Es uno de los trofeos más difíciles de cazar, que demanda una sesuda planificación, un equipo apropiado y un buen estado físico. Todos los detalles para salir airoso en esta gran aventura. El carnero Dall es el más chico de los 5 grandes de Alaska, pero ciertamente uno de los más difíciles de cazar. Es, además, uno de los trofeos de ovinos más buscados en el mundo entero. Su cacería en las montañas subárticas, bajo un clima duro y traicionero, exige una seria planificación, equipo apropiado, buen estado físico y, por sobre todo, una actitud mental positiva para superar las adversidades con entusiasmo y resolución. Es, en definitiva, una gran aventura para el cazador, así como uno de los lances deportivos más exigentes que ofrece la caza mayor. DALL Y STONE EL TROFEO DONDE ENCONTRAR LOS MEJORES PREPARACION DE LA EXPEDICION LA CACERIA ARMAS, CALIBRES Y MUNICIONES EL TIRO
El carnero Dall pertenece a la familia de los Ovis dalli y su nombre científico es Ovis dalli dalli. Fue nombrado así en honor al naturalista estadounidense William Healey Dall, uno de los primeros exploradores científicos que realizaron investigaciones en Alaska. Dentro de la misma familia de Ovis dalli se encuentra el carnero Stone (Stone sheep), Ovis dalli stonei, también nombrado así por su descubridor, el naturalista Andrew Jackson Stone. Es un animal un poco más grande de porte que el Dall y totalmente marrón. Según James L. Clark, autor del clásico libro “The great arc of wild sheep”, existe una subespecie de Dall, que denomina Ovis dalli kenaiensis por ser endémica de la península de Kenai. Según sus registros, estos ejemplares son también enteramente blancos, pero un poco más pequeños en cuerpo y cornamenta que el Ovis dalli dalli. Existen cruzas de ejemplares blancos (Dall) que poseen manchas marrones (Stone), y se cree que es la misma especie que va modificando su pelaje a medida que se asienta en áreas más australes. Por esa razón, el Dall es totalmente blanco, con un pelaje corto que se mimetiza perfectamente con la nieve de las altas cumbres. Se distribuye en las montañosas del subártico de Alaska y Canadá, y habita en una franja que va desde los 2.000 a los 2.500 metros de altura sobre el nivel del mar. Su cornamenta es marrón, tirando a dorada, y más fina que las de los “big horns” que habitan suelo norteamericano. Ambos sexos tienen cornamenta, y en los machos maduros, los cuernos suelen dar una vuelta completa, convirtiéndolos en uno de los trofeos más preciados para los amantes de la caza de montaña. Los machos adultos alcanzan una estatura aproximada de 97 cm a la cruz y un peso que ronda los 80 kilogramos. De acuerdo con las estaciones climáticas y la existencia de alimento, los Dall pueden llegar a migrar hasta seis veces en el año. Y según estudios recientes de ejemplares censados en la naturaleza, alcanzan los 10 años de vida.
Como todos los carneros y ovinos del mundo, se considera trofeo a su cornamenta. Los distintos métodos de medición coinciden en registrar la longitud de cada cuerno desde la base hasta la punta, sumando la circunferencia de la base, y en algunos ejemplares, agregándoles las medidas entre puntas, como así también medidas de circunferencias intermedias de cada cuerno según sea el caso. La evaluación del trofeo en el campo no presenta mayores dificultades, si se cuenta con buen instrumento óptico y un poco de práctica en la caza de ovinos. El récord inscripto en el libro Boone & Crocket arrojó una medida total de la cornamenta (largo de cuernos y circunferencia) de 189 6/8 de pulgada, cazado en 1961 por Larry Swank en las montañas Wrangell, sobre el golfo de Alaska. Para el Rowland Ward, el trofeo más grande inscripto fue el obtenido en el Yukón, por el Mayor A.L. Snyder en 1909, cuyos cuernos alcanzaron las 49 ¼ de pulgada de longitud.
En Alaska, se encuentran en mayor medida en las montañas subárticas de la Reserva Denali, en las proximidades del monte McKinley, el Mackenzie, el Yukón y de los territorios del Noroeste.En las áreas del centro y noroeste de Alaska, como Alaska Range, su pelaje es completamente blanco, y las manadas que se hallan hacia el sur del estado comienzan a tener su cola más oscura y manchas marrones. Hoy en día un macho que alcance las 32 a 35 pulgadas de longitud es considerado un muy buen trofeo. Para dar con aquel macho viejo soñado, naturalmente el cazador deberá internarse en áreas más remotas y de mayor altura.Por las dificultades para conseguir alimento, tal vez esos ejemplares no cuenten con cuernos gruesos y sean más pequeños de cuerpo, pero seguramente habrá buenas chances de obtener un ejemplar de mayor edad y, por ende, con una cornamenta más larga.
Siempre menciono la importancia que debe dársele a la etapa de preparación y planificación en una salida de caza. Ya sea en Africa para un safari de planicie, o para una cacería de colorados en la Patagonia, lo cierto es que de esta etapa dependerá, en mayor o menor medida, el éxito o el fracaso de la aventura que se encare. Pero en una cacería en alta montaña como la del Dall en Alaska, la correcta preparación se vuelve esencial ya que no sólo estará en juego el éxito de la aventura, sino la propia vida. Hay muchas variables a tener en cuenta a la hora de planificar una expedición de montaña. En primer lugar, conocer exactamente el lugar a donde se irá, el clima imperante en la época elegida y las condiciones en las que se desarrollará la cacería. En función de estos datos, se armará la lista de equipo y ropa que habrá que llevar. El montañista y explorador polar británico Sir Rannulph Fiennes suele decir que no existe el mal tiempo, sólo la indumentaria inapropiada. No hace falta mencionar que Sir Rannulph tiene toda la razón. Conocer las prendas denominadas “técnicas” que se vestirán, el equipo necesario para vadeo de cursos de agua, campamento, alimentación, etc. es indispensable en esta etapa. Naturalmente que el cazador debe hacer los deberes a la hora de tomar la decisión de llevar esa aventura adelante, pero también es cierto que para realizarlo de manera eficaz tendrá que contar con el asesoramiento de la empresa outfitter y del guía profesional. Es impensable que alguien sin experiencia se largue a planificar semejante desafío sin conocimientos técnicos específicos. De ahí que sea fundamental la elección del operador de cacería. De su experiencia y profesionalismo dependerá, no sólo el resultado de la expedición, sino la propia vida. Otra parte importante de la planificación es naturalmente asegurarse de contar con un muy buen estado de salud, y un apropiado estado físico. Cuando digo apropiado estado físico no me refiero a ser un atleta olímpico, sino a tener la capacidad de caminar en desnivel durante algunas horas, muchas veces bajo vientos o nevadas, llevando un peso mínimo de equipo personal y su propio rifle. Así escrito no parece mucho pedir, pero en el terreno las cosas se oscurecen, y muchas veces no por carencia de estado físico, sino por falta de actitud mental. Todo montañista sabe que las limitaciones comienzan en la mente. Por lo tanto, es esperable que un cazador que se largue a vivir este tipo de experiencia, cuente con un elevado nivel de entusiasmo y una actitud positiva para enfrentar las normales adversidades que el clima, el terreno o la misma caza puedan poner frente a él. La cacería en Alaska es una de las grandes aventuras que aún se pueden vivir en el mundo moderno. El solo hecho de estar experimentándola debería ser una razón más que suficiente para regocijarse y atravesar las adversidades con optimismo y entusiasmo.
