Los machos monteses de Ares del Maestre

Por Marcelo Vassia

‑Ignoro por qué, siendo pampeano de nacimiento, siempre me fascinó la caza de montaña; más aún teniendo en cuenta la escasez de sistemas montañosos significativos en mi tierra. También ignoro por qué, de todas las especies de caza de montaña, las que más me atrajeron siempre fueron las cabras salvajes. Dentro de estas, y aquí sospecho una influencia genética, mi fascinación hacia el macho montes. Creo firmemente que los genes influyen mucho más en nuestras conductas, gustos, inclinaciones de lo que sospechamos. Probablemente mis genes hispánicos tengan algo que ver. Desde mi juventud muy temprana, la lectura e investigación de caza de montaña era priorizada indefectiblemente; entre ellas las relacionadas a caza de cabras, siendo la de capra hispánica, por lejos, mi favorita. Todo escrito de caza –relato o informativo- sobre cabra hispánica era leído ávidamente y grabado en mi cabeza.

Apasionado cazador de jabalíes al acecho en lunas pampeanas y apasionado cazador de ciervos colorados en brama en el caldenal pampeano, siempre me sorprendió esta inclinación personal hacia la caza de montaña y hacia la cabra hispánica. Debo confesar que el macho montés era para mí un sueño irrealizable, y pensaba que nunca pasaría de “fondo de pantalla” en todas mis computadoras.

Pero es una verdad que, como se ve en una imagen metafórica de una conocida película, la vida es una pluma que cae lentamente, y en su lento caer es arrastrada, cambiando su rumbo impredecible y caprichosamente, por cuanta brisa la afecte; a veces con desplazamientos suaves y cortos; otras veces, soplos bruscos la hacen remolinear y arrastrar hacia lugares muy lejanos e impensados. Fue uno de esos soplos bruscos e inesperados el que me llevo hacia las sierras de Castellón, donde una mañana fría de abril y a la vista del fascinante pueblo Ares del Maestre, me regocijé disfrutando de la caza del macho montés.

Y ese soplo tan inesperado y afortunado para mí, es lo que quiero contarles en este relato.

La Caza del Macho Montés

“… considero al macho montés, o Capra Hispánica, como el ave fénix de la caza mayor española. No solo por las dificultades de todos órdenes que es preciso vencer en su caza, por las condiciones físicas que su persecución exige del cazador, por el esplendor del paisaje de los terrenos en que se encuentra, sino además por la belleza y magnificencia del ejemplar…” dice el Conde de Yebes, al comenzar el primero de los dos capítulos que dedica a la Capra Hispánica en su más famoso libro (los primeros que leí luego de leer el prólogo). Que esta especie se encuentre únicamente en España le da un gran valor agregado.

En su libro Yebes describe las cuatro subespecies descritas por el naturalista Cabrera en 1914 basándose en características morfológicas y distribución geográfica: Capra Pyrenaica, Capra Pyrenaica Victoriae, Capra Pyrenaica Hispánica y Capra Pyrenayca Lusitana. La primera, llamada Capra Pyrenaica Pyrenaica, también llamado Bucardo Pyrenaico -recientemente extinguida y con material biológico de la especie congelado- se distribuía en la vertiente española de los Pirineos. De la misma forma, la Capra Pyrenaica Lusitana se extinguió a fin del siglo XIX y se distribuía en la Sierra de Jerez, al norte de Portugal.

La población actual se encuentra saludable y, afortunadamente, en expansión. Su trofeo presenta una variación morfológica que permite describir cuatro tipos principales que Antonio Díaz de los Reyes describe como: acarnerada, en forma de alfange o tipo íbice, de lira tradicional y de lira muy abierta, tipo avión. Esto que, según el mismo autor, ha contribuido a describir subespecies, en realidad son distintos fenotipos de una misma especie. Hoy sabemos perfectamente que el termino subespecie no cuenta con fundamento científico, y tiene valor solo para el subgrupo de cazadores coleccionistas y empresas de caza comercial. En España y también para el CIC son consideradas de la misma forma en cuanto a medición de sus trofeos; pero el SCI, aún siendo una misma especie, basándose en el polimorfismo de su trofeo y su supuesta distribución geográfica, describe cuatro subespecies y las agrupa bajo el nombre de Spanish Ibex Slam: Gredos (Spanish Gredos Ibex), Beceite (Spanish Beceite Ibex), Sureste (Spanish Southeastern Ibex) y Ronda (Spanish Ronda Ibex). El Slam de cabras españolas constituye, para los cazadores coleccionistas, la caza de estas cuatro variantes. El mismo Yebes disiente con la clasificación de Cabrera en relación a el trofeo del macho: “…Referente al trazado o forma de dicha cuerna, tampoco puedo estar conforme con las diferencias que establece dicho autor, pues creo imposible establecer una diferencia entre los ejemplares de unas regiones y otras”. Hoy en día los principales autores españoles coinciden en que, si bien puede haber un predominio de una morfología especial de trofeo en una región determinada, todos los fenotipos pueden estar presentes en cualquiera de las regiones donde habita, habiendo especímenes difíciles de clasificar en alguna región geográfica de las descriptas. Los cazadores españoles, simplificando el asunto, la llaman Cabra Montesa y al macho, Macho Montés, o simplemente el Macho.

