“Mi Vida de Cazador” y “¡He Vivido!”

de Sergio Pasquetti

Por Marcelo Vassia

Dentro de lo que podríamos llamar Literatura Cinegética existen varios géneros. Los más utilizados son el ensayo, los escritos instructivos tipo manuales y el género narrativo, que se utiliza para relatar hechos vivenciales protagonizados por alguien en un lugar determinado.

Entre todos los géneros de la literatura cinegética el género narrativo es, por lejos, el más utilizado y consumido por los lectores. Grandes referentes de la Caza Deportiva han dejado plasmadas en este género sus vivencias, que son hoy fuente inagotable de conocimientos, inspiración y entretenimiento para los cazadores. Jim Corbett, John Hunter, Pondoro Taylor, Jack O’Connor, son los más paradigmáticos.

Este predominio del género no es casual y se produce por varios motivos. En primer lugar, existe una gran afinidad entre una actividad dinámica, de acción, hasta de aventura se podría agregar, y un estilo literario que se caracteriza por la narración de hechos.

Ciertamente el género narrativo es el único que puede trasmitir fielmente las sensaciones que la actividad de caza produce; además, como cada salida es única, son múltiples las posibilidades narrativas.

Se podría agregar que cualquier cazador puede, con distintos niveles de calidad, narrar una experiencia de caza.

Por último, es, sin dudas, el más entretenido de todos los géneros mencionados.

Pero por otro lado y por ser tan extensamente usado por una enorme cantidad y variedad de escritores, dentro de este género existe también una gran variedad de calidad literaria.

Yo, que soy principalmente un voraz lector, consumo habitualmente este género literario: el narrativo. Lo hago desde hace muchos años; para mí ha sido fuente de información y conocimiento, estímulo para soñar proyectos cinegéticos y, por supuesto, entretenimiento. He leído grandes escritores de ese género a quienes admiro, nacionales e internacionales. He adquirido durante muchos años revistas –hoy formato en extinción- nacionales e internacionales, libros y actualmente publicaciones on line de gran nivel. Por todo esto me considero un buen crítico del mismo.

Por el mismo motivo que es imposible saber valorar y saborear un buen vino si no se ha consumido durante mucho tiempo una buena cantidad y en todas sus calidades, me considero un buen evaluador analista del género. ¿Cómo se puede decretar que un vino es bueno, si no se han tomado antes malos o mediocres? Por esto mismo hoy, con un gusto bien definido, se disfrutar lo que considero un buen vino tanto como una buena narración cinegética.

Todo esto viene a colación de haber terminado recientemente la lectura de dos obras literarias cinegéticas. Se trata de “¡He Vivido!” y “Mi Vida de Cazador”, de Sergio Luis Pasquetti. Son dos obras complementarias que, para quien sepa leerlas, tratan en realidad sobre la vida de un cazador. Y el autor deliberadamente lo hace, contando desde el comienzo de su pasión por la caza y sus primeras incursiones, pasando por su vasta experiencia internacional en busca de presas exóticas.

Y lo hace cautivándonos con una prosa amena, de lectura ágil y entretenida, haciéndonos sentir participes de cada lance descripto. Verdaderamente logra, a través de la escritura, trasmitir experiencias que, en el lector, se traducen en sensaciones.

El autor no prepondera el lance exitoso, el trofeo extraordinario, el disparo perfecto o la peligrosa aventura resuelta con astucia. Pasquetti prioriza la narración de sus experiencias cinegéticas, que son muchas, como anécdotas reales e instructivas. Lo hace como un viejo compañero de caza compartiendo el calor del fuego del campamento; tratando de legar su experiencia a los que la merecen: esto es a los que puedan entender su prédica. Y lo realiza con soltura, en forma agradable y cautivante.

A lo largo de la obra se entrevé que el autor no es solo cazador; es un hombre de mundo (solo imaginar esos viajes en soledad por esos rincones del mundo, en una época tremendamente diferente a la actual en cuanto a comunicaciones, seguridad, y de grandes diferencias culturales que hoy, en el apogeo de la globalización y de la comunicación permanente, se han mitigado extraordinariamente, confirma la sospecha).