En Alaska, la temporada de caza establecida se extiende desde el 10 de agosto al 20 de septiembre en el otoño boreal. Por lo general, llegado el momento de abandonar la civilización por el término aproximado de 10 días, el cazador parte hacia un campamento base establecido en la montaña. De manera similar a cualquier ascensión en montañismo, la base puede ser un lodge, una cabaña o un refugio desde donde se irán cubriendo áreas con los binoculares o catalejos en busca de las manadas, que aparecerán como una sucesión de puntitos blancos en las paredes rocosas. A partir de allí, la partida debe comenzar la ascensión para ganar altura y obtener mejores puntos de visualización. Esta etapa demanda más de un día, por lo que de allí en más, los campamentos móviles en carpas de montaña serán el albergue del cazador-montañista. En Alaska, para alcanzar el campamento base se deben utilizar casi exclusivamente aviones e hidroaviones. Como regla general, las primeras etapas podrán hacerse en aeronaves medianas, con capacidad para cuatro o seis pasajeros, y en algunos casos hasta podrán emplearse hidros preparados para acuatizar en ríos o lagos donde alcanzar los campamentos. Y luego, a medida que se vaya accediendo a mayores alturas, las aeronaves serán más pequeñas, con capacidad para dos o tres pasajeros y sólo con tren de aterrizaje de ruedas, ya que a mayor altura hay cada vez menos espejos de agua aptos para el acuatizaje. La habilidad de los pilotos en Alaska es legendaria. Si bien hoy se cuenta con una gran tecnología en aeronavegación, las capacidades personales que tienen para identificar pequeñas pistas de aterrizaje en medio de bosques y valles, de campear fuertes vientos y condiciones climáticas adversas, y de divisar manadas de animales desde el aire, los convierte en una raza especial de profesionales que se juegan la vida en cada vuelo.
Los pilotos son, sin dudas, una parte esencial de la partida de caza, junto, claro, al guía profesional y a sus porteadores o packers, como se los llama a los asistentes de campamento en esas regiones. Una vez que el avión despegó, dejando a los cazadores solos en el campamento, lo que queda es el trekking. En algunas cacerías de carneros Stone pueden utilizarse caballos, pero en las de Dall, no. Aquí los traslados se deben hacer caminando y en pendiente. De todas maneras, y a pesar de lo que uno pueda imaginarse, este tipo de cacería de montaña depara largos momentos de quietud, sentados a buen resguardo observando las laderas de las montañas en busca de los esquivos carneros. La ventaja que dan los Dall es su perfecto color blanco, que hace más fácil su identificación en las laderas montañosas, siempre y cuando no se ubiquen en partes de nieve o hielo. Una vez divisada la manada o elegido un ejemplar determinado, recién allí comenzará la aproximación. Los Dall, en general, dependen de su vista para detectar el riesgo. Y si bien tienen también la audición y el olfato desarrollados, el constante viento y el desprendimiento de rocas hace que se les dificulte mucho confiarse en estos sentidos para activar una alerta. Por esa razón, si la aproximación se realiza con sigilo y fuera del alcance visual, es bastante probable acceder a una distancia segura de disparo.
Cuando hablamos de cacerías de carneros y ovinos en alta montaña, imaginamos siempre largos disparos que superan los 300 metros. No está mal plantearse ese escenario, pero tampoco es una regla que todos los tiros sean de distancia extremas, más cuando hablamos del Dall en Alaska. Como dije anteriormente, si la aproximación se hace fuera del rango visual, es posible acercarse al macho elegido lo suficiente para lograr un disparo en condiciones “normales”, es decir, a una distancia no superior a 300 o 250 metros. De todas maneras, la posibilidad de tener que disparar a mayor distancia y bajo intensas ráfagas de viento, siempre deberá considerarse a la hora de elegir el rifle, el calibre y la munición. Como breve repaso a las características del arma, mi sugerencia aquí es el rifle de cerrojo con culata sintética, especialmente apta para condiciones de variación térmica pronunciada, altos niveles de humedad y peso liviano. En cuanto a calibres, hay un prócer de la cacería de montaña que siempre reflejó su amor por el .270 Winchester. Exacto, hablo de Jack O’Connor. A él no le fue nada mal usando ese calibre en sheeps, big horns y argalis en todo el mundo. Pero lo cierto es que si uno va a enfrentar la alternativa de disparos a más de 300 metros y con probables ráfagas de viento cruzado, lo sensato es decidirse por los magnum de trayectoria rasante como los 7mm Remington Mg, .300 Winchester Mg., y sus parientes los short y los ultra magnums. El problema viene cuando se quiere combinar la cacería del Dall con otro de los 5 grandes, algo que es bastante frecuente en los paquetes que se ofertan hoy día. Cualquiera de las otras especies a sumar, tendrá mayor masa corporal y no demandará tiros de tan larga distancia, por no hablar de los osos que incluyen en el menú la posibilidad de carga. Como ya mencioné en los artículos anteriores, el 375 H&H Mag. es una excelente opción para esas especies, pero resulta muy arriesgado confiar en ese calibre para el Dall. Puede darse la situación de tener a tiro un carnero a 150 metros, en condiciones ambientales estables, por lo que cualquier carga de 270 grains cumplirá su cometido perfectamente, pero el riesgo de que esto no suceda es considerable. Por lo tanto, si la opción es una cacería combinada, mi sugerencia consiste en llevar dos armas con calibres apropiados para cada caso. Acordar esto con el guía profesional de antemano, puede ser una buena idea para que cada uno lleve un calibre diferente.
En cuanto al tipo de munición, cualquiera de punta blanda para ejemplares de peso mediano o livianos que se comercializa en el mercado servirá perfectamente. Las ballistic tip de Nosler, las silvertip de Winchester o las super shock tip de Hornady serán más que aptas para la tarea.
La distancia de tiro puede variar desde 150 metros si los planetas se alienan correctamente, hasta más de 300 metros. Tener éxito en ese plus que excede los 300 metros dependerá de muchas variables, tales como el calibre utilizado, las condiciones climáticas (lluvia y viento), habilidad del cazador para disparos largos, confianza en el arma y un preciso cálculo de la distancia obtenido por un telémetro o rangefinder. La clave en esta clase de tiros es la posición de disparo, en la cual el cazador deberá tener su centro de gravedad lo más bajo posible. Es decir, idealmente cuerpo a tierra y siempre con apoyo. Otra característica saliente es que deberá enfrentarse a situaciones de disparos en ángulos, con lo cual será necesario tener una idea bastante aproximada de la curva balística de su munición en este tipo de circunstancias. La ayuda aquí de programas de sistemas balísticos incorporados al telémetro puede llegar a ser indispensable. En definitiva, al momento de planificar y equiparse para el instante del disparo, se deberá tener en cuenta aquella máxima que reza: esperar lo mejor y preparase para lo peor. Nunca aplicado con mayor certeza para el cazador que decida enfrentarse al elusivo carnero Dall en las altas montañas de Alaska.
El caribú es uno de los símbolos más destacados de la fauna silvestre del hemisferio norte. Se trata de un ciervo de tamaño mayor que, junto con el alce, reina a discreción en los bosques y montañas de CARIBUES Y RENOS LOS AMERICANOS EL TROFEO CAZANDO Y ACAMPANDO ARMAS, CALIBRES Y MUNICIONES EL DISPARO
Alaska. Presenta interesantes desafíos que lo han convertido en uno de los trofeos de cérvidos más buscados por los deportistas internacionales. La dificultad intrínseca de su cacería, sumada a las complejidades que le agrega un terreno inhóspito y el clima impiadoso de Alaska, hacen que se haya ganado un lugar de privilegio entre los 5 Grandes de esa región.
Caribúes y renos parecen casi lo mismo, pero no lo son. En líneas generales puede decirse que cuando se hace referencia a renos, se habla de los europeos y asiáticos, y cuando se menciona a los caribúes, se trata de los americanos. En realidad, los renos emigraron
originalmente de Europa hacia América del Norte hace miles de años, a través del estrecho de Bering, durante los períodos interglaciares. Hoy en día en Alaska, algunos de estos renos europeos fueron introducidos como especies domésticas para el consumo de su carne. Ambos forman parte del mismo género biológico, los Rangifer, y los dos cuentan con diferentes subespecies: existen tres de renos que habitan la placa euroasiática y cuatro la americana. En términos de tamaño, puede decirse que los caribúes son más grandes que los renos.
