El comportamiento de los machos en brama
El esfuerzo que algunos machos adultos despliegan durante la brama resulta agotador. Irritados por las hormonas y estimulados por la competencia, deambulan incansablemente buscando los grupos de ciervas. Al cabo, su estado físico es deplorable. Han perdido gran parte del peso acumulado durante el verano. Braman y caminan: duermen menos y no comen, o comen muy poco. El esquema de sus movimientos es difícil de comprender, si es que es lógico tratar de comprender a un animal que ha perdido el control de sus actos.
Su andar es errático. Algunos pasan bramando entre las ciervas sin detenerse; otros permanecen junto a ellas bramando durante algunos minutos, quizá una hora, y luego emprenden nuevamente la marcha. Otros, en cambio, buscan algún lugar prominente y se fijan en el sitio, sin moverse, aunque bramando ininterrumpidamente sin acercarse a los grupos de ciervas ni al resto de los machos que deambulan por los alrededores. Otros, los más prepotentes, repuntan las cuadrillas de ciervas y expulsan de ellos a los varetos, corriéndolos fuera del rodeo. Olfatean a las ciervas, levantando el labio superior en una actitud clásica que los alemanes denominan “fleghmen”. Si alguna cierva está en celo, la acosa, siguiéndola incansablemente. El cuello estirado, los cuernos echados hacia atrás, el hocico apuntando hacia arriba, trotan detrás de ella vocalizando el consabido “oj, oj, oj,” que tantas veces escuchamos en el monte. Es el “platz hirsch” de los alemanes, el ciervo lugareño, para nosotros. Generalmente, el más vigoroso; el dominante. Es probable que, en pleno desarrollo de la brama, cuando ésta ha llegado a su punto más alto, la mayor parte de las ciervas ya estén preñadas, y despierten interés, aunque no deseos sexuales, justificando así el andar errático de los machos que llegan hasta ellas y se alejan en busca de nuevos “harenes” con hembras en celo.
En medio de esta psicosis reproductiva, los ciervos dominantes, desgastados, cada tanto se retiran de la bramera a reponer energías para luego retomar el ruedo. Los cautos, marginados, que no ocupan un puesto prominente en la pirámide social, o los que poseen un menor vigor sexual, llegan al final de la brama bien mantenidos. Ellos entraran al invierno en condiciones más favorables.
Este torneo desgastante, una olimpiada de esfuerzo, podríamos decir, es la herramienta con la que la selección natural modela la especie, eligiendo los más aptos.
Un espectáculo inigualable
Los sonidos de la brama – Los significados del bramido
Si se dan las condiciones, la brama es un espectáculo inigualable. Una buena bramera concentre toda clase de ciervos, jóvenes, adultos y viejos, donde cada uno expone sus características peculiares. Vamos a ver ciervos en búsqueda, estáticos, y los clásicos lugareños peleando por sus hembras. Vamos a escuchar una infinita variedad de toses, rezongos y bramidos, cada uno trasuntando la personalidad de su portador, pues cada ciervo brama de una forma distinta, según su estado anímico, edad y temperamento. Algunos lo hacen con tonos altos; otros, con bajos; en algunos el bramido es monocorde; en otros, lleno de variantes. Hay ciervos que braman mucho; son los locuaces. Los hay poco comunicativos, y algunos quizá no bramen nunca. En ello influye el temperamento o el grado de excitación que llevan.
A grandes rasgos se puede distinguir el bramido de un ciervo joven, del de otro más viejo. Pero ésta no es una regla confiable. En la duda, siempre sigo el bramido más ronco, pero he tenido muchas sorpresas cuando he querido asociar “trofeo con bramido”.
Creo que la brama transmite un montón de cosas: ira, vanidad y desafío.
Cuando un ciervo oye bramar a otro, si contesta en tono apagado es porque cumple con el mero formulismo de aceptar el reto y recalcar su presencia: está “hablando” con vanidad. Si lo hace frecuentemente y en tono elevado, es porque el rival lo enfurece y lo está desafiando: “habla” con ira. Si no contesta, es porque lo desprecia o le teme.
Los ciervos braman para atraer a las ciervas, para intimidar a sus rivales y, quizás, para delimitar su territorio. El bramido se divide en varios “tiempos”; tiene un principio breve, seguido de un sonido más largo y agudo, y culmina tajantemente. A veces lo repiten de manera monocorde; otros abrevian una parte. Pero además, rezongan cuando van o ya están en el “encame”, o entonan el clásico “oj,oj, oj” cuando corren detrás de una cierva o vareto. Ese es un llamado de deseo o de intimidación.
Según el viento, el bramido parece cercano o distante. Las condiciones atmosféricas o la topografía del terreno influyen de distintas maneras. A veces el ciervo brama en nuestra dirección, lo cual nos hace creer que se halla cerca. Pero si enseguida se da vuelta, el próximo bramido parecerá más distante. Con viento en contra, he visto a varios ciervos en actitud de brama, sin escuchar los sonidos.
