El Diploma de Cazador

Por Gustavo A. Jensen

Con el advenimiento de los supercalibres se ha generado una psicosis en muchos cazadores, generalmente los noveles, de cambiar sus rifles tradicionales por uno de estos grandes e infalibles «MATALOTODO».

Quiero aclarar a priori que no debemos confundir el lógico y normal afán de superación que tienen muchos cazadores al incorporar a su patrimonio nuevas armas para afrontar nuevos desafíos o aventuras cinegéticas en busca de animales de mayor porte, más peligrosos, o bien originarios de un hábitat que exige disparos a gran distancia, etc., de aquellos que simplemente buscan superar su mala performance provocada por disparos errados o animales heridos y no recuperados, agenciándose de un gran mágnum o ultra mágnum para corregir sus falencias.

Es precisamente a estos últimos casos a los que quiero referirme en esta nota. Debo comenzar diciendo, y con absoluto respeto, que quienes así piensan están totalmente equivocados y poca ventaja habrán de sacar con su nuevo rifle en la medida que no logren superar sus propias deficiencias como tiradores. Debemos asumir como regla número uno que en la caza mayor, y me animaría a decir que en cualquier tipo de caza, es más importante el hombre que el rifle, pues si bien es cierto que la potencia de los supercalibres corrigen errores, esto no implica que debamos despreocuparnos de apuntar con un mínimo de cuidado a la zona de los órganos vitales, ya que si el tiro solo produce una herida superficial, o quiebra una pata y a veces incluso impactando en la panza, no logrará parar al animal que aun en tres patas seguirá corriendo internándose en el monte o coronando una loma y de allí a no encontrarlo más se corre un riesgo muy grande.

Son muchos los factores que influyen para que un cazador pase a formar parte de la familia de los HERRERO, como habitualmente y a tono de broma se los llama en la jerga cinegética, por lo que ingresar al análisis de todos ellos es prácticamente imposible, aun so riesgo de olvidarse de alguno, por lo que habré de tratar aquellos que a mi juicio y en mi experiencia personal son los más frecuentes e importantes.

Sin dudas la falla más común deviene del consabido tirón al disparador cuando creemos tener correctamente centrado nuestro objetivo dentro de la mira. Este «dedazo», como yo lo llamo, se produce generalmente por dos motivos: temor al retroceso o «culatazo» y la ansiedad por sacar el disparo, falencias que se corrigen única e irremediablemente gastando muchas balas en la práctica de tiro al blanco -siempre es más ético aprender con los tarros que con los animales-, siendo necesario en casos extremos recurrir a algún amigo avezado para que nos dé una mano, pues es difícil muchas veces advertir por nosotros mismos si estamos tironeando o no el disparador y si cerramos los ojos antes de apretar el gatillo.

En la época en que competía tirando en los polígonos a 300 m con los venerables 7,65 guerreros, solíamos enseñar y por supuesto corregir a los nuevos tiradores, que comenzaban tirando a 150 m con apoyo. En estas prácticas éramos nosotros quienes les cargábamos el fusil y cada 4 o 5 tiros bajábamos el cerrojo sin colocarle bala, y al momento de apretar el gatillo es muy fácil ver si cierra los ojos o si tironea, incluso es posible que el propio tirador se dé cuenta de su falla.

El otro problema, el de la ansiedad por sacar el disparo cuando vemos que la cruz de la mira está en el lugar adecuado, es una cuestión personalísima y solo se corrige con nuestra propia concientización, pues en el momento crucial del disparo cuando estamos cazando, en la generalidad de los casos estaremos solos ante el animal y, por lo tanto, no habrá nadie que nos pueda corregir. Sin embargo, ello también requiere de una asidua práctica con nuestro rifle hasta que logremos que los disparos nos sorprendan, lo que conlleva también a lograr el tacto necesario en el dedo para conocer la presión que debemos aplicar para provocar el disparo, pues no es lo mismo sacar un disparo correcto con un disparador regulado a 500 gramos, como a mí me gusta, con otro a 1 kg o más, cuando más fuerza tenemos que hacer sobre el disparador, más riesgo corremos de mover la cruz del lugar donde la tenemos apuntada.

