PROLOGO
Pocas veces el hombre se siente tan enaltecido y honrado a la vez, como cuando las circunstancias le imponen la obligación y responsabilidad de hacer la presentación de una obra que entraña en todas y cada una de sus páginas lo que espiritualmente hubiera anhelado ser: cazador.
Es por ese motivo que significa un alto honor para mí, a la vez que un verdadero placer, el haber sido requerido para encabezar el prólogo de un volumen tan interesante como este, en el que se narra la vida y origen de nuestros ciervos Rojos, ya que de por sí, constituye el primer libro de este tipo que se edita en Latinoamérica.
La cinegética es, según Ortega y Gasset, un arte. Esta opinión, vertida en una época más lírica y romántica -aunque menos científica-, lleva implícita otra: también en el arte está la ciencia.
En nuestros tiempos, la definición cabria con más amplitud en estos términos: “es la ciencia y el arte de cobrar una pieza”. Ciencia, por el conocimiento biológico que todo cazador debe, obligatoriamente, tener, y arte, por los métodos y medios que emplee para lograr su objetivo.
Ha querido la fortuna, que quien nos ilustra a este respecto, fuera precisamente un hombre oriundo de la misma región de donde fueron traídos los primeros ejemplares de cérvidos que hoy deambulan por nuestros parques, y que ha dedicado su vida y afanes, al estudio de este milenario arte.
Magníficamente ilustrado, sus láminas describen paso a paso el origen, vida y fin de estos animales, en todas las épocas de su existencia mostrándonos, con magnífica clarividencia, las técnicas para cobrarlos.
Es por ello que esta obra ha de ser, a no dudarlo, un valioso aporte a nuestros conocimientos acerca del Cervus Elaphus y considero que encontrará, en el ambiente de los cazadores argentinos y latinoamericanos, la acogida cordial que por su esfuerzo se merece, dejando el juicio crítico librado a la opinión de sus innumerables lectores.
Buenos Aires, 15 de abril de 1962.
Dr. Lino Luis De Las Heras
PASAJES
“… El animal más hidalgo de los cuadrúpedos es el ciervo colorado. El hacendado señor Pedro Luro, para quien el amor hacia los animales era parte de su vida, lo trajo en 1906 de la monarquía Austro-Húngara a su estancia de la pampa, hoy Parque Luro.
Se introdujeron en aquel entonces dos razas diferentes de ciervos colorados; la oriental, llamada “Protociervo”, proveniente de un latifundio Cárpato -Húngaro, y la occidental llamada “Ciervo de los Alpes” de la zona montañosa Austriaca. Estos ciervos fueron puestos en libertad dentro de una alambrada de 800 Ha., que se hallaba en un páramo con zonas boscosas en la Provincia de La Pampa.
En el año 1922, fue vendida la estancia de Luro y abierta la alambrada. En los grandes bosques de la pampa habitan hoy los descendientes de estos ciervos. En el año 1958, fue cazado entre un sinnúmero de otros de gran calidad, un gran ciervo super-capital.
Al ser abierta la alambrada, el hacendado señor Robert Hohmann se procuró de 18 cérvidos colorados, llevándolos a su estancia situada en Collunco, provincia de Neuquén. Estos se reprodujeron con una rapidez sorprendente y desarrollaron, año tras año, mejores cornamentas. La calidad de las mismas supera a la de los ciervos de La Pampa, en general. La causa: frondosa vegetación, un clima más húmedo y una tranquilidad mucho mayor.
El ciervo colorado ha encontrado aquí, en las boscosas montañas y promontores de los Andes, una segunda patria. Los cérvidos puestos en libertad en el año 1922 se han convertido en el presente, en alrededor de 13.000 a 15.000, esparciéndose notoriamente en dirección norte, este y oeste.
En el despoblado bosque, cuya fauna autóctona es representada por uno que otro puma, ya habita el ciervo colorado sobre una superficie de alrededor de 1.700 km², llevando su misteriosa vida en una zona no habitada por el hombre…”
“… La ciencia paleontológica no pudo, hasta hoy, definir exactamente la evolución de las diferentes sub-razas de cérvidos, y, en consecuencia, nos limitaremos a dar una breve reseña de los datos conocidos. Según el experto A.S. Römer, los primeros antepasados del ciervo habrían aparecido aproximadamente hace cuarenta millones de años, en la época terciaria y en forma, aún, bastante primitiva. En la historia de la tierra se llama “Eoceno” al periodo más antiguo de la época terciaria, suponiéndose que en esta época habrían aparecido también los bovinos, monos y camélidos. El “Eoceno” duró, en total, aproximadamente veinte millones de años; en el “Oligoceno” que duró once millones de años, quedaron sin variación los primitivos antepasados de los cérvidos. Luego, en el “Mioceno”, que duró 17 millones de años, se desarrolló la gran familia Paleomerycides, en la que figuraban los ciervos con cornamenta del género Dicrocerus.