“Machos” Dr Jesús Caballero ; Hunters n 142

Para nosotros solo tiene valor anecdótico, pero, como cazador, sostengo que conocer de antemano todas estas características de la especie, hacen que la cacería sea más valorada y disfrutada.

Las principales épocas de caza de Macho son durante el celo, que se da en noviembre y diciembre, y durante la primavera; la primera tiene el atractivo de poder disfrutar el espectáculo de la lucha por la dominancia de los machos; la segunda, con clima más agradable y días más largos, la posibilidad de observar grandes grupos de machos juntos.

Dentro de la caza de montaña, la caza del Macho Montes está considerada de dificultad media, y en buenos lugares de caza puede demandar dos días de caza -dato importante a la hora de planear la cacería-. Se podría decir que en general las distancias de tiro promedio se encuentran entre los 150 y 200 metros. Mi consejo es prever un estado físico óptimo y entrenamiento de tiro a esas distancias. Sostengo que los cazadores pampeanos, hasta la llegada del antílope negro a nuestra provincia, rara vez hacíamos disparos a distancia -solo en las armerías! -; y la falta de práctica en polígono, desde que perdiéramos nuestro querido Tiro Federal Argentino, es prácticamente universal en los cazadores pampeanos. En este tipo de cacería es donde más se necesita práctica de tiro en polígono.

Cazar en Europa es una experiencia extraordinaria; admiro, estudio y respeto los preceptos de la caza deportiva al estilo europeo, aún con sus diferencias locales. Comparto la forma de sentir la caza de los europeos, con su milenaria historia y sus tradicionales modalidades de caza de cada especie, su respeto a ultranza de la naturaleza y los animales de caza, sus hermosos paisajes, sus acertadas reglamentaciones y su estricto cumplimiento. Probablemente influya un sentimiento inconsciente pero permanente de pertenecer y ser resultado de esa cultura occidental que se forjó hace miles de años en ese viejo continente.

La cacería en cuestión

La concreción de un viaje a Barcelona me dio la oportunidad de comenzar a delinear la posibilidad de cazar un Macho. Como siempre sucede, para que una empresa termine con buenos resultados, se necesita que la suerte alinee los astros. El primer astro alineado era mi viaje a Barcelona; el segundo astro, fue mi amistad con Germán Brandazza; Germán se encuentra al frente de una empresa que controla 50000 hectáreas en la provincia de Castellón, dentro de la comunidad Valenciana, para caza del macho montés -especialmente la variedad Spanish Beceite Ibex- logrando, a través de un cuidado manejo, excelentes trofeos medallables todos los años. La zona de caza se encuentra a dos horas de viaje por autopista desde Barcelona. Germán es uno de los operadores de caza más serios que conozco, pero además es un profundo conocedor de cuestiones cinegéticas: no solo es un buen operador, también es un verdadero cazador con mucha experiencia de caza. Coordinó mi viaje y la cacería de forma impecable y todo lo que me aconsejó y enseñó sobre la caza del Macho antes de mi viaje, sucedió como me lo había dicho.

En Barcelona conocí a Juanto, socio y amigo de Germán, quien sería mi guía de caza, me recogería y regresaría a Barcelona al finalizar la cacería. Luego de un viaje por autopista llegamos a lo que sería nuestro alojamiento, una muy pintoresca y confortablemente reacondicionada masía construida en 1601, con sus paredes originales de piedra a la vista y todas las comodidades imaginables en plena serranía de Castellón, muy próximo a Benasal.

La llegada por la tarde solo permitió tiempo para probar el rifle que usaría para cazar y una pequeña recorrida para ambientarme en la zona de caza. La prueba del rifle es fundamental ya que, en este tipo de cacería, con probables tiros a distancia, conocer el gatillo y el retroceso puede ser determinante.

