“La autopista está en buenas condiciones. El viaje es monótono y lento; solo la expectativa de conocer nuevos lugares y la simple belleza del paisaje -que me recuerda a la región este de mi provincia, en primavera- me mantienen pegado a la ventanilla del vehículo, atento al exterior. Pienso que aquí, ahora, también es primavera, mientras en mi tierra querida está terminando el otoño. Viajo de Viena a Budapest en un vehículo turístico junto a un grupo de viajeros que no paran, excitados, de hablar. Un reflejo mental inconsciente trata de sacarme de mi somnolencia… pero no logro identificar qué lo produce. De pronto los veo; son pequeños habitáculos elevados con ventanas que apuntan a los sembrados; son varios a lo largo de los campos, donde alternan verdes prados, con islotes de bosques altos. No hay duda: son apostaderos. Ya súbitamente vuelvo al estado de conciencia plena y comienzo a mirar con más detalle; lo que sucede en el interior del vehículo pasa a un segundo plano. De pronto todo se aclara; lo veo, está allí, próximo al camino; es un cérvido pequeño; o no, tal vez vi mal. Y luego otro, otro y otro. Sí; son corzos. Ahora comprendo todo. Cómo no lo pensé? Estamos transitando por uno de los países de Europa con mayor cantidad de corzos. Y me olvido que en breve conoceré Budapest. Ahora solo pienso que, si alguna vez vuelvo a estas tierras, vendré a cazar corzos!”.
La caza de corzos en Hungría
Hungría posee todas las características necesarias para ser un paraíso de la caza: una geografía muy adecuada y una gestión cinegética moderna y eficiente; ambas, aunadas, han logrado tal vez la mayor población de corzos de Europa y una gran calidad de trofeos, figurando entre los primeros del ranking mundial, desde hace años.
Se trata de un país con intensa actividad agrícola en gran parte de su extensión, que brinda una alimentación abundante, aún en las peores épocas del año, a la fauna salvaje. Lo cual incide enormemente en la calidad de los trofeos y también, por supuesto, en la proliferación de estas especies.
El manejo cinegético es impecable: registro estricto de todos los corzos abatidos -lo cual permite controlar densidades y permisos de caza- con un reglamento que otorga gran importancia a la edad del corzo a abatir, disminuyendo significativamente el abatimiento de animales jóvenes y prohibición de cazar hembras.
En resumen, grandes extensiones de tierra fértil, abundante comida y muchos ríos, sumado a buena y muy cuidada genética, hacen una combinación perfecta para una gran calidad de trofeos y densidad de corzos.
Organización de la cacería
Mi regreso a Austria fue inesperado y fortuito; y para ser honesto el objetivo del viaje, ya de importancia secundaria, me resultó la excusa perfecta para cumplir mi deseo. Tuve tiempo suficiente para preparar en detalle la cacería. Otra vez la ayuda de dos amigos operadores de caza pampeanos me facilitaría la concreción del proyecto: en primer lugar, German Brandazza, me contactó con quien sería la piedra angular de la cacería: Heimo Feistritzer. Heimo es cazador y operador de caza; su documento dice que nació en Austria pero su corazón es argentino. Tanto es así que nuestras primeras comunicaciones me resultaban confusas ya que, esperando comunicarme con un austriaco con buen manejo del español, me encontré con un castellano argentino cien por ciento, con acento porteño, para más detalles. Tardé poco en dilucidar el misterio. Heimo vivió muchos años en Buenos Aires. Tiene mil anécdotas al respecto que muchos conocen ya que es un personaje conocido del ambiente cinegético local; no ahondaré en detalles; solo agregaré que todas las mañanas lee un diario porteño muy conocido y su mente está permanentemente pendiente de nuestro país, sus problemas y sus bondades -que conoce bien-. La sorpresa no finalizó allí; Heimo, para ultimar detalles, me propuso encontrarnos en La Pampa! Su propuesta parecía una broma pero, increíblemente estaba por viajar a un conocido coto ubicado a pocos kilómetros de Santa Rosa. Y aquí es donde interviene mi segundo amigo pampeano: José Calbelo, que, en esa época gestionaba toda la operatoria cinegética del lugar. José, con la amabilidad y caballerosidad que lo caracteriza me invitó, sin preámbulos, al previsto encuentro. Cordero al asador bien regado, excelente reunión con invitados y anfitrión de lujo, recorrido del coto y avistaje de fauna. Fue en ese maravilloso contexto que conocí a Heimo. La caza deportiva depara actividades periféricas al acto cinegético mismo, que son muy gratas y de las cuales se disfruta mucho; esa muy agradable tertulia fue una de ellas.
