La revancha de "El Viejo"

Junio poco a poco comenzaba. Era una muy fría noche de invierno donde las heladas se imponían y hacían presente hasta bien caída la mañana.

Esa noche antes de irnos a dormir, acordamos con mi compañero poner el reloj a las 4 de la madrugada, para levantarnos y salir muy temprano con nuestros perros de caza, a caminar un sembrado al que entraban y hacían desastre los chanchos. La alarma sonó, mateamos, nos abrigamos bien, cargamos nuestras linternas y cuchillos; y soltamos la perrada.

La noche estaba serena, por momentos se sentía una muy leve brisa que provenía del Noreste, lo que nos ayudó a decidir qué camino tomar para favorecer con el viento a nuestros coequipers caninos.

Llegamos al inicio del potrero y “movieron”, como indica la jerga, sin duda habían olfateado sus presas. Ruido a maíz, carreras por todos lados, y nuestros corazones latiendo tan fuerte que los sentíamos como pidiendo permiso a salir. Esos segundos por dios… esos segundos son interminablemente eternos.

¡GUAU! – ¡GUAU! Eran dos peleas en distintos lugares, y como conocemos el torido de cada perro, (después de todo convivimos juntos día y noche) Ale, mi compañero de esta hermosa locura me dijo: – “Voy con el viejo”. Y no lo vi más. Yo corrí a la otra pelea, llegué, maté y me senté unos minutos a disfrutar de ese momento único, donde sólo podía escuchar el jadeo de mis perros victoriosos y mi corazón obvio, golpeando mi pecho.

Chiflé y grité “4” haciendo alusión a que habían cuatro perros conmigo, Quimey, Yancamil, Trenel y Huayra. Sin respuesta alguna volví a gritar “4” esperando a escuchar “2” y así saber que todos nuestros perros estaban bien. Amancay y “el viejo” eran los ausentes.

Cargué con el chancho y me dirigí hacia donde a los lejos, escuché la otra pelea. Nada, sólo el silencio de la madrugada (5:30) que comenzaba a impacientarme.

De pronto me pareció escuchar un grito lejos, muy muy lejos. ¡Era Ale! Tardó en llegar hasta donde estábamos nosotros y llegó solo, casi sin aire, lo único que pudo decir fue: -Buscá la camioneta, “Planazo (así era el nombre del luego apodado VIEJO) está mal” …

Ese domingo a las 8 de la mañana entramos en la veterinaria con él en brazos, pidiéndole por favor que la pelee. Yo tenía Fe, el viejo era “EL VIEJO”, aunque no tenía más de cuatro o tal vez cinco años, pero su cancha y sabiduría, hizo que lo llamáramos así. Llegó a nosotros con un año de edad por ser malo…Y pronto supimos que todo había estado en su crianza, no era culpa de él, era un buen perro que merecía una segunda oportunidad. Jamás nos arrepentimos y él nos lo agradeció todos los días por el resto de su vida.

Nunca dejaba las cosas a media, y aunque esta vez le tocó perder, yo sabía que si salía, tendría su revancha y así se lo prometí.

El rastro de “la mole” lo seguíamos viendo en el pasadero, señal que venía aún, y hasta casi como ostentando su victoria.
Exactamente 1 mes después, el jueves 6 de julio llegamos al campo a las 10 de la noche y Planazo nos salió a recibir más lejos que de costumbre. ¡ESTABA LISTO! Quería volver a la cancha. El resto del equipo estaban en sus cuchas ladrando y aullando de alegría por nuestra llegada. Sabían perfectamente a qué íbamos. Nos cambiamos, los soltamos y salimos… Creíamos que era poco probable que encontráramos algo, porque era muy temprano para el horario que acostumbraban a andar en el sembrado, pero, por ahí teníamos suerte.

Llevábamos un buen tramo recorrido hasta que los canes levantaron la cabeza venteando y salieron! Corrieron a paso firme adentrándose al sembrado de maíz. Ruido, mucho ruido, parecía que una tropa de elefantes corría en el chalar que aún no se había cosechado.

De pronto la señal ¡GUAU! “Ahí está” grité y salimos nosotros también corriendo. Llenos de todo eso que esto genera, adrenalina, nervios y todo lo que se puedan imaginar.

No se escuchaba que gritara ningún chancho, solo algún que otro torido cada tanto. Terminó el maizal, pasamos el alambrado y nos perdimos en el monte, donde solo escuchábamos el ruido de ramas romperse. Unos 100 metros adentro nos topamos con la pelea ¡QUE PELEA! La oreja derecha o lo que quedaba de ella, era de Planazo, la izquierda de Quimey, por su parte Amancay y Huayra estaban soldadas en los codillos. Trenel firme en el garrón, de seguro fue el primero en prenderse y completaba el equipo Yancamil desde la nuca. La diferencia de altura y tamaño era abismal, pero los compañeros lo tenían estaqueado, ahora trabajando todos juntos.

¡LA BESTIA HABÍA CAÍDO! Llena de alegría, emoción y adrenalina, acariciaba a mi amigo y le decía: – “LE GANASTE VIEJO” “LE GANAMOS”-. El mismo lugar, la misma sacada, pero esta vez llegamos todos juntos.

El chancho aún cargaba con las cicatrices de su triunfo anterior, la oreja derecha casi no la tenía, su cuarto mostraba varios cortes ya cerrados y el codillo nos permitía ver claramente que en el primer choque Amancay había llegado dejando su huella. La pelearon solos los dos y muy lejos, pero el jabalí les ganó en fuerza tamaño y habilidad. No corrió con la misma suerte un mes después.

Tardamos un buen rato con Ale hasta que lo sacamos del monte y lo pudimos cargar en la camioneta, no sobresalía en colmillos (encima estaban quebrados), pero sí se destacaba en tamaño. Una vez despanzado y colgado, Planazo nos movió la cola y se echó a dormir abajo, airoso como sabiendo y entendiendo que esas duras cicatrices que le dejó su contrincante en ese primer encuentro, hoy sanarían.

Dos años después, un 9 de julio, “EL VIEJO” se enroscó a dormir un sueño profundo en su cucha dentro del galpón… Ya hacía tiempo que no nos acompañaba a cazar, su trabajo se limitaba a cuidar la casa y la camioneta. Ahora todos los días vemos las fotos de ese momento, colgadas en la chimenea de nuestra estufa y lo recordamos como lo que fue. –El Primogénito y Maestro de toda la jauría, incluso de nosotros-. 

Rusa Cayron.