El Cafre

2°Parte

«…El único predador capaz de enfrentarse a un búfalo es el león.

Pero acá nuevamente vuelve a reaparecer la ley; difícilmente un león aislado se anime a atacar a un búfalo adulto sano y fuerte, excepto que este se halle mal herido o cercano a la muerte.

La estrategia del león es la caza grupal: cuatro o cinco hembras asociadas, para poder acosarlo desde distintos ángulos, muchas veces asociadas a un macho y de ese modo, si sumamos el peso de todos los leones juntos; esa ley vuelve a cumplirse.

De esto se desprende que, para el búfalo africano existe una sola clase de predador: el león, al resto de ellos poca atención les presta.

Sabemos que el búfalo es una especie social, y naturalmente es previsible, y de hecho eso es común, que todo el grupo social ataque al unísono al pride de leones tratando de dispersarlos y esa es otra conducta anti-predatoria distinta a la de los otros antílopes africanos porque, por estar estos, permanentemente sometidos a la permanente y diversificada presión predatoria, deben permanecer permanentemente en estado de vigilia y alerta para huir inmediatamente a la menor sospecha de ataque, renunciando a la defensa como forma de supervivencia.

Sabiéndose fuerte y poderoso nuestro búfalo no rehúye al combate; más bien se planta fuerte y desafiante sin precipitarse a huir a la primera de cambio y sin previo aviso.

Esas son las conductas milenarias de esta especie.

Pero súbitamente en esos mundos y de manera poco previsible aparece de golpe un nuevo predador. El hombre blanco y sus armas de fuego que progresivamente fue invadiendo sus territorios.

En su larga existencia con las culturas africanas, hombre y búfalo aprendieron a coexistir más sólo hasta cierto punto porque los beneficios siempre estaban del lado del búfalo y ya veremos por qué. Que los africanos lo atacaron sin duda debe haber sucedido, pero no con la frecuencia y prepotencia con que lo hacia el hombre blanco y su rifle.

Los africanos, me imagino que para semejante aventura habrán recurrido a la vieja cultura paleolítica de reunir al grupo más selecto y corajudo de cazadores tribales para atacarlo desde varios frentes arrojándole sus lanzas pero, habiendo tantas otras especies menos peligrosas a su disposición dudo que los hicieran con mucha frecuencia porque el búfalo no solo se vuelve agresivo cuando lo atacan.

Estamos entrando ahora en el periodo colonial de aquella África desconocida: primero fueron los árabes esclavistas con sus mosquetes de avantcarga y luego los europeos igualmente armados, lo que nos obliga a no perder de vista la influencia que tuvo el rifle en aquella colonización.

Los esclavos, el valor del marfil y el arma, fueron una de esas causas y consecuencias, que sumada a las estrategias geopolíticas de aquel tiempo acerca del rol que jugaba ese nuevo continente en el orden mundial. Pero no debemos perder de vista tampoco que la carne del búfalo y el elefante jugaron el rol abastecedor de alimentos, tan escasos en aquel entonces para alimentar las caravanas de porteadores que acompañaban a los conquistadores y expedicionarios.
Lograda la conquista y suprimida la esclavitud empiezan a aparecer los primeros cazadores que abrieron el camino de la caza.

Aventureros osados de todo tipo empezaron a introducirse en aquella África profunda aún no conquistada donde solo la presencia esporádica de algún piquete militar, exploradores intrépidos, misioneros evangelizadores, y cazadores blancos, fue la primera vanguardia que llegó a aquellos desconocidos mundos.

En lo que respecta a esos primeros cazadores, su única motivación era el marfil, y es ahí donde empiezan a surgir nuestros primeros informantes. Selous, Bell, Taylor los furtivos del Lado Enclave entre otros tantos: más, en lo que respecta al búfalo, se me hace esencial mencionar a John Burger.

Aquellos hombres no se andaban con chiquitas, convivieron con tribus guerreras salvajes, algunas de las cuales todavía eran caníbales, y si de esto estamos hablando no se puede ignorar la labor humanitaria de John Taylor y sus aventuras con los búfalos.

La estrategia de Taylor era recorrer los poblados averiguando la presencia de elefantes en esa zona, pero tan pronto llegaba a ellos, inmediatamente acudían a él, los jefes tribales suplicándole que los ayudara.

Como aquellas culturas ya habían ingresado en el neolítico rodeaban sus poblados con los cultivos que les servían para alimentarse durante las clásicas sequias de invierno, pero tan pronto se acercaba el periodo de cosecha entraban las mandas de elefantes o búfalos arrasándoles los cultivos, de modo que en menos de una semana comían y pisoteaban todo el trabajo de meses, dejándolos sin comida para el periodo de escasez invernal sumiendo a los pobladores en feroces hambrunas.

El otro pedido, más riesgoso aún, consistía en eliminar a los felinos comedores de seres humanos que frecuentaban por esas zonas.