Cómo la brama es un lenguaje, hay que saber interpretarlo. Y en eso se distinguen también, los buenos de los malos cazadores. Todo ciervo, a través del bramido, manifiesta un montón de cosas. Lo difícil es saber qué dice. Son pocos los lugares donde los ciervos braman. Generalmente lo hacen en los territorios de las hembras, donde recalan para reproducirse. También puede suceder que, en muchos cazaderos, los ciervos no bramen.
El equilibrio justo
Si se encuentran muchas hembras y pocos machos, la brama es pobre por falta de competencia. Si hay más machos que hembras, la brama es competitiva e intensa. Si no hay hembras, no hay brama. El hecho de que los ciervos no bramen no quiere decir que no se reproduzcan. He visto muchos cotos en los que no hay brama y en los que las hembras paren regularmente todos los años.
Pueden darse las condiciones para que una brama sea buena, pero el factor humano es capaz de estropearlo todo. Los tiros, los reflectores, los movimientos de vehículos, la circulación de hombres, perros y caballos, resultan letales. No faltará algún cazador que piense que, para cazar, hay que moverse y, así, aumente el nivel de perturbación. Yo creo que la brama hay que dejarla armarse, sólo después, salir a cazar. Cualquier movimiento a destiempo resultará nefasto.
No sólo debe cuidarse la brama, sino también la pre-brama. Cuando el ciervo comienza a encelarse y a buscar las ciervas, en ese momento, el “vivo” que quiere llegar primero, suele estropear toda la temporada.
Algunos ciervos recorren largas distancias para llegar al bramadero, y a él retornan varios años seguidos. Otros se mueven menos y no llegan a las brameras, sino que se dedican a buscar las ciervas del contorno.
Hay zonas donde en febrero se ven un montón de machos; en marzo no queda ninguno y en junio están todos de vuelta.
Son los clásicos invernaderos. Hay lugares donde sólo se ven ciervas en marzo, se llena de ciervos bramando, los que desaparecen en abril. Son los clásicos bramaderos. Pero puede haber cotos donde los machos y las hembras convivan todo el año y bramen en marzo.
Cada zona tendrá una brama distinta. Existen poblaciones importantes de ciervos donde nunca se escucha una brama, pero aclaremos que no se deben confundir “bramidos con brama” …
Es común en muchos parajes referirse a la brama cuando en realidad lo que se ha oído es sólo a un ciervo solitario que a las tres de la mañana pegó un bramido, o dos ciervos que se contestaron en un sólo amanecer. Para ser considerada brama, tiene que haber mucho más que eso.
Considero que hay brama cuando varios ciervos emiten estos sonidos de manera sostenida por espacio de siete u ocho días y cuando se advierte un movimiento continuo de ciervos y ciervas.
La brama es el momento propicio para cazar al ciervo rojo
La brama es el momento propicio para cazar al ciervo rojo, porque a través del bramido anuncia su presencia, permitiéndonos ubicarlo y seguirlo, si está en movimiento, la disminución de su sistema defensivo permite rececharlo con más facilidad. Pero no todo es tan sencillo en este tipo de cacerías, pues junto al ciervo en brama se mueve un conjunto de ciervas, varetos, y crías que mantienen intactos todos sus sistemas de alarma, haciendo así, difícil lo que al principio parecía fácil. A veces recechar un ciervo solitario fuera de brama es más fácil que eludir toda una cuadrilla de ciervas. Dentro de la espesura del caldenal pampeano, donde se ve muy poco, las cuadrillas de ciervas o los varetos que merodean, son la causa determinante de muchos fracasos cinegéticos. En ciertos hábitats de la alta cordillera, el problema puede ser igual o peor, pero, en los raleados cipresales de la pre-cordillera las posibilidades de éxito pueden aumentar. Todo se resume a un problema de visibilidad, siempre que la brama sea sostenida y el viento no nos juegue malas pasadas.
El que oye a un ciervo bramando y lo puede ver, “debe estudiarlo detenidamente antes de decidir cazarlo”. Debemos tener en cuenta que los ciervos que más braman, son los adultos que más debemos cuidar, porque ahí están los futuros “grandes”.
Si escuchamos bramar, pero no lo podemos ver, como generalmente sucede en La Pampa, la cosa se complica. Debemos guiarnos por señales imprecisas, como el rastro, el tono de la voz y las huellas que dejan las ciervas, si eventualmente las hay, y procurar con paciencia detectar la cabeza a través de la espesura.
¿Es conveniente cazar en brama? Como naturalista y conservacionista pienso que no; mas, como cazador, opino que sí. Pero la contradicción tiene varias soluciones. Por de pronto debemos movernos de manera tal que no la perturbemos; el que corta una brama, no sabe cazar. Otra alternativa es visitar una zona año por medio, para que la reproducción no se entorpezca. También puede cazarse alternadamente en dos o tres sitios, visitando cada día uno distinto.
En síntesis, la solución gira en torno de la rotación de los lugares. Diaria, semanal y anualmente.
El reflector, la pick-ups, los disparos a los loros, los campamentos cercanos a las brameras y el continuo trajinar y explorar sin objetivos, son el peor enemigo de la brama. Quien estos métodos practica, no sólo volverá con las manos vacías, sino que ha enseñado a una generación de ciervos, que bramar es mal negocio. –