En lo que respecta al caribú americano, la especie lleva el nombre científico de Rangifer tarandus, y se conocen cuatro subespecies que se distribuyen en Alaska, Canadá y Groenlandia: el caribú de grant (Rangifer tarandus granti), denominado también alaskan barren ground caribou, que habita en Alaska y en el río Mackenzie en los territorios del noroeste canadiense; el caribú de Groenlandia (Rangifer tarandus groenlandicus), que se distribuye al sudoeste de Groenlandia, la isla de Baffin, la isla Southampton y parte de los territorios del noroeste; el caribú de peary (Rangifer tarandus pearyi), que habita algunas islas del Artico; y el caribú del bosque o woodland caribú (Raangifer tarandus caribuou), que se distribuye desde el río Copper en Alaska y los territorios del noroeste, hasta Labrador y Newfoundland en el este.
En promedio, un caribú macho puede medir hasta 1,4 metros hasta la cruz, y llegar a pesar 300 kilos. Los caribúes son los únicos ciervos en el mundo en los que las hembras también tienen cornamenta, aunque mucho más pequeña y fina.
Poseen un espeso pelaje de color grisáceo, muy abundante en inverno. Son rumiantes, gregarios y se mueven grandes distancias en migraciones anuales entre zonas de invernada y de cría. La brama se da en el otoño boreal (nuestra primavera), cuando dejan de desplazarse. El volteo de su cornamenta es en diciembre y las pariciones entre mayo y junio.
La temporada de caza en Alaska se extiende desde el 10 de agosto hasta el 30 de septiembre.
A los efectos de la inscripción en los libros de récords, las clasificaciones taxonómicas de las especies americanas varían de uno a otro sistema. Por ejemplo, para el Boone & Crocket hay cinco grandes subespecies: mountain, woodland, barren ground, Canada barren ground y Quebec-labrador. En cambio, para el Safari Club International existen seis y para el Rowland Ward sólo una.
La evaluación del trofeo en el campo puede ser muchas veces algo dificultosa, debido a las variables que su gran cornamenta presenta, lo que requiere sin dudas de la experiencia del guía local. En este sentido, los sistemas de medición esencialmente coinciden entre sí, siguiendo los mismos parámetros que para el común de los ciervos. Es decir, consideran la longitud de la cornamenta, la circunferencia de la roseta, la cantidad de puntas, la apertura interna y externa y, en este caso particular, la apertura de la palma superior e inferior.
Como característica distintiva para la evaluación, digamos que siempre se buscan ejemplares con mayor apertura, más cantidad de puntas y, en lo posible, una doble pala frontal inferior (conocida como shovel en inglés). Por supuesto, que si esas palas poseen forma de palmas (similares a la de los ciervos damas), mucho mejor será el puntaje a obtener como trofeo.
Los hábitats naturales del caribú son la taiga, la tundra, los bosques y las regiones montañosas, dependiendo de las áreas endémicas de cada subespecie. En Alaska se lo encuentra en los territorios de Alaska Range, la Reserva Denali y en parte del Yukón occidental.
El trofeo más grande inscripto en el Libro de Récords de Rowland Ward es el obtenido por John McCarl en Mulchatna, en el sudoeste de Alaska, que midió 70 7/8 de pulgada de largo y 48 ½ de pulgada de apertura externa. En el Boone & Crocket, por su parte, el récord de la especie de Alaska midió 57 7/8 de pulgada de longitud de la vara más larga y 38 3/8 de pulgada de apertura interna.
La cacería de caribúes demanda un movimiento constante en busca de las manadas que se alimentan en las laderas de las montañas. En general, el esquema utilizado por el cazador es similar a la estructura de los campamentos que realizan los montañistas en sus expediciones. Es decir, que en primer lugar se suele arribar a un campamento base, por lo general una cabaña o refugio de montaña, desde donde se procede a planificar la búsqueda de los ejemplares. Desde allí es común cambiar de campamentos, los que seguramente estarán compuestos por carpas. Y muchas veces, en caso de hallarse en pleno rececho, se efectúa lo que se conoce como fly camp (campamento móvil) simplemente para pernoctar, cosa de no perder el rastro y poder continuar al día siguiente con la búsqueda, ganando altura o recorriendo mayores distancias. Naturalmente que el confort de cada tipo de alojamiento será directamente proporcional a su tamaño. Si en la cabaña o el refugio es posible dormir en camas, disponer de una estufa y otras comodidades por el estilo, en los campamentos móviles todo se reducirá a una buena carpa, una abrigada bolsa de dormir y un fogón, como todo lujo disponible a la mano.
Como las demás especies de los grandes de Alaska, la cacería combina largos períodos de observaciones mediante binoculares y catalejos, seguidos por lapsos de caminatas para realizar la aproximación una vez avistada la manada o el ejemplar a abatir. Debido a la rápida movilidad de estos animales, las decisiones deben ser rápidas. Los machos se mueven constantemente, por lo que demandan también un esfuerzo físico para concretar una veloz aproximación, así como de una gran estrategia para cortarles el paso, en lugar de perseguirlos con un resultado casi siempre infructuoso. Un buen rececho, con viento a favor y sin mucho ruido, puede fácilmente poner al caribú a una distancia de tiro no mayor de 200 metros, lo que es bastante razonable y similar a lo que podemos experimentar con nuestros ciervos colorados en la Patagonia.
Una vez llegado a esa distancia, el conocimiento exacto de los puntos de impacto será (como siempre) esencial. Si bien son ciervos y, por lo tanto, de piel blanda, no siempre es fácil lograr que queden en el lugar a pesar de haber impactado una zona vital. La gran masa corporal y el estrés producido por la herida generarán una sobredosis de adrenalina, que los hará correr aun con un tiro bien colocado en el corazón o en los pulmones. Dependiendo del terreno, esto puede llegar a convertirse en un problema por el riesgo de perder el trofeo.
Para evitarlo, la alternativa es el doble disparo. Al igual que en la caza peligrosa, aquí también es recomendable no quedarse admirando el tiro, sino que una vez efectuado el disparo y aunque uno tenga la íntima certeza de que dio en el blanco correctamente, siempre es aconsejable volver a disparar para garantizar la pieza. Haber llegado tan lejos hará inimaginable la toma de riesgos innecesarios, por lo que la mejor decisión es asegurarse con un segundo tiro propio de back up de manera inmediata.
Como en la cacería del oso y de las demás especies en Alaska, la acción del fusil no puede ser otro que el de cerrojo. Los materiales ideales son el acero inoxidable y las culatas sintéticas, debido a la amplitud térmica que se registra durante el otoño, que es cuando se habilita la temporada de caza. La mira telescópica resulta esencial como en toda cacería de cérvidos, siendo en lo posible de la mejor calidad que se pueda obtener.
Mi sugerencia es no complicarse con aquellas que vienen con accesorios tales como retículo iluminado o telémetro incorporado, que requieran de una fuente de energía externa, ya que la cacería se desarrolla siempre con luz diurna, y por el frío al que estará expuesta la mira se acelerará el consumo de las baterías, dejando más temprano que tarde sólo en funcionamiento las
partes ópticas.
En cuanto a calibres, es recomendable el uso de los que posean trayectorias rasantes. Si bien es cierto que, en general, no se dan situaciones de tiros extremadamente largos, puede pasar que uno se enfrente a una circunstancia de disparo superior a los 200 metros, con el agravante de ráfagas laterales. El viento es en Alaska una variable omnipresente, que debe ser considerada siempre como factor fundamental a tener en cuenta a la hora de analizar las situaciones de tiro.
Por esa razón, si bien el caribú puede ser abatido con calibres relativamente pequeños –como 270 Winchester o incluso los viejos 30-30 como lo hacían los pobladores de aquellas regiones–, para el cazador internacional lo recomendable es moverse dentro de los magnum de calibre .30. El detalle además será válido en el caso habitual de combinar esta cacería con algún otro de los 5 grandes, como el carnero dall o el alce. Por lo tanto, el menú de opciones con el que dispondrá el cazador puede ir desde el .300 Winchester Mg. y 7mm Remington Mg., hasta el 338 Winchester Mg. y la gama .30 de la línea Weatherby.
Las puntas utilizadas para estos ciervos tampoco se diferencian de las aconsejadas para colorados en la Patagonia. Es decir, puntas blandas, de expansión controlada y de características Premium como las Nosler Partition o las Swift Scirocco. Una vez más, valga el viejo consejo de estar absolutamente familiarizado con la munición que se lleva, de manera de conocer exactamente la curva balística en las distintas distancias potenciales de tiro.
