Especies y subespecies

Hay cuatro especies y como veinte subespecies de corzuelas.

Es oportuno señalar que Argentina tiene el privilegio de contar en su tierra con tres de las cuatro especies existentes.

¿Estamos en condiciones de valorar este privilegio? ¿Seremos capaces de conservarlo para alejar a los fantasmas de la extinción? No debemos olvidar que la roja y la enana están en hábitats marginales y saqueados por el desmonte y que, por lo tanto, su perpetuación se encuentra bastante más comprometida que la de la parda.

De las cuatro especies, dos forman el grupo de las enanas:

-Mazama Rufina
Habita las selvas misioneras, donde se la llama pororó por el peculiar sonido que emite cuando está alarmada.

-Mazama Chuny
Transita las altas nuboselvas del norte de Bolivia y sur de Perú, en cuyas elevaciones convive con el otro cérvido enano sudamericano, el Pudú del Norte (o Pudú Metisófeles). Poco se sabe de ellas, y mucho tendría que averiguarse respecto de sus costumbres.


Las otras dos especies de corzuelas son más conocidas y abundantes, se esparcen por una amplísima geografía y cubren una gran variedad de ambientes. Lo cual contribuye a una prolífica sub-especiación:

-Mazama Americana (Corzuela Roja).
Tiene 14 subespecies, de las cuales tres son factibles de encontrar en Argentina: Mazama Sarae, oriunda del sud de Bolivia y del noroeste argentino; Mazama Rufa y Mazama Rosii, propias del Paraguay y del noreste argentino.
La corzuela roja es, sin duda, la mayor de las cuatro especies. Visiblemente más grande que la parda, mide de 70 a 72 centímetros de altura, pesa aproximadamente 30 kilos y es de color marrón rojizo, con una distintiva garganta y cejas blancas. Cubre una enorme área de dispersión, desde el sur de México tropical hasta el borde norte de Argentina. Nuestro país es el límite austral de la especie, localizándosela en las yungas del noroeste, la selva misionera y las selvas en galería del Chaco húmedo. Allí donde hay selvas húmedas y tupidas, bosques en galería o ecotonos de monte húmedo tendremos la posibilidad de encontrar una roja. Más bien digamos presentir su presencia, pues es un ciervo solitario y recluido, de hábitos crepusculares o nocturnos, que sale de las espesuras a comer en claros y sembrados solo de noche. Dentro del monte prefiere ocultarse y quedarse echada antes de emprender la estampida, lo cual hace solo en última instancia. Por ese motivo es muy difícil de ver y, por lo tanto, de calcular su número. Hay escasas referencias de este ciervo en nuestro país, pero es importante tener en cuenta que siendo la Argentina el límite austral de la especie, ocupa aquí bolsones y áreas marginales. La dispersión y el número de la roja no son tan abundantes como los de la corzuela parda, un dato que torna imprescindible la actitud de cuidarla y protegerla debidamente. A pesar de su tamaño superior, la cornamenta de la corzuela roja no es mayor que la de la parda. Quizás porque haya menos y porque nuestro país tenga las mejores cabezas del mundo de parda, esta comparación no sea fácil de determinar y nos conduzca a posibles engaños. Por lo tanto, sería interesante hacer un estudio comparativo más profundo.

-Mazama Guazubirá (Corzuela Parda).
Tiene, a su vez, nueve subespecies.
La corzuela parda es la más abundantemente distribuida y conocida de las tres especies en nuestro país. Fértil, astuta y de gran adaptabilidad, su población goza de muy buena salud. En cualquier lugar del centro-norte de nuestro territorio donde se le den las condiciones adecuadas de vida, allí la vamos a encontrar.

Por razones que no podemos determinar, esta corzuela sobrevivió a la aftosa y a las parasitosis que diezmaron al ganado y ralearon seriamente al ciervo de los pantanos. Y pudo mantenerse lozana allí donde las otras especies se encaminan a una casi certera desaparición.

Creemos que la destrucción del hábitat será su peor enemigo. Y que el acoso con perros podría ser el segundo, la sobrecaza descontrolada, el tercero, y el sobrepastoreo con ganado doméstico de un hábitat empobrecido, el cuarto. Lo malo es que muchas veces estos factores se conjugan, precipitando así su destrucción. El desmonte con hacheros provistos de perros podría ser un ejemplo elocuente de lo que estamos diciendo.

Continúa

Lo sentimos, no puede copiar el contenido de esta página.