Taylor cazador solitario y hombre rudo si los hay, conmovido por esas desgracias y movido por ese innato instinto de solidaridad humana que lleva el hombre dentro de sí, aceptaba el desafío y se metía de noche en los cultivos provisto tan solo de su arma, una linterna y su porta escopeta para poder recambiar de arma tan pronto como se acababan las balas, disparando así hasta lograr que la manada huyera. Antes de la salida del sol, cazador, porta escopeta y rastreador se metían en el monte rastreando hasta reencontrar al grupo y darles de nuevo una dura lección dentro del bosque. La idea perseguida era eliminar a los depredadores obligándolos a abandonar la zona. El otro pedido, el de eliminar a los felinos comedores de hombres que atacaban los poblados, sembrando el pánico en la tribu, demandaba mucho más coraje, esfuerzo y paciencia.

Avisado por el sonido de los tambores, ese telégrafo africano que tiene su propio idioma, se trasladaba con su séquito de hombres al poblado que lo reclamaba para imponer ahí la ley del fusil.

Llegado a estas instancias, di tan solo un brevísimo panorama de lo que era aquella África ignota. Sus gentes, su fauna y sus dramas, pero aquellos cazadores nos dejaron un legado y un modelo de caza que nos conduce hasta las compañías de caza moderna que hoy se dispersa por el mundo, para que así podamos llegar mejor a lo que es hoy es la caza actual del búfalo.

Comenté en párrafos anteriores, que las conductas del búfalo difieren de las de otros herbívoros. Este animal que en el mundo natural tiene un solo predador (si excluimos al hombre) adopta una actitud distinta a la de los otros herbívoros.

Dije que la mayor y más diversificada cantidad de predadores, atacan a los ungulados africanos. Por eso, los antílopes deben estar en permanente estado de vigilia y alerta para poder huir tan pronto presienten el peligro y que su estrategia es la huida y no el combate.

En iguales circunstancias el búfalo se planta firme disponiéndose para repeler el ataque, sabiendo que dispone de las armas adecuadas para el combate. Peso, fuerza, poder y grandes cuernos forman su armamento y lo saben usar; por eso es raro que huyan excepto que estén muy tiroteados.

Esta actitud le facilita al cazador la posibilidad de elegir mejor el blanco para efectuar ese fundamental primer disparo a punto tal que pienso que en la caza del búfalo africano hay dos etapas: el primer disparo, y los otros que según las circunstancias podrán venir después. Ese primer disparo en la mayoría de los casos es frontal o lateral.


El disparo frontal se debe efectuar por encima de la mitad del pecho, un poco por debajo de la nariz para impactar en las vértebras cervicales. El tiro lateral ofrece más opciones. El codillo buscado el corazón, o unas pulgadas por encima del codillo buscando las aurículas, los grandes vasos y los pulmones, pero en este caso debo hacer una advertencia que pasa por mi propia experiencia.

Al primer búfalo que cace en Botswana, le disparé al codillo alto, pero cuál no sería mi sorpresa cuando lo vi desplomarse con la columna dorsal partida, recuerdo que quería huir, pero no podía porque estaba paralizado, apunte unos diez centímetros más abajo y volví a disparar y esa vez acerté el corazón. Me quedé sorprendido porque eso no figuraba en los manuales de caza , hasta que tiempo después me enteré que la columna dorsal del búfalo en esa zona hace un arco descendente y pasa solo un poco más arriba de corazón: el tercer blanco lateral se ubica un poco más abajo de la escapula (la paleta en idioma más conocido) lugar por donde vuelve a pasar la columna; y valga acá una nueva advertencia si se ve obligado a hacer un tiro lateral cruzado de atrás hacia delante. Es mejor hacerlo del lado izquierdo que del derecho porque en este último caso al pasar por el costillar, la bala impactara en esa gran masa de pasto compactado que se aloja en el rumen quitándole penetración, mientras que si lo hace por el lado izquierdo llegará fácilmente al hígado o al páncreas, zonas mucho más vulnerables.

Dado su gran tamaño el búfalo puede aguantar mejor el estado de conmoción (shock) que produce la bala al impactar al animal, de manera que absorbe mejor el disparo pudiendo lanzarse al ataque o a huir.

En este último caso conviene seguirle disparando de atrás para debilitarlo y así poder, eventualmente parar mejor una futura carga, pero frente a esa situación, el blanco más preciso es ubicar el disparo justo por encima de donde nace la cola: ahí donde termina la columna lumbar; ya que en ese punto nacen todos los nervios que controlan las patas traseras produciendo la plena parálisis de todo el sistema locomotor de las patas traseras, restándole movilidad para luego poder rematarlo fácilmente.

La caza del búfalo se da en el presente, en tres escenarios distintos: los espacios abiertos de las estepas, en los pastos altos o juncales donde suele pastar o refugiarse o en los bosques o fachinales del matorral y al huir siempre elegirá el lugar más conveniente para desde ahí lanzarse al ataque.

Es en estas situaciones donde aparecen nuevas conductas.

De los cinco grandes de África, tres son herbívoros y dos son felinos. El rinoceronte es el más imprevisible, los felinos casi siempre reaccionan con ferocidad y violencia instantánea, por lo tanto, es más lógico esperar una carga furibunda instantáneamente o casi inmediata, pero el elefante y el búfalo son memoriosos y vengativos, muchas veces suelen huir para prepararnos una emboscada en el sitio más conveniente. Los felinos son emocionalmente inestables, pero esos dos grandes herbívoros son más astutos e inteligentes y si pueden huir, buscarán el lugar más indicado para lanzarse a la carga.