Las situaciones de tiro al caribú podrán variar ligeramente si se trata de disparos de montaña, en medio del bosque o en un campo abierto de estepa. En cualquiera de los casos, una aproximación bien hecha dejará tiempo al cazador para ubicarse en una posición cómoda con la ayuda de un apoyo. Así se dispare rodilla en tierra, sentado o cuerpo a tierra, siempre es recomendable la asistencia de apoyos como mochilas, bastones, rocas o ramas que ayuden a garantizar la ubicación de la bala en su sitio. En los terrenos de Alaska, una de las situaciones a estimar es la posibilidad cierta de tener que efectuar disparos en ángulo.
Para esa razón, se hará obligatorio considerar, una vez más, la variación de la curva balística en cada caso. En lo personal, la ayuda de algunos telémetros (rangefinder) que calculan trayectorias en tiros con ángulos, como el sistema True Ballistic Range de Leupold, me han resultado de mucha utilidad en estos tipos de circunstancias. La ventaja de disponer de un telémetro separado de la mira es que siempre podrá llevarse dentro de la ropa, a mayor resguardo y menos expuesto al frío del ambiente, haciendo que dure más la batería con el consecuente tiempo de uso.
Una especie considerada peligrosa por su agilidad, velocidad de carga y, en algunos casos, el acostumbramiento a ambientes humanos. DIFERENTES FORMAS DE CAZARLA. ARMAS, CALIBRES Y MUNICIONES. EN AMÉRICA DEL NORTE EL TROFEO DIFERENTES FORMAS DE CAZARLOS PELIGROSIDAD ARMAS, CALIBRES Y MUNICIONES
Si hay una especie que se ha adaptado mejor a todos los climas y terrenos de América del Norte, es sin dudas el oso negro. Se lo encuentra desde las montañas sub árticas hasta los pantanos de la Florida. En Alaska es –junto al oso pardo– considerado de caza peligrosa, convirtiéndose en uno de los trofeos más interesantes y buscados de los 5 Grandes. Su velocidad, agilidad, olfato y oído, sumado a las dificultades que presenta el terreno en esa zona del globo, hacen que el rececho sea difícil y exigente, y su cacería una de las más atractivas de nuestro continente.
El oso negro es, sin lugar a dudas, la especie que mejor se ha adaptado a los ambientes geográficos de América del Norte. Su distribución va desde las montañas de Alaska en el norte, hasta México y la Florida en el sur, y desde California en el oeste hasta New Hampshire en el este de los Estados Unidos.
Virtualmente vive en todos los terrenos, con excepción de las grandes planicies y los desiertos. Por la capacidad de obtener alimento y refugio, prefiere los bosques, la tundra y las áreas montañosas. Todos los osos negros de América del Norte pertenecen a la misma especie: el Ursus americanus. Sin embargo, la comunidad científica ha identificado unas 16 subespecies, muchas veces relacionadas con el hábitat y otras con la coloración de su pelaje. Es así, el pelaje del oso negro no siempre es negro como la lógica indicaría. De hecho, existen variedades de tonalidades que van desde el negro más azabache hasta el marrón, el rojizo, el canela, el rubio, el azul, e incluso hasta el blanco.
De todas maneras, a los efectos de la cacería, estas clasificaciones taxonómicas no son muy relevantes, más allá del hecho de que es recomendable conocerlas para saber exactamente lo que uno podrá encontrar en cada área.
Un detalle que se debiera tener en cuenta a la hora de contratar una cacería: he visto a cazadores caer ingenuamente en “errores de interpretación” al momento de aprovechar una irrechazable oferta de oso marrón (brown bear) a un precio de ganga, que finalmente terminó siendo un oso negro (black bear) pero con pelaje marrón, que naturalmente es mucho más barato. El ingenio popular no descansa, dicen.
Entre las variedades de tonalidades más inusuales y llamativas está el oso negro blanco, que no es un oso polar sino una subespecie que habita el archipiélago de las islas Charlotte en la Columbia Británica, y cuenta con una categoría de protección de CITES. Además el oso negro azul, conocido también como oso de glaciar, oriundo del sudeste de Alaska, particularmente del área de Yakutat, bastante raro por cierto. Y por último, los osos negros de las Rocallosas, en donde –además del negro– se los encuentra en pelajes de tonalidades marrones, rubias, rojizas y canelas.
Estos mamíferos omnívoros pueden llegar a medir hasta 2 m de largo y 1,5 m de altura a la cruz. Son obviamente más pequeños que sus primos los osos pardos y los polares, pero en Alaska pueden incluso superar el tamaño de un grizzli modesto. Los machos suelen tener un peso que va desde los 120 hasta los 300 kilos. La variación está dada, además de por la subespecie de que se trate, por la época del año: en líneas generales, en primavera habrán acumulado grasa suficiente que le permitirá afrontar el invierno con reservas de energía adecuadas. En muchos casos, un ejemplar puede perder hasta un 30% de su peso luego de la temporada invernal.
Como la mayoría de los úrsidos, los negros pueden mantenerse y movilizarse de pie: cuentan con garras no retráctiles. Y poseen un sentido muy desarrollado del olfato y del oído. Se estima que en la actualidad la población de osos negros en todo el continente americano no sobrepasa el millón de ejemplares.
En Alaska propiamente dicha, con las excepciones mencionadas, los osos negros no pueden ser más negros. No sólo eso, sino que también son los más grandes en tamaño corporal. Allí hay, claro, varias subespecies, como Ursus americanus americanus, emmonsii, carlottae, hamiltoni, perniger y pugnax.
En general, además suelen ser los ejemplares más grandes, pudiendo a veces superar, como dije, a un grizzli mediano. Se adaptan perfectamente a bosques, ríos y zonas de altura media en las montañas sub árticas, pudiendo encontrarlos hasta los 3.000 metros de altitud en los valles y montañas cercanas al monte McKinley en la Reserva Nacional Denali, donde comparten hábitat con sus colegas los pardos.
Los libros de récords no hacen diferencia entre subespecies en el caso del oso negro, y a los efectos de la medición, son considerados carnívoros por todos los sistemas, y medidos en consecuencia. Es decir, se computa la sumatoria de las medidas craneales, de largo y ancho. Naturalmente, el tamaño del cráneo no es uno de los mejores parámetros para juzgar trofeos en el campo. Por esa razón, más allá de la identificación de género, el cazador se guiará por la estimación del tamaño corporal, que obviamente es una característica mucho más evidente.
Para un oso negro, un macho de seis pies ya es un muy buen trofeo a abatir. En Alaska particularmente, el cazador afortunado puede llegar a obtener un ejemplar de siete y hasta excepcionalmente de ocho pies. Para el libro de récords de Rowland Ward, el mayor trofeo inscripto es el obtenido en 1978 por R. Cow, en Colorado, Estados Unidos, que alcanzó una puntuación total de 22 ¼ de pulgada.
En Alaska, el máximo logrado fue el de G.P. Mann, cazado en 1991 en la Isla Príncipe de Gales, que obtuvo 22 puntos. Para el libro Boone & Crocket, el número uno alcanzó las 23 3/16 de pulgada, cazado en 2005 en el monte Fayette, Pensilvania, por Andrew Seman.
Uno de los desafíos que presenta la cacería de osos negros, es que existen diferentes formas de cazarlos en los diversos ambientes en los que se distribuye. En muchos estados de los Estados Unidos se los caza con jauría de perros y en otros lugares desde apostaderos. También pueden combinarse ambas modalidades para aprovechar las horas diurnas, buscándolos con los perros en la mañana y apostándose hacia la media tarde hasta la puesta del sol. En Alaska, la modalidad más frecuente es la de observar con binoculares o catalejos desde una altura apropiada, y una vez identificado el ejemplar, iniciar el rececho hasta dar con la pieza. Una manera similar a la forma de cazar osos pardos en esas regiones boreales. Con una buena óptica y un poco de cancha, no es muy difícil comenzar a distinguir osos negros a la distancia, alimentándose en los valles de las montañas. El negro de su pelaje se diferencia de la topografía con alguna facilidad, aunque para eso la vista debe estar acostumbrada a esas condiciones, algo que se consigue sin dificultad luego de un par de días en el terreno.
