Especies, subespecies y el dilema taxonómico.
El ciervo colorado o Cervus Elaphus es considerado una especie perteneciente al género Cervus de la familia Cervidae. Su distribución originaria, circunscripta al hemisferio Norte, se extiende desde el oeste europeo (península Ibérica y Gran Bretaña) hasta América del Norte.
El origen y la evolución del ciervo colorado, si bien aún discutidos, parecen comenzar a aclararse a la luz de los adelantos de la ciencia. “Su origen se pierde en la antigüedad, pero parece ocurrir al comienzo de las mayores glaciaciones, probablemente en el oeste de China”. Dice Valerius Geist en la introducción de capítulo correspondiente al ciervo colorado de su libro “Ciervos del Mundo”.
La teoría más aceptada ha sido la que postula, que el antepasado primitivo de los Cervus Elaphus emigro del este de Asia hacia centros euroasiáticos. Estas poblaciones habrían permanecido en forma estable durante los periodos de glaciación e interglaciación. Finalizadas las glaciaciones, estas poblaciones se irradiaron en dos direcciones opuestas: hacia el este y hacia el oeste. La rama irradiada hacia el oeste seria originaria del ciervo rojo europeo; de la rama del este se originarían los wapití asiáticos y americanos. Este proceso de migración en dos direcciones opuestas daría lugar a todas las subespecies conocidas de Cervus Elaphus con todas sus variantes morfológicas y taxonómicas subsiguientes.
El Conde Kalman Tisza, en el libro “Parque Diana” de Carl Adolf Vogel, lo describe de forma clara: “Después del periodo Glaciarl, algunos grupos emigraron nuevamente al oeste estableciéndose en Europa, otros formaron en Asia razas locales y otros emigraron hacia el este hasta América del Norte. Debido a estas migraciones se produjeron grandes diferencias en las particularidades de los animales de un mismo linaje. Los grupos que emigraron hacia el oeste perdieron tamaño de cuerpo y astas, pero llegaron a desarrollar una parte extrema de la cornamenta más fuerte y con más puntas, la llamada corona. Su cuerpo se fue haciendo más pequeño y corto, el color cambio al rojizo y los machos presentaban un pelaje muy desarrollado en el cuello. Su grito en celo es el bramido.
Los cambios más notables los presentaba el Wapití, emigrando hacia la parte más oriental del hemisferio: y llegó a ser de enorme tamaño, desarrollando astas muy largas, con una cuarta punta bien formada por encima del candil medio y una corona de tres puntas, en el sentido real de la palabra no se puede considerar corona, sino más bien tres puntas abiertas en forma de abanico en un plano. Este animal es parduzco pálido y lleva la melena característica del ciervo en brama. Su bramido es más un garganteo.
Resumiendo, podemos decir que el tamaño del ciervo disminuye de Asia Central hacia el oeste, hacia el este aumenta y una formación perfecta de la corona sólo se encuentra en el este y Europa Oriental, donde los dos tipos de ciervos se cruzan…”
El estudio de la evolución y clasificación del Cervus Elaphus ha sido, clásica y necesariamente, realizado en base a estudios morfológicos (tamaño y forma corporal, la de sus astas, mediciones craneales), estudios de comportamiento o sociológicos y paleontológicos; los primeros actualmente cuestionados por la variabilidad posible en la medición de factores directamente influidos por el estado nutricional, y los últimos, como generalmente ha sucedido en el campo de la paleontología, por registros presumiblemente incompletos de restos fósiles.
La clasificación clásica en subespecies de Cervus Elaphus comprende más de veinte especies; entre ellas, subespecies europeas, asiáticas y norteamericanas, estas últimas denominadas comúnmente Wapitíes (cervus elaphus canadienses). Entre las europeas y con diferencias morfológicas que motivaron la diferenciación en subespecies, encontramos el c.e. hipperlaphus, c.e scoticus, c.e atlanticus, c.e. montanus y varias más.
El estudio de la historia evolutiva de las especies o filogenia, y la clasificación filogenética de las especies, han visto ampliados sus métodos de estudios con los avances en otras áreas; particularmente con los progresos actuales en biología molecular. Nuevas investigaciones han puesto en duda las clásicas descripciones mantenidas hasta hace poco que sostenían una gran especie, Cervus Elaphus, compuesta por innumerables subespecies que se distribuían desde el oeste de Europa hasta Norteamérica; de la misma manera, la clásica descripción en subespecies también se ha visto cuestionada por nuevos trabajos científicos.