El área de caza es muy pintoresca, con paisajes montañosos magníficos, salpicados de reliquias históricas, como murallones de piedra y masías antiguas y abandonadas; todo transcurre en un ámbito rural que parece ajeno a esta época, atravesando pequeños pueblos de vida tranquila. Gran parte de la cacería transcurrió en proximidad del que más me llamó la atención, Ares del Maestre, un pequeño y muy antiguo pueblo, cargado de historia. Ubicado en lo alto de un promontorio, domina todo el paisaje de montaña que lo rodea; tal es así que durante los días de cacería podía avistarlo desde distintos ángulos, pudiendo disfrutar la original belleza desde múltiples alturas y distancias. Posee pinturas rupestres prehistóricas y las ruinas de un muy antiguo castillo al que algunos atribuyen un origen romano; también fue por un tiempo plaza musulmana y luego de reconquistada perteneció a la Orden del Temple.  Como último dato histórico de color se podría agregar su bombardeo durante la guerra civil por parte de los aviones alemanes stuka. Como se ve una historia vastísima, (como la de la misma España): una rica mezcla de ibéricos, romanos, musulmanes y aviones nazis…

El segundo día por la mañana tuvimos la fortuna de observar un grupo cuantioso de machos que, como en otras especies, ya pasado el celo y con menor cantidad de hormonas en su sangre, se reúnen en grupos de machos; esta oportunidad es espectacular ya que, además de permitirnos disfrutar el avistaje de este majestuoso animal, facilita la evaluación más exacta de los trofeos.

Por la tarde y luego de intensa búsqueda, Juanto descubrió -con óptica acorde a esta cacería- desde muy lejos, un macho plácidamente echado en una de las múltiples terrazas artificiales, creadas para mejor aprovechamiento agrícola. Encontrándonos lejos y a mayor altura, debíamos ubicar un lugar que nos permitiera acomodarnos bien, con buen apoyo, y a una distancia razonable para un cazador pampeano -no acostumbrado a tiros largos-. La tranquilidad del macho y el conocimiento de Juanto del terreno nos permitió ubicarnos en una posición más alta y a 180 metros medidos; sobre un reborde del terreno, recostados y con buen apoyo -una mullida mochila- me parecía un sueño poder observar, a través de la mira, el majestuoso Macho Montes, con su manto negro y sus magníficos cuernos; solo debíamos esperar que se ponga de pie y me ofrezca un mejor blanco.

El Disparo

Utilicé para cazar un rifle Winchester calibre 300 Weatherby, que posee extraordinaria rasante para disparos largos. Confieso que nunca lo había utilizado y sospechaba de su famoso retroceso; Germán me lo había recomendado entre los que habría a disposición, y lo elegí sin dudar, aunque con un poco de temor. Al probarlo coloqué dos disparos bien agrupados a cien metros, levemente por encima del centro, lo cual confirmo su buena regulación y me dio la confianza indispensable en el arma, que tanta seguridad nos da al cazar. La munición utilizada era Weatherby BST de 180gs.

No debimos esperar mucho; afortunadamente el Macho se paró y tranquilamente me dio todo el flanco. Aún tengo grabada la imagen de tan hermoso y anhelado animal, de costado y con el retículo bien colocado, en mi cabeza.  Afortunadamente controlé mi emoción y oprimí suavemente el gatillo, dejando que el disparo me sorprenda; al reubicar la mira luego del retroceso, allí estaba, tumbado a lo lejos; la risa de Juanto me sacó del ensueño. Yo había cometido el error de no esperar su orden de disparo y, viendo al macho abatido inmóvil, se reía acostumbrado a los cazadores americanos -muy buenos tiradores y muy disciplinados con los guías de caza-.

El descenso hasta el lugar donde se encontraba el macho fue largo pero alegre, aunque nos aguardaba una inesperada sorpresa. Faltando pocos metros la detención abrupta de Juanto que caminaba a mi lado me puso en alerta. El Macho no estaba donde lo habíamos visto por última vez. Por sobre su hombro pude ver el lugar donde había estado tumbado con rastros de sangre; al borde de la terraza comenzaba una forestación alta y tupida en un desnivel bastante inclinado que permitía recorrerlo, aunque la pendiente se hacía cada vez más inclinada hacia abajo. Juanto me indicó que recargue el fusil y lentamente comenzamos a buscar al macho herido que afortunadamente estaba cerca pero vital y fue necesario un segundo disparo para asegurarlo. Todo transcurrió, como no podía ser de otra forma, en las proximidades y a la vista de Ares del Maestre.

Regresamos ya anocheciendo; la preparación del trofeo para taxidermia llevo tiempo. La alegría era inmensa y propició un festejo con Juanto y su muy agradable padre. Al día siguiente llegaron dos cazadores vascos que habían contratado una cacería de control de hembras, una cacería igualmente emocionante y divertida. Al haber conseguido mi trofeo el primer día de caza, tenía libre el día y Juanto me permitió acompañar al grupo en su cacería. Disfrutar un segundo día de cacería en un lugar hermoso y junto a los simpáticos vascos fue un placer. Al día siguiente Juanto me regreso a Barcelona para continuar mi viaje.

La caza del Macho Montes es apasionante; como diría Yebes por múltiples causas: las dificultades que una caza de montaña conlleva; por el esplendor del paisaje que habita; pero, principalmente para mí y coincidiendo con el sabio Conde, por “la belleza y magnificencia del ejemplar”.