En algunas ocasiones pueden obtenerse licencias en Alaska para la caza del oso mediante cebos desde apostaderos. También es común, en el caso de cacerías combinadas, que luego de abatir otra pieza como un alce, un caribú o incluso otro oso, exista la posibilidad de encontrarlos merodeando el cuerpo abatido de la presa en busca de carne. En este sentido, y teniendo en cuenta las dificultades que presenta Alaska, todas las chances para cazarlos son adecuadas, y uno no debería perder la más mínima oportunidad de hacerlo.
Ahora bien, una vez distinguido el oso elegido a través del catalejo, se presentan al cazador dos inconvenientes para la aproximación: en primer lugar la distancia y la dificultad del terreno, y luego la capacidad auditiva y olfativa del animal.
En Alaska, los desplazamientos implican que el cazador recorra distancias con característica de trekking en desnivel, lo que exigirá un estado físico razonable, sorteando algunas veces valles profundos, cursos de agua y alguna que otra parte escarpada. Y todo a una velocidad de marcha constante para no perder la ocasión de encontrarlo más o menos en la misma zona donde fue divisado, si bien es cierto que estos ejemplares son territoriales y pueden estar incluso un día en la misma franja alimentándose.
Una vez llegado a una distancia prudencial, el acercamiento demandará una precisa evaluación del viento y un máximo sigilo. Como dije, el olfato y el oído son los dos mejores sistemas de alerta que el negro posee para detectar el peligro. No tiene buena vista, pero tampoco es cosa de arriesgarse, por lo que siempre resulta recomendable evitar el radio visual como medida extra de precaución.
Si a estas alturas todo resultó como lo planeado, el cazador lo tendrá a una más que ventajosa distancia de tiro.
Ahora, si por alguna razón el oso captó el viento o escuchó un ruido desconocido, desaparecerá de inmediato y el rececho habrá terminado, para lo que habrá que comenzar todo de nuevo.
El oso negro y el pardo son las dos especies que se consideran peligrosas de los 5 grandes de Alaska. La peligrosidad del negro está dada en una combinación de factores: agilidad, velocidad de carga y, en algunos casos, el acostumbramiento a ambientes humanos.
Cuando escuchamos casos de osos que ingresan a casas o campamentos, que revuelven contenedores de basura o que se acercan peligrosamente a vehículos, son en general osos negros. La amplia distribución hace que muchas veces accedan a áreas urbanas, poniendo en alerta a la población local. En Alaska, en cambio, las grandes extensiones geográficas y la baja densidad demográfica hacen que las incursiones urbanas no sean tan frecuentes. Sin embargo, el riesgo de un raid al campamento o al refugio de montaña siempre está latente, al igual que sucede con los pardos.
Las estadísticas indican que los accidentes con cazadores no son habituales, pero un encuentro cuerpo a cuerpo con alguien desarmado puede resultar fatal. Los osos negros son extremadamente ágiles, pueden trepar fácilmente a los árboles, nadan muy bien y alcanzan una velocidad de carga de 60 km por hora. Un combo de aptitudes interesante a la hora de tomar precauciones de seguridad.
La piel suave del oso negro y su tamaño corporal hacen que técnicamente puedan ser abatidos con calibres típicos de ciervos, desde el todo terreno .270 Win. o cualquiera de la gama de los .30 como el 30-06 o incluso el .308 Win.
También entrará en la ecuación la modalidad de caza y el terreno. No es lo mismo cazarlos con perros o en apostadero en las montañas Rocallosas, que recechándolos en las laderas de las montañas de Alaska.
Sin embargo en todos los casos, aquella máxima africana de Harry Selby de “use enough gun”, o use un calibre suficientemente potente para hacer el trabajo, se ajusta a la perfección por un par de motivos.
En primer lugar, si bien es cierto que un calibre liviano puede cumplir correctamente su cometido si la bala se coloca en su sitio, el hecho es que la de osos es obviamente una cacería internacional, con lo que esto implica en términos de asegurar toda posibilidad de éxito. No tiene ningún sentido arriesgarse con un calibre modesto, si además el cazador no está familiarizado con la anatomía de estos animales, desconociendo tal vez la ubicación exacta del triángulo de órganos vitales. En segundo término, la posibilidad cierta de realizar disparos en movimiento, ya sean laterales o eventualmente frontales en caso de una carga veloz. En ambas circunstancias, la munición debe tener un efecto de parada casi inmediato, para no perder la pieza o para evitar un accidente según sea el caso. Sumado a esto, también se deberá tener en cuenta que en Alaska las distancias de disparo pueden llegar eventualmente a los 250 o 300 metros como máximo (aunque no es lo más conveniente en estos casos). Por lo que también resulta recomendable contar con un calibre que tenga trayectoria rasante. Dicho esto, los calibres que sugiero se extienden en una gama que va del .300 Win. Mg., el .338 Winchester o Lapua, y el 375H&H Mag. que con punta de 270 grains será una muy buena elección.
A la hora de optar por un calibre, también se deberá tener en cuenta si sólo se irá por el oso negro o si, como sucede en el caso de Alaska, se podrá combinar con otra especie. Es allí, entonces, donde se deberán tomar en consideración las características de cada una de las especies a buscar, y elegir el arma y el calibre que mejor se adapte a todas. Como hemos visto en los artículos anteriores de los “Los 5 Grandes de Alaska”, el 375H&H sigue siendo uno de los más versátiles, apto también más allá de las verdes colinas de África.
La elección de la munición está, como siempre digo, supeditada a la posibilidad que brinda el mercado local en un momento determinado. Dicho esto, cualquier punta blanda de expansión controlada del tipo Nosler Partition, Barnes X, etc. será de gran efectividad. La máxima de obtener la munición de la mejor calidad que sea posible, se verifica como siempre aquí también.
Para cualquier cacería que pueda desarrollarse más allá de los 100 metros, el uso de mira telescópica se hace indispensable. Como regla diría que, particularmente en Alaska, se deberá tener presente el peso final del arma y la mira, ya que las marchas pueden ser largas en terrenos no muy amigables. Por lo tanto, desde el fusil hasta la mira deberían ser livianos, no muy sofisticados y extremadamente resistentes a las inclemencias de temperatura, humedad, tierra, golpes y sacudones.
Si hablamos de distancias de tiro no superiores a los 250 metros, no hacen falta tampoco miras de gran aumento ni excesiva luminosidad. En ambientes como Alaska, menos es siempre más.
Así como África cuenta con sus 5 o 7 Grandes según el caso, que incluyen a las especies más agresivas y peligrosas de ese continente, América del Norte, posee también una clasificación similar para referirse al grupo de especies endémicas mayores. Esta clasificación naturalmente, no está dada desde el punto de vista del taxonomista, sino del cazador deportivo que agrupa así a los trofeos más buscados de esa región septentrional. ALASKA ESPECIES Y SUBESPECIES GRIZZLIES Y KODIAKS EL TROFEO DONDE ENCONTRARLOS LA CACERÍA PELIGROSIDAD ARMAS, CALIBRES Y MUNICIONES EL TIRO
De estas cinco especies, sólo los osos pardos y negros poseen en su comportamiento la opción de atacar si sienten que su espacio vital ha sido invadido, o se encuentran ante una agresión directa. Aquí también podríamos incluir al oso polar, que lamentablemente cuenta desde hace unos años con categoría absoluta de protección por parte de CITES. Como digresión, me permito decir, que las causas de la involución de esta exótica especie, se debe a los trastornos provocados por el calentamiento global, que está reduciendo considerablemente su hábitat en el casquete polar, y no por motivo de la presión cinegética de cazadores deportivos ni de subsistencia como los pobladores inuit. Valga la aclaración en tiempos de permanentes confusiones.
El resto de las especies de cérvidos y carneros, sólo disponen obviamente de la huida en caso de agresión, aunque la dificultad para cazarlos en sus ambientes naturales hacen que el desafío sea tan o más interesante que las especies peligrosas.
