estos animales se mueven en cuadrillas generalmente numerosas, viven en madrigueras que ellos mismos cavan en el suelo, otras veces usan erosiones naturales del terreno y otras tantas usurpan vizcacheras. Cuando se encuentran en peligro o quieren intimidar, tascan sus prominentes y letales colmillos, avisando que nadie saldrá ileso y cuando atacan, a diferencia del jabalí, lo hacen entre varios, mordiendo enfurecidamente como perros, ocasionando muy severas lesiones.
Vale aclarar que Donosa no recibió de Einar, más que la educación que debe tener un animal de una raza como esta. Se le enseñó a trabajar en jauría y a respetar cualquier animal doméstico o de granja con el que se topara.
Sus comienzos como cazadora

En las Sierras de Ancasti, un puma tenía a mal traer a los puesteros de la zona, su última “hazaña” había sido dar muerte a un potrillo al que encontraron fresco y tapado, señal que merodeaba todavía la zona. Por tal motivo se organizó lo que llamamos una corrida, que no es otra cosa más, que salir con perros tras el dañino. Era la ocasión para que Einar bautizara a fuego a la Donosa.
No fue el puma en esa ocasión, fueron los pecaríes que dictaron ellos mismos su sentencia, al ser detectados por los punteros.
Donosa tomó el viento y a los segundos la punta, llegando a la madriguera donde los chanchos pensaron que estaban a salvo…
En esta, su primera cacería, hizo lo que solo perros avezados hacen. Entró sin titubear en una apretada cueva, luchó, prendió y salió por sus propios medios con un pecarí entre sus fauces. Mostrando desde ese primer momento una condición impoluta para la caza.
Hoy, adulta, hermosa y más Donosa que nunca, alardea su sutil belleza y tipicidad ancestral en cuanta pista se presente. Aunque su corazón claramente se desborda cazando en los montes catamarqueños, liderando jaurías y enarbolando orgullosa su “Legado Doguero”, logrando en el noreste argentino, que nuestra raza criolla tome el lugar que le pertenece en la caza y ninguna otra puede realizar mejor.
¡VIVA EL DOGO ARGENTINO!