Como ambos son herbívoros adoptan conductas más pacifistas que los felinos; siempre y cuando uno no los agreda. El mensaje es algo así como “yo no me meto con vos si vos no te metes conmigo o mis crías” y como estos animales no comen carne no se vuelven comedores de hombres, pero como el cazador es el que siempre rompe esas reglas del juego, ahí pueden empezar los problemas.

Es entonces cuando aparece el segundo capítulo de esa novela. Un búfalo herido puede abandonar el campo de batalla para prepararnos eso que yo denomino la J: o sea que huye hacia adelante pero donde encuentra un sitio propicio hace un rodeo y vuelve sobre sus pasos y nos espera escondido, sabiendo que lo vamos a perseguir, para lanzarse a la carga no de frente, sino de costado, a corta distancia y de la forma más imprevista.

Debemos estar prevenidos contra ese tipo de ataques porque eso ya se vuelve altamente riesgoso. Parar una carga contra una bestia de más de setecientos kilos y cargada de adrenalina no es juego de niños.

Frente a esas circunstancias debemos tener la cabeza bien fría y los nervios bien templados para repeler el ataque. Fácil escribirlo, pero no tan fácil de lograrlo.

Cuando los grandes herbívoros escapan con vida del acoso, de esa situación no se olvidan nunca más y ya aprenden que el hombre es su enemigo y estarán prontos a atacar a cualquier persona que tengan a su alcance. Por esa razón los códigos de caza nos dicen que tanto el búfalo como elefante herido deben ser rematados.

Era frecuente en el África colonial esclavista, que algún árabe o cristiano regalara por algún servicio prestado, un mosquete de avantcarga: arma por demás inadecuada para atacar a cualquiera de los cinco grandes, pero nunca faltaba un irresponsable que lo intentara y si la fiera quedaba herida obviamente no buscaban rematarla, dejándola herida y a la buena de Dios. Quizás de tal forma hayan empezado esa clase de problemas.

Basados a estas experiencias, llega el momento que debemos entrar a considerar cual es el arma más indicada para cazar al búfalo.

Por tratarse de animales tan específicos es necesario utilizar armas y calibres que se adecuen a ese tipo de cacería.
Hay dos escuelas o tendencias en el mundo de los cazadores al respecto y en esa elección están los que prefieren el doble y los que optan por el rifle a cerrojo de gran calibre. En ambos casos se destacan dos cosas importantes que se comparten en común.

Por tratarse de un animal de gran tamaño, de músculos y huesos sólidos y consistentes, el calibre y el peso del proyectil usado pueden tener una importancia decisiva en casos de peligro y esa es la razón por la cual la velocidad y la trayectoria pasan a segundo plano sabiendo que los disparos básicamente se efectúan a corta o media distancia.

El arma bufalera requiere específicamente un grueso calibre y solo dos tipos de punta, la sólida de gran penetración, y la blanda de expansión controlada ,las que se deberán usar o combinar de acuerdo a la circunstancias, pero generalmente se opta por la punta blanda para el tiro de costado y a la sólida para los tiros frontales o transversales: sintetizando y simplificando este tan debatido problema, opino que para cazar al búfalo hay que usar como mínimo puntas de 250 a 300grains de peso y que vuelen entre los 2100 y los 2500 fps.

De acuerdo a mis propias experiencias, el piso mínimo del calibre es el 375 H&H y a partir de ahí para arriba todo es cuestión de gustos; pero me parece una irresponsabilidad que un novel cazador deportivo –con todo el respeto que ello me merece- se provea de un rifle de menor calibre para cazar dicho tipo de animales, teniendo en cuenta que no es sólo su vida sino también la del grupo humano que lo rodea.

Cuenta mucho al referirse a estos temas, la opinión de John Burger, cazador profesional de búfalos que, según sus propios cálculos, mató más de mil de estos animales.

Su libro, The Horned Death, es una fuente de valiosísima información acerca de todos los detalles en lo que concierne a la cacería del búfalo. Hombre pragmático y de buena apertura mental, simplemente opina que él personalmente uso siempre el arma a cerrojo, sin descalificar de ninguna manera al doble, al cual considera totalmente apto para todo ese tipo de cacerías.

La batería de armas que usaba para tal tarea, era el 404 Jeffery, el 425 Westley Richards y el 333 Jeffery que usaba para los tiros de media distancia con el que según él estima, mató aproximadamente quinientos animales.

El argumento de este autor es que el rifle de dos caños, si bien permite usar simultáneamente una bala de punta blanda y otra sólida, para el disponer de la alternancia inmediata, es más caro, más pesado y precisa la ayuda de una porta escopetas a su lado para hacer el recambio rápido, al tiempo que recarga el otro. Más de un cazador quedó desarmado porque ante la carga del animal herido el porta arma huía abandonando al tirador….» Continúa