América del Norte es sin dudas una tierra de osos. Desde los negros, hasta el Polar, pasando por las diferentes clases de pardos, el territorio de los Estados Unidos y Canadá cuenta con una importante población de estas especies, que muchas veces son confundidas por el público en general, y de las cuales la mayoría son trofeos de caza altamente buscados. Se estima que en los Estados Unidos hay una población actual de 35.000 osos pardos, de los cuales el 95% habita en Alaska, el Estado más grande de los Estados Unidos con 1,7 millones de kilómetros cuadrados.
Alaska es un territorio imponente con una interesante historia, que comienza cuando fue comprado por el gobierno americano a Rusia en 1867, por sólo 7.2 millones de dólares. Además de ser el más grande y el menos habitado, tiene una gran biodiversidad y cuenta además con el pico más alto de América del Norte, el Mc Kinley o Denali de 6.194 metros de altura.
El nombre genérico de la especie es Ursus arctos, y se lo conoce popularmente como oso pardo o marrón. Tiene una amplia distribución en Europa, Asia y América del Norte. Es allí, en esa parte del mundo donde se encuentran a su vez tres sub especies muy famosas: el Grizzly (Ursus arctos horribilis), el pardo de Alaska o Alaska Brown Bear (Ursus arctos alascensis), y el Kodiak (Ursus arctos middendorffi). Estas tres sub especies coinciden en diversas áreas del territorio de Alaska y poseen distintas características que los diferencian entre sí notablemente.
El extraño nombre del Grizzly, proviene del inglés “grisly” que significa horrible o espeluznante, y de ahí su designación científica en latín, ursus arctos horribilis. También se los suele denominar osos del interior, porque su hábitat se encuentra en las montañas y valles boscosos del interior del Estado. Es el de menor tamaño de las tres sub especies, alcanzando excepcionalmente un peso de 400 kilos y tienen un porte promedio de 1 metro de altura a la cruz, y 2.4 metros parado en sus dos patas.
Como la mayoría de los osos, son omnívoros, es decir que todo está dentro de su menú. Al vivir en el interior (lejos de la costa), su dieta se compone mayormente de la recolección, la pesca de truchas, salmones y robalos, y de la caza de alces, caribúes y venados, especialmente de crías. Aunque el 90% proviene de los vegetales recolectados, como frutos, raíces y hojas. El mayor esfuerzo energético que debe realizar para alimentarse, así como una alimentación mayormente vegetariana, hacen que alcancen a un tamaño menor que los osos que habitan las costas. Son territoriales y dada la baja tasa de reproducción, las hembras suelen ser las más agresivas de todas si están en presencia de oseznos.
El Kodiak por su parte, conocido también como oso gigante de Alaska. Es el mayor de los pardos, y uno de los carnívoros terrestres más grandes del planeta. Llega a alcanzar los 600 o 700 kilos, con un porte de 1.3 metros de altura a la cruz. Parados, pueden superar los 8 o 9 pies de longitud. Son solitarios, y sólo se mueve en comunidad en la etapa de reproducción y luego de la parición de la hembra. Comparado con el Grizzly, el Kodiak es más robusto y posee un pelaje más largo y denso. Se alimenta mayormente de una dieta carnívora en base de salmones y focas, y también caza mamíferos como crías de alces u otros ciervos. Su mayor masa muscular, requiere de una alimentación con mayor cantidad de proteínas.
En líneas generales, el trofeo del oso lo conforman el cráneo y la piel completa. Es costumbre que para tener una dimensión general del animal, se mida el largo completo en pies y fracciones de pulgadas. Sin embargo, a los efectos de la inscripción en los sistemas de medición, lo que califica como trofeo es la sumatoria de la parte más ancha y la más larga del cráneo. Así es como libros tales como Rowland Ward, Safari Club Internacional o Boone & Crocket, los miden utilizando los sistemas definidos para carnívoros, el mismo que para medir felinos, por ejemplo.
En este sentido, y de acuerdo a la clasificación de Rowland Ward, los osos pardos del continente americano se dividen en Grizzly Bear y Alaskan Brown Bear, que este libro clasifica como Ursus arctos middendorffi o Kodiak. Una clasificación similar hace el sistema Boone & Crocket destinado exclusivamente a especies de América del Norte.
El record de oso Grizzly inscripto en el Boone & Crocket es 27 13/16 de pulgada, de un ejemplar recogido en el Monte Lone, en Alaska en 1976 por Gordon Scott. Por su parte, el récord de Kodiak, alcanzó las 30 12/16 de pulgada, en un monstruo cazado en la misma isla de Kodiak en 1952 por Roy Lindsley.
En tanto que el Rowland Ward, inscribió como primero en su ranking de Grizzly, a un ejemplar que midió 26 pulgadas, cazado en Alaska en 1981 por el Dr. José Alfredo Martínez de Hoz. En cuanto al más grande de los Kodiak inscriptos en ese libro, figura uno de 31 ¾ de pulgada, cazado en Alaska en 1909, por J.W. Anderson.
A los efectos de la evaluación en el terreno, tanto el guía como el cazador se regirán por la estimación del tamaño corporal completo, medido de la cabeza a la cola. Convengamos que es imposible calcular las medidas craneales de un ejemplar vivo a la distancia. Si hablamos de Grizzlies y como parámetro general, un ejemplar de 200 kilos y que mida 6 o 7 pies, será un muy buen trofeo. En el caso de un Kodiak, un tamaño de 8 pies para arriba, será un excelente animal, ahora si hablamos de un 9 o 10 pies de largo y un peso de 700 kilos, estaremos frente a un trofeo de características excepcionales.
La distribución de los mejores trofeos es bastante pareja en todo el territorio de Alaska. El cazador puede obtener imponentes ejemplares de pardos y grizzlies en el área denominada Alsaka Range (es una gran medialuna al norte de la ciudad de Anchorage), la península Kenai, la península de Alsaka al sur de Anchorage, en las cercanías a la Reserva Nacional Denali y en el Yukon del noroeste. Los kodiaks son endémicos de las isla que lleva ese nombre, por lo tanto sólo se los encuentra allí y en las pequeñas islas circundantes. Kodiak posee una gran reserva llamada Kodiak National Wildlife Refuge, donde existe una alta tasa demográfica de osos pero no está permitida la caza deportiva.
En general, la cacería de los grizzlies y los pardos del interior de Alaska es similar, siendo que comparten hábitats. Las técnicas utilizadas son la observación a través de binoculares sobre laderas o puntos convenientes de visión, y una vez identificada la presa, el rececho. También es posible emplear como cebo a los despojos de un animal cazado anteriormente, y que aún no haya sido despostado. Se caza siempre con luz diurna y a pie. El medio de transporte más usado para acceder a los campamentos o áreas de caza es el avión o el hidroavión. Si se trata de cacerías en la montaña, el trekking de altura será la única opción, descartando el uso de caballos o motos de nieve. Cazar osos a la huella es sólo posible si hay nieve o si llegasen a estar alimentándose de salmones en las corrientes de los ríos.
El avistaje de ejemplares está permitido desde el aire, pero existe la restricción de no poder cazar hasta el día siguiente, descartando a su vez la ayuda aérea al momento del rececho.
Las distancias de tiro varían mucho, dependiendo de la situación. Por lo general van desde los 70 hasta los 250 o 300 metros. En realidad no es tan complicado acercarse a una distancia de tiro que sea segura. Los osos no poseen una gran visión, pero huelen muy bien. Y si se está atento a los cambios en el viento, una aproximación lenta y cercana es posible.
En el caso de los kodiaks, la cacería puede llevarse adelante desde la costa.
Existen modalidades donde los cazadores se movilizan en embarcaciones buscando sus trofeos desde allí, y recién luego de divisarlos bajan a la costa para comenzar con la aproximación. Las condiciones topográficas entre las áreas interiores de Alaska (montañosas y de bosques cerrados), y las de la isla de Kodiak son, en este sentido, bastante diferentes, tornando distintas las técnicas de rececho.