La cacería
Heimo había preparado una cacería muy acorde a los días que disponía y a la distancia donde nos encontraríamos. Cazaríamos en una muy accesible zona de Hungría, cercana a la frontera, a la cual accederíamos en vehículo desde Viena, por la misma autopista que mencioné en el inicio.
La zona donde cazamos se encuentra en la región denominada Transdanubio Central, pocos kilómetros al norte del lago Balaton. Esta región se encuentra al oeste de la Gran llanura húngara, y es una muy fértil zona de agricultura, de clima benévolo en la fecha en que cazamos, aunque las madrugadas eran muy frías y requerían abrigo. Era un área con terrenos ondulados y predominio de campos limpios, en esa época con verdes sembrados, alternando con bosques altos.
No llevé armas y recomiendo no hacerlo. Todas las organizaciones disponen de armas de primer nivel. El primer día cacé con un Mannlincher 7.64 y posteriormente con un Blaser 8,57, por supuesto con óptica alemana de primer nivel. Ambos calibres muy centroeuropeos, de excelentes prestaciones y, además, muy aplicables en nuestras modalidades y fauna de caza en Argentina. Agrego que las armas utilizadas eran propiedad de los guías de caza.
Previo a la cacería me sometieron a “una indispensable prueba del rifle” a 150 metros, que en verdad es una “prueba del cazador”; lo confirme al verlos, al organizador local y su guía, mirarse y asentir discretamente después del último disparo.
La primer tarde, luego de nuestra llegada, ya estábamos cazando. La modalidad que empleamos, me recordó el ritmo de brama. Salidas por la madrugada, regresando a media mañana y luego a la tarde hasta oscurecer. Búsqueda en vehículos con grandes recorridos y acechos a pie luego del avistaje, o caminatas con eventuales esperas en los múltiples apostaderos distribuidos en el campo. La zona exigía con mayor frecuencia disparos largos, lo cual hace que los elementos de apoyo sean vitales. A propósito de estos artilugios de gran utilidad, utilicé un bípode que brinda gran estabilidad para el disparo que, si bien conocía, nunca había utilizado cazando; se trata de un bípode largo -para tirar de pie- con dos puntos de apoyo en el arma, uno en la chimaza y otro en la culata (desplegado parecen dos V unidas en sus extremos y sus ángulos en tierra, y el rifle apoyado sobre sus extremos unidos). Se pliega hasta quedar de una sola vara y se despliega rápido; es el más adecuado -por su gran estabilidad- para tiros largo. La única desventaja es que no tiene rotación; esto significa que, si la presa está en movimiento lateral, para seguirlo con la mira debemos levantar una de los apoyos para acompañar, lateralmente, el movimiento del animal.
Los guías en Hungría son cazadores. Realizan esta actividad como complemento laboral pero son cazadores en sus tiempos libres; saben cazar y cazan bien. Es fácil darse cuenta cuando uno los ve en acción; todos tienen equipos de primer nivel: armas y ópticas de buenas marcas -alemanas la mayoría- y buena indumentaria (usan pantalones de cuero muy bien trabajados que brindan gran protección y abrigo, siendo muy cómodos a la vez y absolutamente silenciosos para caminar). Son muy profesionales en el campo y en el trato. Por sobre todas sus cualidades menciono la que más valoro: son muy buenos evaluando trofeos. Se toman su tiempo y diría que tienen una exactitud cercana al cien por cien. Esto se entiende bien si se tiene en cuenta que las categorías de corzos se dividen por peso y se pactan antes de la cacería. Por ejemplo, se pactan trofeos de 200 a 300 gramos; de 300 a 400gs, etc. Téngase en cuenta que son trofeos pequeños y que generalmente se evalúan a 100 metros o más. Esta característica me recordó a los guías de caza de Namibia, que, con gran exactitud, evaluaban exhaustivamente a las presas antes de dar la orden de disparo. Esta habilidad es muy importante para ellos ya que en Hungría no está permitido abatir animales jóvenes.