Estas cornamentas eran aún subdesarrolladas. Recién en la última parte del “Bioceno” comienzan a desarrollarse con más puntas.
Estos ciervos eran pequeños y parecidos al ciervo enano de Muntjak (Muntiacinae o Moschiferos) Moschinae -Muskdeer de hoy.
Recién en el “Plioceno”, que duró 11 millones de años. Aparecen los primeros ciervos grandes, a los que podemos considerar antepasados directos de los actuales.
Toda esta evolución se desarrolló probablemente en las zonas céntricas del continente euroasiático. Australia, que se habría desprendido, antes de estas épocas, del continente euroasiático, no pudo ostentar la existencia de ciervos; sin embargo, ejemplares de la raza estaban representados en el archipiélago de indonesias y en las costas del noroeste de África.
Al finalizar el “Plioceno”, se originan las diferentes variedades del ciervo actual: C. Axis, C. Sika, C. David (Elaphurus Davidianus). Este último ha desaparecido de los territorios de origen, encontrándose únicamente en algunos parques de Inglaterra.
El origen del actual “noble ciervo” (Edelhirsch) es probablemente el C. Axis (Axis axis) y el C. Sika (Cervus nipón) de la India.
En Asia central continuó desarrollándose esta variedad avanzando hacia el oeste y dando origen al Ciervo europeo (Cervus elaphus). Extendiéndose al Este, dio origen al Wapití (Cervus elaphus manitobensis o canadienses) del continente norteamericano.
En la época diluviana se desarrollaron definitivamente los ciervos en su forma actual. Se originan dos sub-familias: una, los ciervos auténticos y los ciervos falaces u odocoileines. Del primer grupo se origina el C. Dama (Dama dama), el Cervus ruso, el Cervus rucervus y además nuestro Ciervo colorado (C. elaphus). Del segundo grupo provienen los Alces (Alces gigas), el Wapití (C. manitobensis), el Reno (Rangifer tarandus) y además todos los pequeños ciervos del nuevo mundo, el Ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus), el Ciervo de las Pampas(Ozotocerus), el Huemul (Hippocamelus bisulcus), la Taruca 8Hippocamelus antisiensis), la Corzuela roja (Mazama rufa), la Corzuela parda (Mazama simplicicornis) y el Pudú (Pudú pudú) de América del Sur.
El grupo que pasó al Oeste, forma en su asta una corona y además tenía la capacidad de bramar con tono fuerte durante la época del celo. Los que pasaron al Oeste tenían mayor talla y la cornamenta más fuerte, pero el bramido de menor intensidad. Las puntas de la cornamenta de este grupo se bifurcaron en forma de abanico: Huemul, y los Alces.
Según los fósiles encontrados en Europa, el ciervo actual existió hace un millón de años. El más remoto fue encontrado en las cercanías de Viena, Austria, en la ciudad de Hundsheim, junto al Danubio. De la época intermedia, del periodo glacial, hay una cornamenta de cuatro puntas, petrificada, hallada en Mosbach, Alemania. Otra, con muchas puntas, fue hallada en Schleswing-Holstein, Alemania. Esta extraordinaria cornamenta, además de la corona, posee una enorme punta hacia atrás, parecida al espolón de un gallo, y las astas de los cérvidos se parecen a las actuales.
Habitan hoy en día, en Europa, dos especies principales de ciervos colorados. Una es un tipo de “Protociervo” el cual se halla en los países orientales: Hungría, Rumania-Cárpatos, Yugoeslavia, Eslavonia y Checoeslovaquia. Se distinguen estos ciervos por su talla, sus largas astas, cuyas coronas están dirigidas hacia atrás, por la falta casi regular de la segunda luchadora, fuerte perlado, el color oscuro de su cornamenta y el color gris de su pelaje. Esta especie tiene gran parecido con los restos antes mencionados, hallados en las excavaciones.
La segunda especie, es un tipo de ciervo montañés, originario de los Alpes austríacos. Su peso es muy inferior al ciervo de los Cárpatos: pesa, sin sus vísceras, más de 240 kg, el ciervo de los Alpes apenas llega a los 180 Kg. Su cornamenta es rica en puntas, de forma más de lira, algo cerrada hacia arriba, con segunda luchadora presente, de color claro y pelaje rojizo.
En la Argentina se hallan representadas ambas especies…”
Continúa…
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