Las temporadas de cacerías se llevan a cabo en la primavera y el otoño boreal (exactamente opuestos a nuestras estaciones australes). La amplitud térmica es grande, pasando muchas veces de mediodías agradables, cálidos y soleados a noches y madrugadas de temperaturas sub 0. Las nevadas son frecuentes, especialmente a fines del otoño y comienzos de la primavera, lo que muchas veces complica la cacería al no poder realizar observaciones de larga distancia.
Los osos son las especies de caza peligrosa por antonomasia de América del Norte. Son agresivos, especialmente las hembras con crías como suele suceder en la mayoría de las especies, y poseen una gran velocidad en ataque. De las especies de osos en general, el pardo es uno de los más peligrosos, alcanzado una velocidad de ataque en carrera de más de 60 km por hora. Si tuviera que hacer un ranking de peligrosidad, ubicaría a los grizzlies en primer lugar, luego los pardos (Alaska brown bear) y finalmente a los kodiaks. De hecho, los grizzlies lideran el ranking de ataques a humanos. La peligrosidad y el tamaño son inversamente proporcionales. En general, todos evitan el contacto con humanos. Sin embargo, se dan casos de osos problemáticos, algo similar con lo que ocurre con los leones y leopardos en Africa, en donde si se acostumbran a la presencia humana en pequeños poblados o campamentos son una fuente de alto riesgo de vida. En general se sugiere mantener siempre un arma cerca en todo momento, incluido en el campamento, ya que el cazador nunca puede estar seguro de que uno de estos monstruos lo convierta en presa en el momento menos pensado.
Para cualquier cacería de osos, las armas recomendadas deben adecuarse a una mezcla de condiciones de caza de planicie y peligrosa. En general, cuando hablamos de caza de planicie pensamos en fusiles y calibres aptos para tiro de largas distancias. En cambio, con la caza peligrosa africana, habitualmente se produce en situaciones de corta distancia a animales de gran porte. Con los osos se dan ambas situaciones: gran porte, peligrosidad y largas distancias.
Por lo tanto, versatilidad es la palabra ideal para definir el mejor rifle a llevar en esta cacería.
Si hablamos de versátil, dejamos afuera los dobles y los monotiro tipo Ruger N°1. Los fusiles de cerrojo son la elección indiscutida. Por las características climáticas a las que deberá enfrentarse el cazador, los de culatas sintéticas serán más recomendables que los que la posean de madera. Aquí la estética debería dejar paso a la funcionalidad y al pragmatismo.
La cacería en Alaska no se encuadra en las expediciones extremas como solían ser las travesías en busca del oso polar, con temperaturas sub 0 constantes y donde el aceite en los mecanismos era reemplazado por grafito para evitar el congelamiento al que los materiales se veían expuestos. El cazador expondrá inexorablemente sus armas a los rigores de cambios bruscos de temperatura, alta humedad, nieve, agua (al vadear los ríos o por lluvia), tierra y en algunos casos golpes en los trekkings de senderos de montaña.
En cuanto a calibres, el rango sugerido es amplio, teniendo que cumplir con dos premisas básicas: trayectorias más o menos rasantes y suficiente poder de parada. Desde el .300 Winchester Magnum, el 30-06 Springfield o el .338 Winchester o Lapua pueden ser usados perfectamente en estos animales de piel suave. De todas maneras, si evaluamos la posibilidad de una carga, cosa completamente probable, lo primero que viene a la cabeza es el 375 H&H Magnum. Y así es, una vez más este viejo cartucho africano se convierte también en ideal para las cacerías de oso.
De hecho, cualquier variante dentro de ese rango es adecuada, tales como el 375 Weatherby Magnum o el Remington Ultra Magnum: con puntas que vayan de los 270 a 350 grains, trabajarán excepcionalmente bien.
Aclaro que estas variaciones de 375, si bien no son muy frecuentes en nuestro país, sí podrán ser encontradas en muchas de las operaciones de caza en los Estados Unidos. Si nos referimos a calibres mayores, mi sugerencia es no exceder los .40, siendo el 416 Rigby o el 416 Remington más aptos para back up que para la cacería en sí.
Por las características mencionadas de la piel, la munición a emplear debe ser de punta blanda, de expansión controlada y naturalmente de la mejor calidad Premium. Recuerde que si no lleva su propia arma y municiones a la cacería, debe asegurarse de que su guía cuente con elementos de primera calidad.
Las condiciones de tiro son muy diferentes, tanto como los ambientes en los que se desarrolla la cacería. Las circunstancias pueden variar desde un tiro corto en medio de un bosque cerrado o luego de una buena aproximación que lo ubique a menos de 100 metros, hasta disparos a distancias mayores, como por ejemplo a lo largo de cursos de ríos o en valles y planicies.
Sumado a esto, muchas veces se dan circunstancias de tiros desde diferentes alturas, hacia arriba o hacia abajo. Por lo tanto, también es conveniente que esté familiarizado con las curvas balísticas en tiros con ángulo. En cuanto a posiciones de tiro, con la excepción de la situación de carga, la mayoría de las veces le da tiempo suficiente al cazador para ubicarse cómodamente, usando las posiciones que mejor cuadren en ese momento, ya sea cuerpo a tierra o rodilla en tierra, y siempre con apoyo.
Las diversas dificultades y complicaciones que representan una cacería de osos, hace que se deban evitar a toda costa riesgos innecesarios.
No es fácil enfrentarse a este gigante de Alaska. Cada detalle se convierte en esencial al momento de coronar una aventura exitosa. Si bien esta especie se distribuye a lo largo de la franja boreal de América, Europa y Asia, son los que habitan Alaska los más grandes, y donde están los mejores trofeos. Su majestuosa cornamenta palmada, sus naturales sistemas de alerta, así como las dificultades climáticas y geográficas que se deben enfrentar para obtenerlo, posicionan a esta cacería entre las más destacadas y codiciadas por los cazadores deportivos en toda la historia. LOS ALCES EN EL MUNDO El nombre científico de la especie de alce es alces alces. Existen por cierto numerosas subespecies dispersas por la franja norte del hemisferio boreal, desde América hasta Asia. En total son unas ocho variedades, de las cuales cuatro habitan Europa y Asia y cuatro América del Norte. En Eurasia se encuentran el alce europeo (alce a.a.) que habita la península Escandinava, Estonia, norte de Rusia, Eslovaquia, norte de Ucrania y el oeste de los montes Urales; el alce de Yakutia (alce a. pfizenmayeri) en Siberia occidental; el alce de Kamchatka (alce a. buturlini), en Siberia oriental; y el alce de Amur (alce a. cameloides) en Mongolia y Manchuria. En el continente americano se encuentran las siguientes variedades: el alce de Alaska o gigante (alces a. gigas) que habita en todo el territorio del estado de Alaska y es el de mayor tamaño; el alce canadiense occidental (alces a. andersoni), que se distribuye en la Columbia Británica, en el este del Yukón y en los territorios del noroeste; el alce canadiense oriental (alces a. americanus) en el oriente de Canadá; y el alce de Yellowstone (alces a. shirasi), en el sur de Alberta, y en los estados de Wyoming, Idaho, Utah, Colorado, Oregon y Montana. LOS ALCES DE ALASKA La subespecie de Alaska es la más grande del mundo. Su nombre científico es Alces gigas, es decir alce gigante. Los ejemplares de Kamchatka, en Rusia, pueden también llegar a emparentarse con el tamaño de sus primos de Alaska. Esta característica debe ser muy bien considerada de antemano por el cazador, ya que muchas veces se desconocen las distintas subespecies que se encuentran en diferentes regiones, y por lo tanto puede llevar a errores o grandes decepciones una vez contratada la cacería. Hay que tener en claro que no es lo mismo un alce de Canadá que puede llegar a obtener una apertura promedio entre las palmas de 45 pulgadas, que el de Alaska, cuya medida promedia las 60 pulgadas. Un trofeo récord de alce shiras de Yellowstone, difícilmente alcance el tamaño mínimo para ser inscripto comparado con uno de la variedad de Alaska. Para tener una idea de la magnitud del alce gigante digamos que, en un macho adulto, la altura a la cruz alcanza los 2,10 metros, y puede llegar a pesar unos 700 kilos. En otras palabras, supera la altura corporal de un caballo y alcanza el peso de un búfalo africano. Como todos los ciervos son herbívoros, se alimentan de hojas y ramas, precisan