En el año 2004 Ludt publica en Molecular Phylogenetics and Evolution, un trabajo titulado: “Mitochondrial DNA phylogeography of red deer (Cervus Elaphus)”. En este trabajo, comparando las secuencias del citocromo b del ADN mitocondrial, Ludt trata de dilucidar si el ciervo colorado constituye una especie con numerosas subespecies o existen dos especies consistentes en el grupo del este y otro del oeste; en segundo lugar, si la clasificación en subespecies aceptada hasta ese momento tiene fundamento desde el punto de vista filogenético y filogeográfico, basada en datos genéticos; y, por último, si el origen del Ciervo Colorado es Asia central como ha sido postulado. En la discusión del trabajo los autores comentan que los resultados confirman la clasificación del ciervo colorado en: Ciervo Colorado Occidental (grupo del oeste) y Ciervo Colorado Oriental (grupo del este) como especies individuales. “Por lo tanto –dicen los autores- no apoyamos la clasificación actual del ciervo colorado dentro de una súper-especie ni su subdivisión en numerosas subespecies” –refiriéndose a las múltiples subespecies descriptas hasta el momento. En base a sus resultados, Ludt describe cuatro subgrupos dentro de los Ciervos Colorados Occidentales: Europeo Occidental, de los Balcanes, de Oriente Medio y de África; e identifica las barreras geográficas entre ellos, de la misma forma describe tres subgrupos de Ciervos Colorados Orientales: el primero del Norte de Asia y América, el otro del Sur de Asia y el tercero del Este de Asia. En base a sus resultados estiman el tiempo de divergencia en ambos grupos o especies, en 7 millones de años. Los autores remarcan la necesidad de rehacer la clasificación vigente al momento del estudio del ciervo colorado en numerosas subespecies y concluyen: “Este estudio demuestra una alta probabilidad de existencia de dos especies diferentes de ciervo colorado con tres subespecies en Asia y América (Ciervos Colorados Orientales) y cuatro subespecies en Eurasia (Ciervos Colorados Occidentales) y una o dos subespecies primordiales en Asia Central (Grupo Tarim).
El origen del genus Cervus pareciera estar en Asia central cerca de lo que hoy se conoce como Hindukush”. Es recomendable la lectura completa del trabajo.
El Ciervo Colorado Argentino.
Es de conocimiento popular que Pedro Luro trajo y combinó en La Pampa dos tipos diferentes de ciervos colorados; sin embargo, ya cien años después, son pocos los datos concluyentes en este tema. Por lo tanto, debemos preguntarnos: ¿Es probable que Luro haya traído y mezclado dos variedades distintas de ciervos colorado? Y, de ser así, a la luz de los conocimientos científicos de hoy: ¿Qué dos variedades trajo?
Analicemos en primer lugar la primera pregunta. El ciervo colorado constituye una especie de gran tradición cinegética debido principalmente a su bella cornamenta. La búsqueda, a través de la cría y las combinaciones de tipos diferentes de ciervo, de la cornamenta “perfecta” se ha intentado en Europa desde hace muchos años, antes de que Pedro Luro trajera al ciervo colorado a la Argentina.