Su afición a la taxidermia y su interés por el mundo animal explican sus conocimientos sobre las especies que caza: condición indispensable, a mi entender, para tener el derecho a hacerlo. Como escribió otro gran cazador argentino: “…Nadie tiene el derecho moral de cazar un noble animal sin antes saber algo sobre su vida, características y costumbres…”. Pasquetti conoce bien lo que caza y nos instruye a lo largo de toda su obra respecto a la fauna de los lugares que caza. El autor es un cazador de trofeos para los cuales destina un espacio especial: su galería de trofeos donde, dicho con sus palabras, plasma su historia. Como cazador de trofeos busca el mejor; conoce el tema y nos enseña al respecto permanentemente; busca el excepcional, el mejor posible. No sería un verdadero cazador si no fuera así; pero lo hace sin relegar importancia al lance; le da la misma importancia; es raro que no finalice un capítulo sin agradecer a Dios la vivencia experimentada: haber vivido ese momento sublime en un lugar salvaje y capturando, para eternizar en su sala, el trofeo buscado.

Es destacable la gran experiencia en caza internacional que posee el autor; de la misma forma es evidente su predilección por el continente africano –el primer libro es enteramente dedicado a caza en ese continente-, la meca de todo cazador. Esto es lógico. África es el continente paradigmático de la caza deportiva; solo comparable en su esencia, según mi opinión, a la caza deportiva cargada de tradición cinegética de la vieja Europa. Todo esto no es un dato menor; no es lo mismo escribir sobre lo que uno conoce mucho, que escribir sobre una experiencia aislada y única de caza en África. Su extensa experiencia de caza esta matizada de datos geográficos y culturales que enriquecen la lectura; además, al contar sus inicios en la caza internacional, nos brinda datos de épocas pretéritas con situaciones políticas del momento que no dejan de sorprender por los riesgos asumidos para lograr sus sueños cinegéticos; tal su descripción de safaris en Rhodesia. Todo esto, al menos para mí, hace que la lectura sea entretenida y enriquecedora, con reminiscencias de las clásicas novelas de caza africanas que todos los cazadores hemos devorado, cultivándonos y favoreciendo nuestros sueños cinegéticos.

Pero esta gran experiencia africana no opaca sus abundantes cacerías en nuestro país, ni las fascinantes experiencias paraguayas y peruanas; tampoco las europeas (principalmente la caza del urogallo, cargada de tradición cinegética de Europa Central y del Este) ni las más duras, las de Alaska, “la última frontera”.

Hasta aquí podría llegar el análisis literario de las obras mencionadas, si así podemos llamar a los comentarios de un profano en literatura apenas lector.

Pero a mí, que soy más observador obligado de la naturaleza humana que experto crítico de literatura (menos por placer que por razones laborales), me interesa más el análisis humano del escritor tras el texto. Análisis que, en estas obras, no me es difícil hacer, porque el escritor deliberadamente nos cuenta su vida, y lo hace a través de sus vivencias de caza. Buby Campo, cazador y escritor al que seguí durante mucho tiempo, escribió en uno de sus libros: “La caza ha sido la sal de mi vida”. Es muy claro que también lo ha sido para el autor de estos libros.

Ciertamente leyendo sus narraciones repletas de anécdotas, con múltiples descripciones maravillosas de atardeceres, paisajes, animales, países y por supuesto lances de caza, Pasquetti deja traslucir, para quien sabe entender, su personalidad y su pasión; diría más, su vida, que es la vida de un cazador nato.

Los cazadores pertenecemos a un grupo hoy minoritario, pero que fue el más importante durante el noventa por ciento del tiempo de nuestra existencia como especie. Durante todo ese tiempo fuimos vitales en el aporte de proteínas –carne- a nuestros congéneres. Esa pasión, que rebosa en Pasquetti, es la que nos permitió, en nuestros albores, contribuir a la supervivencia del resto de nuestro linaje. El rastreo interminable, la paciencia inagotable, la agilidad y habilidad para capturar la presa, eran nuestras cualidades; estas características propias de una conducta de cazador, fueron promovidas por genes específicos que hoy permanecen latentes en nuestro genoma; esos genes que también hicieron que nuestros corazones se aceleren frente a la inminencia de la salida de caza, la búsqueda de la presa y rebosaran de felicidad al conseguirla. Hoy no son necesarios para la subsistencia, desde hace mucho tiempo, y por lo tanto se han ido perdiendo en gran parte de los humanos; como en algunas razas de perros de caza que hoy son meros falderos. En Sergio Pasquetti están intactos. Fuimos importantes para la existencia de la especie, pero ahora somos minoría. Por eso nos alegramos y entendemos cuando uno de nosotros nos recuerda las emociones de la caza.