unos 32 kilos de comida por día. Los machos son solitarios y sólo se relacionan con las hembras en la etapa de apareamiento. La época de brama se extiende desde septiembre a octubre en el otoño boreal, y la temporada de caza va desde el 25 de agosto al 25 de septiembre. EL TROFEO Su enorme cornamenta representa todo un desafío para los medidores de trofeos de cualquiera de los sistemas existentes. En general, cada uno de estos métodos considera la apertura externa, el ancho y el largo de cada palma, la circunferencia de la roseta y el número total de puntas. La evaluación del trofeo en el terreno requiere un cierto grado de profesionalismo y experiencia, ya que al moverse solos no es posible comparar ejemplares, y se debe tener muy claro cuáles son los requisitos mínimos legales para abatir una pieza según lo que establezca la legislación de fauna local. El histórico libro de récords de Rowland Ward registra como el alce más grande cazado en Alaska, al obtenido por P. Niedieck en el año 1909, que alcanzó una apertura de 77 pulgadas y media con unas 34 puntas. Para el norteamericano Boone & Crockett Club, el mayor alce capturado en Alaska fue el logrado por John Crouse en el río Fortymile, en el año 1994, y que alcanzó una apertura de 65 1/8 de pulgada, también con 34 puntas en total. EL EQUIPO En Alaska, el equipo a utilizar en la expedición es esencial. Constituye además de la variable que permitirá o no alcanzar el resultado deseado, lo que haga volver con vida al cazador. La indumentaria, las carpas, mochilas, el material de hidratación, los elementos ópticos y los de comunicación son fundamentales a la hora de planificar una expedición como la que requiere la cacería del alce. Por las características del terreno y las condiciones climáticas variables de Alaska, la ropa a utilizar debe ser la denominada técnica, es decir, la empleada por los montañistas en sus ascensiones. Aquí no son tan importantes las telas camufladas sino el material de confección, que debe ser sintético. Debido a la gran amplitud térmica que puede registrarse en un día común en los meses del otoño boreal, donde la temperatura puede ir desde los 25 grados centígrados a niveles sub 0 en cuestión de horas, el cazador tiene que elegir las prendas interiores del tipo de poliéster respirable, por sobre las de algodón que retienen el sudor. Las capas exteriores deberán ser a prueba de viento (windstopper) o del tipo softshell, que evitan la dispersión del calor corporal provocado por el aire frío exterior, así como las camperas y calzados deben ser de Gore-Tex repelente al agua. En una cacería de alce se deberán caminar largos trayectos, muchas veces haciéndose necesario el vadeo de cursos de agua.En esos casos, el uso de waders o de hip-boots (botas largas) es lo más recomendable. En lo personal, prefiero estas últimas porque son más livianas que los waders y mucho más prácticas, ya que difícilmente se cruce un río caudaloso con un nivel de agua que llegue a la cintura. Estas especificaciones técnicas se trasladan también al resto del equipo, como mochilas, bolsas de dormir, elementos de campamento y de cacería en sí. En definitiva, hay innumerables detalles a tener en cuenta en materia de indumentaria, por lo que el cazador debería contar con el asesoramiento profesional de su operador antes de salir de su casa. Lo mismo ocurre con los artilugios tecnológicos, desde teléfonos satelitales, cargadores solares, GPS, computadoras personales y tablets, cámara de fotos, filmadoras, set de baterías, binoculares, catalejos, range finder y un más o menos largo etcétera. Aquí también es esencial el consejo del guía para garantizar no sólo el confort en la cacería sino también las condiciones de seguridad personal imprescindibles. COMO CAZARLOS La cacería del alce de Alaska es demandante desde el punto de vista físico y mental. Requiere de un estado razonable de entrenamiento y de una actitud pro activa para superar las adversidades del terreno y del clima, así como las dificultades intrínsecas que ofrece la caza de todo cérvido. El enorme tamaño de los alces puede hacer pensar que su cacería es fácil. No lo es. Por extraño que parezca, estos animales tienen una increíble adaptación mimética, se mueven con absoluta facilidad en bosques, tundras y bañados, y pueden desaparecer silenciosamente en un abrir y cerrar de ojos sin dejar casi rastros. La forma de cazarlos es, mayormente, buscándolos con binoculares o catalejos en las laderas de las montañas y en los lechos de los ríos. Su tamaño corporal hace que, con buenas ópticas, sean identificables a largas distancias. En estos casos, el problema radica en el rececho, ya que uno nunca sabe si estará allí al momento de llegar o si simplemente se desvaneció en el aire, dejando al cazador con un sabor amargo de derrota. La otra alternativa es llamándolo. Como solemos hacer con nuestros ciervos colorados durante la brama, los machos acuden a la cita si se usa la técnica adecuada, con paciencia y literalmente viento a favor. Los alces tienen muy buen oído, y el viento transportará el llamado largas distancias. Naturalmente hay que ser pacientes, ya que cuanto más lejos esté más tiempo tomará para llegar al lugar donde se origina el sonido. Es una interesante técnica de acecho que puede ser complementada con el avistaje y el rececho, especialmente en valles y zonas de bosque cerrado. La aproximación final es muy similar a la que se realiza con nuestros colorados en la Patagonia. Los sistemas de alerta del alce están muy bien desarrollados, pero en la época de brama su apetito sexual lo hace olvidar muchas veces sus propios instintos de conservación. En general, brinda la posibilidad al cazador de efectuar tiros cortos si se encuentran en medio de un bosque, y de mediana distancia en alguna zona abierta de un valle. Una característica a tener en cuenta es que por ley toda la carne debe ser extraída para ser utilizada. Esto hace que se traten de evitar disparos a piezas que estén cerca de ríos, ya que de caer abatidos en una corriente de agua helada será muy complicada la tarea de recuperación. CALIBRES Y MUNICIONES El alce tiene una piel suave como todos los cérvidos, sin embargo resulta difícil de abatir. Incluso si es impactado en un área del triángulo vital (corazón y pulmones), tardará en caer gracias a su gran resistencia física y al shock de adrenalina producida por la herida del disparo. Esta característica hace que por un lado puedan ser utilizados calibres medianos tales como el 30-06 Springfield, o los magnums 7 mm Rem., .300 Win., .338 Win. o .338 Lapua, como así también los de un calibre superior como el .375 H&H, o cualquiera de los .416. Lo que se busca en cada caso es lograr un apropiado “knock down” que asegure la pieza en el lugar. En lo personal, prefiero la gama de los .416, que no necesariamente deberá ser Rigby, ya que al tratarse de un calibre tropical puede reemplazarse tranquilamente por sus pares Remington o Weatherby. De todas maneras, la elección del calibre debe ser siempre cuidadosa y estar en función de las especies a abatir. Es muy común que las cacerías de alce se combinen con otras especies. Si se va por el oso pardo, cualquier .416 o el 375 H&H será la mejor opción. Si, en cambio, la combinación incluye caribú o carnero dall, donde se esperan tiros más largos en ambiente de montaña, tal vez allí un buen .338 sea la mejor alternativa para el combo. En cuanto a puntas, además de ser blandas, de expansión controlada y de la mejor calidad, el cazador debería decidirse por las de mayor peso en la gama del calibre elegido. Es decir, 175 grains para los 7mm, 200 grains para los .300, 300 grains para el 375 H&H y 400 grains para los .416. Debido a que es tan importante el poder de detención de la munición elegida en esta especie, lo ideal es conseguir puntas Nosler Partition, Swift A- Frame o Barnes X- Bullets, que tendrán el coeficiente de penetración adecuado para atravesar una gran masa de tejidos blandos y huesos, como la expansión necesaria para causar un gran canal de herida (wound channel), que en tal caso provoque un flujo de sangre suficiente muy útil para la tarea del rastreo. En la cacería del alce, la regla de oro es la minimización de riesgos. Esto incluye la elección de calibres y municiones. No es fácil enfrentarse al gigante de Alaska, por lo tanto, cada detalle se convierte en esencial al momento de coronar una aventura exitosa e inolvidable en uno de los lugares más impactantes del planeta Tierra.