La gran mayoría de los rifles modernos traen incorporados un sistema de regulación del disparador y en el caso de las antiguas acciones Mauser, es posible conseguir en el mercado excelentes disparadores regulables de fabricación nacional que se cambian muy fácilmente con solo remover un perno. Lograr acostumbrarse a disparar con un gatillo regulado entre 750 o 500 gramos es un logro muy importante, ya que facilita la velocidad para sacar el disparo y aumenta notablemente la precisión.

Para saber a qué presión está regulado el disparador de nuestro rifle, es posible utilizar un aparato especial que se coloca sobre el disparador y se le va agregando peso hasta que se produce -figurativamente- el disparo, pero como normalmente la mayoría carece de este elemento también es posible hacerlo en forma rudimentaria, aunque con un cierto margen de error, colocando una tanza o hilo en la cola del disparador con el rifle en forma vertical y colgando peso sobre el hilo hasta que se produce el disparo. Si el arma tiene incorporados los tornillos de regulación, será posible alivianar el disparador hasta la presión deseada, ¡OJO¡ no menor a 500 gramos. Antes de cargar el rifle hay que accionar el cerrojo varias veces y en forma un tanto brusca para comprobar que no nos hemos excedido en la regulación y que el mecanismo haya quedado debidamente seguro.

Otro factor que causa tiros errados o mal pegados es la formación originaria que ha tenido el cazador con el arma que utiliza. Es frecuente, sobre todo en la zona norte de nuestro país, donde muchos se iniciaron en la cacería utilizando escopetas cargadas con postas para cazar guazunchos, pecaríes o carpinchos, la fauna habitual de su residencia, pero con el devenir de los años aparecieron los jabalíes, antílopes o axis y debieron pasar de la escopeta al fusil, siendo muy distintos los requerimientos que exige el uso de sus aparatos de puntería, ya sea los metálicos originarios del arma o de una mira telescópica adosada.

Tengo algunos amigos en Córdoba que siempre fueron escopeteros para cazar corzuelas o moritos, pero ahora que han cundido los jabalíes han tenido que armarse con algún rifle en calibre 308 o 30-06 en su mayoría, siendo frecuentes sus comentarios sobre la sorpresa que les causa ver como los chanchos se van heridos con semejante tiro, comparado claro está con el de una escopeta. Lo que no advierten es que no es posible disparar de la misma manera con una y otra arma, con la escopeta tiraban al bulto y mataban, pero con el fusil tienen que apuntar con mayor cuidado y a la zona «del motor», como yo les digo, si quieren que el animal muera en el lugar o a lo sumo en 50 m, de lo contrario y tirando al bulto seguramente pincharan más de los que maten, especialmente si se caza de noche.

Cabe acotar además que aquellos que estén pensando en adquirir alguno de estos supercalibres, entendiendo como tales todas las nuevas variantes de los ultra mágnum en calibres 338, 30 o 7mm, deberán tener muy en cuenta que su capacidad destructiva en la musculatura de un animal resulta totalmente contrapuesta con los intereses de quienes cazan por la carne, ya que el shock hidráulico y el desplazamiento de tejidos que produce el proyectil al ingresar al cuerpo provoca irremediablemente la pérdida de una gran parte de su carne.

En definitiva, amigos cazadores, en la caza como en cualquier otro deporte, nada se logra sin mucha práctica y aun asumiendo que el buen cazador no solo debe ser un buen tirador, es indudable que quienes logran superar la barrera de la mediocridad, además de haber gastado varios pares de botas caminando el monte, seguramente han quemado mucha pólvora y desperdigado varios kilos de plomo por los campos.

Cuando escucho decir a algunos «cazadores» que su único rifle de caza no tiene tirados ni cien tiros, pienso para mis adentros que solo se trata de un buen aficionado, pero todavía no llegó a sacar el diploma de CAZADOR.