Con una población muy grande de corzos y un terreno benévolo en la temporada que cazamos, no fue una cacería exigente. Según mi experiencia, diría que el encanto no se encuentra en la exigencia o dificultad de la misma, sino en lo contrario, en lo placentero y agradable que es estar cazando en este lugar. Más aún, la belleza de la zona, la cantidad de avistajes, la abundante fauna salvaje -no era raro levantar faisanes salvajes en nuestra marcha- hacen de la cacería un deleite permanente. El contexto, cargado de una gran tradición de caza europea, que se siente permanentemente, agrega un aditamento especial.
Cazamos tres corzos en dos jornadas completas; todos con disparos a más de cien metros. Son blancos pequeños aproximadamente del tamaño de nuestros antílopes. No hubo contratiempos significativos como animales heridos o perdidos. También, y esto me recordó nuevamente a Namibia, mucha fauna, muchos avistajes con largas evaluaciones, muchos recechos y muchos recorridos que me permitieron conocer varias zonas de caza y, también, contacto con pueblos apartados y gente local con nula contaminación turística; este es un condimento especial de la caza internacional, para quien sabe disfrutarlo.
CONCLUSION
Cazar en Hungría es muy recomendable. Caminar por esos bosques y disfrutar de la caza deportiva allí tiene un encanto especial que, como dije, no radica en la dificultad del lance sino en el bello y tradicional contexto en que se desarrolla.
Solo podría mencionar un aspecto negativo, más a modo de consejo a los lectores que de crítica. En la caza de corzos en este país se tiende a abusar, para mi gusto, del uso de vehículos. Todos los guías usan vehículos preparados con asiento y apoyo para tirar y un conductor acompañante del guía. Es verdad que son extensiones inmensas de caza. Y no lo hacen con espíritu antideportivo; todos los guías que conocí eran excelentes cazadores. Pero los programas habituales de caza son paquetes de cinco o seis corzos por cazador en 1 o 2 días; y por supuesto, se logran. Tienen mucha cantidad de corzos y de todas las calidades de trofeos, que se miden por peso. Estos paquetes hacen que el uso permanente de vehículos sea indispensable. Por eso mismo, cazar dos o tres de estos pequeños cérvidos en tres días, al rececho, no es lo deseable para los organizadores de caza… Esto lo entendí claramente cuando faltando cazar mi tercer trofeo, y restando más de un día completo de caza, mi guía hizo detener el vehículo y, mirando con sus largavistas un corzo a más de doscientos metros, me ordenó disparar; yo, que había advertido previamente que cazaría solo al rececho, me mantuve sin levantar el arma mientras el animal se mantenía a distancia observándonos. Les aseguro que la cara de ira con la que me miraba ese magiar -metro noventa de altura y noventa kilos de peso- y la cantidad de cosas que me dijo en ese idioma endemoniado en el que hablan, me asusto mucho más que el rechinar de castañuelas de cualquier padrillo herido que he buscado en mi vida. Sólo el hecho de estar en el siglo XXI hizo que le sostuviera impasible la mirada, luego de negarme a disparar. Hace siglos debiera haber salido corriendo o haberme preparado a vender cara mi vida.
Pero en esta época el magiar debió tragar su odio y, mordiéndose los labios y sin dejar de mirarme, ordenó algo al conductor, que también me miraba de la misma forma, pero desde abajo (había descendido del vehículo al escuchar a su jefe tan enojado, haciéndome pensar que, entre los dos, me degollarían sin más preámbulos). Por supuesto, el último corzo -muy bien cazado con un disparo a larga distancia- fue un trofeo muy por debajo de la calidad acordada y muerto prácticamente sin luz de día. Solo la calidad de la óptica que tienen me permitió disparar. No sé si la mala luz reinante no le permitió evaluarlo bien antes de darme la orden de tiro, o fue su intención a modo de castigo; sospechando esto último entendí que deseaban que terminara mi paquete lo antes posible. Antes de partir, su excesiva amabilidad comercial se había restablecido y aseguro que se ruborizó al mirarme a los ojos cuando insistí en que aceptara mi propina, que, bien sabía, no merecía. Es más, tal vez sea lo que me gusta creer, pero había algo de respeto en esa mirada falsamente sonriente con mejillas sonrojadas.
Todo esto, queridos lectores, nos recuerda los vicios ineludibles de la caza comercial. De los cuales no reniego y acepto que es el precio a pagar, además del monetario, si hoy queremos experimentar caza internacional. Como dijo el Dr Ramos: …el coto es a la caza lo que la prostitución es al amor. Y yo, será que me estoy poniendo viejo, cada vez amo más a La Pampa.