Tisza, en el libro ya mencionado, desarrolla el tema de la búsqueda de la cornamenta ideal basada en la mezcla de distintos tipos de ciervos, así como los antecedentes y experimentos realizados. Al describir la evolución del ciervo colorado y describir los tipos del oeste y del este, mencionados más arriba, afirma que las mejores cornamentas se encuentran en las regiones donde ambas se cruzan, por lo tanto…” Nuestra meta es seguir el ejemplo de la naturaleza y cruzar los ciervos occidentales con los orientales, si no con marales, por lo menos maraloides”, es decir: la mezcla de los ciervos del oeste, más pequeños, de pelaje más rojizo y con cornamenta más corta pero con más puntas (con coronas), y los del este, de mayor tamaño corporal, con astas de menos puntas y más largas. Al comentar los antecedentes de estos experimentos menciona: “…las cruzas, llamadas también renovación de sangre en algunos casos, a principio de este siglo fracasaron debido a los pocos conocimientos que se tenían…”. Explica que el 90% de los experimentos realizados a principios de siglo y antes de la primera guerra mundial resultaron negativos por la ignorancia del tema en esa época y deficiente ejecución, falta de una selección cuidadosa de los animales importados y su liberación en bosques desconocidos para ellos, e incluso en ocasiones con peores pasturas que las originales. Luego describe experimentos posteriores similares, con excelentes resultados y a sus autores, que realizaron la mezcla de ambos tipos, jerarquizando no solo el aporte genético, sino también una buena alimentación y una cuidadosa aclimatación de los animales. Menciona, entre otros, los conocidos experimentos de Franz Vogt quien “logra ciervos capitales de cría ya en la primera generación, por medio de una cruza de ciervos de cuerpo grande de Hungría, traídos por el Conde Draskovich, y los ciervos más pequeños y de cornamenta más frondosa del oeste”. Considero este capítulo del mencionado libro, de gran valor en cuanto al desarrollo de la teoría de mezcla de sangres, y de valor histórico, ya que abundan los datos experimentales realizados y sus resultados. Para nosotros, y el tema en cuestión, brinda datos sumamente esclarecedores; a saber que: a comienzos del siglo XX y antes de la primera guerra mundial, la búsqueda del trofeo perfecto se intentaba a través de la mezcla de distintos tipos de ciervos, principalmente de la mezcla del tipo del este con el tipo del oeste.
Por otro lado, Pedro Luro fue un digno representante de la llamada “generación del 80”, poseedor de un espíritu inquieto y emprendedor, extremadamente culto, con títulos universitarios y, por lo tanto, cercano a los ámbitos científicos; además, también fue un clásico cazador deportivo (y buen tirador), embebido en las prácticas de la caza al estilo europeo; es fácil suponer, porque no es raro encontrar tal combinación, que su afición por la caza y su avidez de conocimientos sumado a su cultura, lo hicieran conocer las teorías del mejoramiento de trofeos de ciervo colorado ya existentes en Europa; también, y por lo mismo, es fácil deducir su acceso a los más altos niveles del conocimiento y asesoramiento genético del momento.
Considero muy probable que, a la luz de las ideas predominantes en esa época, Luro, sin desconocerlas, las llevara a la práctica en nuestra provincia.
Investigando el tema encontramos escasos datos de valor. Evar Orlando Amieva, en su libro “El Parque Luro”, obra de gran valor histórico y, a mi entender, de lectura obligatoria para todo pampeano, en los capítulos dedicados a la vida y obra de Pedro Luro narra: “… Entonces llegan los nuevos ciervos originarios de los Cárpatos, el famoso “Cervus Elaphus” colorado, de gran envergadura que se hizo aún más grande en La Pampa, desarrollando una cornamenta especial. El plantel inicial de tres machos y siete hembras, uno de los cuales se llamaba “Flavio” y el otro “Don Quijote” este último terriblemente malo con todos excepto su cuidador… Es importante deducir con esto, si éste fue un plantel inicial seguido de otro posteriormente, o si este fue el plantel inicial de todos los ciervos pampeanos. Sí queda claro el origen de estos primeros: Los Cárpatos.
Los datos más concluyentes tal vez sean los aportados por Esteban Lyka, aristócrata húngaro establecido en nuestro país, estudioso y observador del Ciervo Colorado en Argentina, y quien, según su prologuista, “…ha dedicado su vida y sus afanes, al estudio de este milenario arte (la caza) …” En su libro “El Ciervo Colorado” editado en 1962 escribe: “El hacendado señor Pedro Luro, para quien el amor por los animales era parte misma de su vida, lo trajo (al ciervo colorado) en el año 1906 de la monarquía Austro-Húngara a su estancia de La Pampa, hoy Parque Luro. Se introdujeron en aquel entonces dos razas diferentes de ciervos colorados; la oriental, llamada “Protociervo”, proveniente de un latifundio Carpato-Hungaro, y la occidental llamada “Ciervo de los Alpes” de la zona montañosa Austriaca. Estos ciervos fueron puestos en libertad dentro de una alambrada de cerca de 800Ha., que se hallaba en un páramo con zonas boscosas, en la provincia de La Pampa. Continua luego brindando detalles sobre su expansión en La Pampa y su posterior traslado al sur argentino.
