El bramido es una señal básicamente dirigida a otros machos rivales. Se ha visto que tiene también efectos sobre las hembras, por ejemplo, les puede influir en que adelanten su entrada en celo, pero por sobre todo, para mantener a raya a otros machos sin necesidad de entrar en luchas constantes con todos ellos. (Clutton-Brock y Albon, 1979) La tan ansiada y esperada brama en Argentina y los países del Hemisferio Sur (donde habiten ciervos rojos) puede comenzar a fines de febrero y terminar a fines de abril-principios de mayo. Siendo el mes de marzo el más frecuente a que se desarrolle este periodo, y por ende, el más propicio para practicar la actividad cinegética. En Argentina particularmente ocurre en un momento en el que la disponibilidad de comida es baja, tras el caluroso y muchas veces seco verano. Eso hace que aquellos lugares que por alguna causa especial tengan todavía «buena» comida, se conviertan en focos de atracción para las hembras y hasta ahí se allegarán los machos buscando aparearse. Lo que nos permite asegurar que la brama se desarrolla donde se encuentran las hembras, ocasionalmente o no. Siendo ellas las que se mantienen alertas de posibles peligros, ya que el macho, por su celo, se encuentra en un -casi estado de trance- que lo hace vulnerable a ocasionales amenazas. La brama dura alrededor de 30 días; dependiendo de la zona, el clima, el factor humano (como puede ser la irrupción de su espacio por distintos motivos) y fundamentalmente del estado nutricional y general de las ciervas. Cuando hay hembras en malas condiciones (salud o alimenticias) la brama puede alargarse y/o hasta generar una segunda brama, ya que estas comenzarán a ovular a posterior de las que se encontraban en óptimas condiciones. Si casi todas las integrantes de la manada están mal, la brama en general se retrasa. Todos los retrasos producirán crías tardías que generalmente se desarrollarán peor que las nacidas en el mejor momento. Se sabe que el ciervo macho en brama (que ya formó su harén) no se alimenta adecuadamente por su afán de aparearse y proteger ese temporal territorio de otros machos invasores que buscan adueñarse de sus tesoros. Esto hará que llegue a perder muchos kilos (agotará sus reservas de grasas) y parte de esa fortaleza con la que llegó en un primer momento. Se librarán duras batallas, pero no siempre el ganador se quedará con el harén. Recientes estudios confirman que las hembras muchas veces priorizan al mejor reproductor (que en ocasiones y por diferentes motivos, no es el ganador de la contienda), al que reconocerán por su genética (principalmente por el desarrollo de su cornamenta). Estas majestuosas peleas en ocasiones pueden llevar a los machos hasta la muerte, dado que consisten en chocar sus cabezas (astas) con una brutal potencia, pudiendo quedar enganchados y sin poder separarse, o pueden sufrir letales heridas que les provocarán una lenta agonía. Segunda Brama Es algo frecuente, aunque no fácil de detectar, por lo cual poco se conoce. Esto se debe a que las hembras son receptivas en su ovulación entre 12 y 24hs y en ese momento suelen aceptar una «única cópula». Si en ese acto el óvulo no es fecundado, puede producirse, una segunda ovulación entre los 15 a 30 días posteriores a la primera. Lo cual generará nuevamente el celo también en el macho y así todo su ciclo. En esta segunda brama también pueden participar esas hembras que comenzaron a ovular tardíamente por algún factor como los antes mencionados (salud – alimentación). En cuanto a los machos, ahora mayormente los protagonistas, son los más jóvenes, los recesivos y hasta los ciervos genéticamente defectuosos, que no encontrarán la resistencia de esos grandes machos que ya cumplieron su propósito y seguramente se retiraron del lugar. No suele ser una brama franca como fue la primera y normalmente se los escucha bramar solo de noche y muy cortado. Una vez terminado el celo, los machos abandonan su harén y el territorio que ocasionalmente coparon, volviendo a la soledad o conformando sus pequeños grupos sociales. Se irán a la espesura del monte, cañadones muy sucios o cimas de grandes montañas, siempre entendiendo del lugar donde habiten. Buscando ahí, además de sentirse protegidos, una buena alimentación que los ayude a recuperarse, prepararse para el volteo y posterior crecimiento de su nueva cornamenta. ¡Y así el ciclo se repite!
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