Por todas estas cosas los cazadores tenemos una particular forma de entender la vida y también la muerte. ¿Cómo podría ser de otra forma siendo la muerte parte ineludible de nuestra actividad, que inicialmente fue por sustentación y hoy es una reminiscencia litúrgica de ese pasado de necesidad vital para la tribu?

Pero no me interesa aquí la muerte, que ya he tratado en otro lado y hace tiempo; aquí me interesa la vida o el significado de la vida para los cazadores. Y aquí es donde cobran sentido los libros en análisis, ya que no es casual que el autor, tal vez inconscientemente, al titular sus dos obras utiliza el sustantivo “vida” y el verbo “vivir”, conjugado en tiempo pretérito perfecto. Pasquetti, a través de narraciones de caza, lo que nos está contando es su vida; la vida de un cazador. Esta vida no es muy distinta, en esencia, a la de todos los verdaderos cazadores. Alguna vez escribí: todos los verdaderos cazadores somos esencialmente iguales.

Leyendo sus obras se pueden reconocer los hitos claves en la vida de un cazador.

Sus inicios con el deslumbramiento de la vida salvaje, mediante cacerías menores, primeras experiencias que, si bien exentas de resultados cinegéticos destacables, reforzaban la pasión de cazador, y activaban así los genes latentes específicos.

Su visita a una popular armería de Buenos Aires donde fija en su retina los trofeos taxidermizados expuestos en ese lugar y que, a lo largo de su vida, finalmente logra. Cuando los ve por primera vez, sin proponérselo conscientemente, los fija como línea cinegética a seguir, activando aún más sus genes de cazador. Leyéndolo recuerdo los míos; los que me trajeron hasta aquí; esos trofeos que vi de pequeño y que aun mantengo en mi memoria como si hubieran sido míos y que me llevaron a cazar los que tengo colgados en mi lugar especial para ello.

Otro hito ineludible en la vida del cazador moderno es el sentimiento torturante que aflora ocasionalmente en los cazadores tenaces; me refiero al replanteo extremo hasta casi el arrepentimiento de la práctica de nuestra actividad en momentos de sacrificio enorme o fracaso cinegético ¿que estoy haciendo aquí, sufriendo y lejos de mi familia, que abandone hace tantos días? El autor se hace esta pregunta muchas veces en estos libros. Y también como nosotros, en el camino de regreso y con el fracaso cinegético reciente, de repente se encuentra proyectando la próxima salida de caza. Tal vez al mismo lugar, o en la próxima luna, o en la próxima brama. Así somos todos nosotros.

Y todo esto me lleva a otro hito que el autor describe claramente y le otorga espacio en su obra: su sala de trofeos. Extensamente he escrito sobre la importancia del trofeo en la vida del cazador. Sergio Pasquetti aborda el significado en varios lugares. Acá basta mencionar que en ambos libros dedica un espacio al tema, y define el significado que tiene el lugar. Es fácil entender cuando escribe en la sección correspondiente a “Galería de Trofeos” del primer libro: “…toda mi vida de cazador está plasmada allí…. es mi espacio, mi lugar en el mundo, donde sueño lo posible y lo imposible, … donde escribí este libro… donde siento que he vivido…”. Y en la misma sección “Galería de trofeos” de su segundo libro, cierra el mismo diciendo: “Aquí está plasmada parte de mi historia… una historia que anhelo trascienda al olvido y la memoria”.

Se puede asegurar, señor Pasquetti, que lo ha logrado con éxito.

En conclusión, recomiendo leer los libros ¡He vivido! y Mi Vida de Cazador. Sergio Pasquetti es un cazador autentico con la habilidad literaria necesaria para legarnos sus experiencias de una forma no solo entretenida, sino instructiva y estimulante. Tiene el gran valor adicional para mí de poseer una gran experiencia en caza internacional, lo que nos permite conocer y soñar con los destinos cinegéticos más importantes del mundo. Leyéndolo me sentí muy bien con la amenidad de su prosa y la sensación de complicidad que produce la lectura de un autor con el que se comparten sentimientos y principios; se comparte una pasión.