En el año 1969 se edita el libro ya mencionado “Parque Diana” de Carol Adolf Vogel, en la cual Esteban Lyka participa, entre otros destacados especialistas en el tema, como autor del capítulo titulado “Los mejores distritos de caza del ciervo colorado en La Argentina”. En esta oportunidad vuelve a incursionar en el tema con mayor minuciosidad: “Por esta razón el cazador Pedro Luro, quien consagro su vida a los animales, decidió aclimatar algunos ciervos colorados de la monarquía Austro-Húngara. Los ciervos provenientes en parte del señorío condal de Schönborn en los Cárpatos y en parte de la región montañosa de Murau de Corintia (Kärnten), Austria, fueron entregados por la firma de exportación de animales Julios Mohr en Ulm. Fueron puestos en libertad en un cercado de 700ha. Poblado de bosques mixtos, donde se reprodujeron rápidamente….
A la luz de todo lo analizado podemos asegurar que desde principios de siglo XX y antes de la primera guerra mundial en Europa, se realizaron experimentos para mejoramiento de la cornamenta, basados en la mezcla de ciervos del este y del oeste (Tizsa); los ciervos traídos por Luro provenían en parte de Los Alpes austriacos y en parte de Los Cárpatos húngaros (Lyka), siguiendo las teorías predominantes de esa época: la mezcla de ciervos del oeste (representados por los ciervos de Los Cárpatos) descriptos en ocasiones como maraloides.
Al entrecruzar los datos históricos que aportan Amieva y principalmente Lyka, con los datos científicos de Ludt, podemos afirmar que los ciervos traídos por Luro, ambos grupos descriptos por Lyka, corresponden al ciervo colorado occidental de Ludt; y llegando aún más lejos, se podría suponer que el del este, que Lyka llama protociervo u oriental, correspondería al subgrupo “de Los Balcanes”. Se podría supones, no sin cierta seguridad por todo lo analizado, que correspondería al grupo que Ludt llama Europeo Occidental.
Juan Campomar en su extraordinario libro” El ciervo Rojo Argentino” dedica ran espacio a describir y comentar con gran rigor científico, los magnificos trabajos de Franz Vogt, ya mencionados; entre sus comentarios, describiendo las mezclas de sangre realizadas en dicho experimento, se encuentra uno muy explicativo y no carente de admiración, que por supuesto comparto: “Es decir que Vogt, – dice Campomar – 50 años después, volvía a repetir la prueba efectuada por un visionario ganadero argentino, en una remota y desconocida región del otro lado del mundo, donde solo había caldenes, maras, pumas y guanacos. Con emocionada admiración me estoy refiriendo a Don Pedro Luro, padre de la caza mayor moderna en la República Argentina.
La “emocionada admiración” de J. Campomar, se encuentra plenamente justificada cuando uno analiza lo realizado por Luro. Además de las grandes dificultades e inmensa tarea realizada, bien documentada y narrada por Amieva y Campomar, es imposible no sentirla al leer a Tizsa cuando nos dice que el 90% de estas experiencias en esa época fracasaron y “estaban condenadas al fracaso”. El éxito de Luro es evidente en la calidad de trofeos que se lograron en La Pampa posteriormente y en el gran atractivo cinegético que fue nuestra provincia para los cazadores deportivos principalmente europeos. Amieva, en el libro mencionado y hablando del resurgimiento de San Huberto en manos de Maura, dice: “…Los grandes premios y las excepcionales medidas alcanzadas por las cornamentas de fama internacional que años más tarde se consiguieron en San Huberto y sus alrededores, son la confirmación de ese criterio sostenido por Maura y sus amigos. También cazaron allí, el Conde de Welczech, el Conde Shemseiy, el Conde Bethlen, el señor Llorente Torraba, el Príncipe Welczech, el Príncipe Davidhasy y algunos argentinos como los hermanos Nores Martínez y Segura Ayerza, etc…”
Siempre me he creído, como cazador, afortunado y privilegiado de poder disfrutar la caza del ciervo colorado en rececho durante la brama; pero cuando, como en este ensayo, analizo la historia que existe tras ese ciervo que admiro, no puedo dejar de maravillarme. Pienso en Luro y su genial idea, su estudio y asesoramiento y su esfuerzo para llevarla a cabo; el extraordinario cruce de tipos, su adaptación a mi tierra. En resume, un tipo único de ciervo colorado en un ambiente único, el cardenal, creando una modalidad de caza única que Juan Campomar llamó, dándole el título al capitulo15 de su libro “La caza del ciervo rojo en el caldenal”.
Hacia una moral cinegética By Marcelo Vassia.