Estos grupos son reducidos (4 a 6 integrantes). Se reconocen mutuamente por sus cornamentas individuales, las que juegan un papel importante al vivir juntos en la comunidad de la manada (Butzler, 1986). El avistamiento de estos grupos es poco frecuente fuera de la época del celo. Para vivir buscan un sitio que como primera medida les brinde protección, tanto del clima como de intrusos o depredadores. En el llano eligen comúnmente la espesura del monte; y en zonas montañosas sus refugios pueden fluctuar según la época del año, prefiriendo valles y/o cañadones en invierno, y en verano frecuentan las cimas de esas montañas, donde encuentran una mejor alimentación. Durante la brama, esa armonía en la que vivían se ve transformada por su estado de excitación, se vuelven territoriales y agresivos entre sí, incluso hasta con las hembras de su harén. En esta época los machos pierden hasta un 30 % de peso, recuperándolo en primavera y verano (Munita, 1988). Las dos principales características de dimorfismo que presenta la especie, es la presencia de astas solo en el macho y el mayor tamaño corporal, son cerca de un 10 % más grandes que las hembras y pueden llegar a pesar el doble. Alcanzan portes de entre 1 y 1,40m de altura a la cruz y de 1.80 a 2.50mts de longitud de la nariz a la cola. Pesan entre 150 y 200kg, aunque también se han conocido casos de ejemplares que han llegado a superar esas medias. Sus huellas marcan perfectamente dos pezuñas de unos 6-7 x 8cms. Tienen pelaje café rojizo y durante el invierno se torna más oscuro y grueso. La cola mide aproximadamente 15 cm. Durante la brama los machos desarrollan y se les ensancha el cuello. (MUNITA, 1988). Cuando el ciervo rojo tiene 7 – 9 años de edad, el desarrollo de la cabeza llega a su fin, llegando a su forma definitiva. Con esto se puede decir a demás, que las cornamentas también han llegado a su máximo desarrollo, fluctuando por algunos años donde aumentan o disminuyen hasta que se estabilizan (Beninde, 1937). A partir de ahí comienzan su ciclo recesivo, decaen en su condición corporal y muchas veces abandonan sus pequeños grupos sociales volviéndose huraños y solitarios.
Alcanzan la madurez sexual cerca de los 18 meses de edad, pero su ciclo reproductivo comienza promediando los 5 años, que es cuando terminan su desarrollo corporal y pueden así reflejar su fertilidad ante las hembras y afrontar batallas con otros machos que buscan lo mismo. Su ciclo como reproductores es corto (no más de 4 o 5 años).
Días antes que las hembras comiencen con su ciclo estral, salen de esos casi “escondites” donde viven, en busca de ellas; para comenzar de a poco a calentar sus gargantas con ese sonido que todo cazador anhela escuchar.
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