Con el diario del lunes en la mano muchos sabihondos enrostran el difundido “… te lo dije…”. Pero en el tema que me ocupa la frase se viste de realidad cuando desenmascara problemas que súbita y sospechosamente los proteccionistas-fundamentalistas reconocen sin pudor, reclamando a las autoridades medidas drásticas contra animales que hasta hace poco defendían a capa y espada. He repetido hasta el cansancio que la responsabilidad por la tutela de la fauna silvestre y/o doméstica, está firmemente conectada con la sensatez y los estudios científicos-prácticos que garanticen que no cunda el caos, y asegure que la cantidad de ejemplares se mantenga en sintonía con el medio ambiente, los intereses de la sociedad, la industria, el agro etc.
El actual enfrentamiento de intereses es producto de la impericia de las autoridades responsables del control de la fauna y de los eternos sensibleros que abogan por su respeto incondicional. Ya no se puede barrer bajo la alfombra que los agricultores – el país, en fin – pierden millones de dólares al año, que terminan en el buche de palomas y cotorras; que los ganaderos sufren pérdidas similares por los colmillos del jabalí y las garras del puma; que las ciudades erogan dineros que debieran aplicarse a otras necesidades limpiando frentes de edificios públicos y privados, balcones, desagotes, monumentos y prevención de graves enfermedades como consecuencia del desmadre de las palomas y cotorras.
Pero cuando todo parecía limitarse a esta breve enunciación de especies, nuevamente la prensa se ha ocupado del descontrol de animales dañinos: esta vez nada menos que “uno de los mejores amigos del hombre”: el perro. En efecto, Clarín del 29-12-2014 informa acerca del desastre que consuman los cánidos cimarrones o salvajes en Tierra del Fuego, donde su proliferación ha ocasionado, en poco más de una década, la muerte de más de 200.000 ovejas, cuya cría en la Provincia se remonta a más de un siglo y representa gran parte de la producción de la Isla. Dice Matías Longoni, autor de la nota “… los perros asilvestrados se han convertido en una pesadilla para los ganaderos, ya que, abandonados por sus dueños, poco tardan en recobrar los instintos de sus ancestros…” Según un representante de la Asociación Rural, se han perdido más de 100.000 animales, aunque la Provincia asegura que, según sus números, de las 522 mil ovejas con que se inició el milenio, hoy quedan apenas 326.000 “… Los perros están ahí afuera. Se alimentan, reproducen y matan innecesariamente cada día, y fieles a su instinto lúdico, atacan más ovejas que las que pueden comer. Como un verdadero juego de muerte, uno solo suele matar 3 ó 4 ovejas en una noche: 150 kilos de vísceras y carne de los que consumen solo el 10%… según la Dirección de Ganadería, en 1990 había perros cimarrones en solo dos estancias de Estado insular, y al cabo del 2012-2013, rastrilladas casi un millón de hectáreas, se detectaron en el 69% de la superficie provincial… solo 6 de los 40 establecimientos existentes han quedado a salvo… El Consejo Provincial de Medio Ambiente declaró la “emergencia”, considerando a los perros como “especie invasora” También, como consecuencia de los estudios de campo, el Servicio de Vida Silvestre efectuó recomendaciones francas y directas: autorizar la caza, el uso de trampas, cercos eléctricos, cebos tóxicos legales (sic) y hasta la caza desde aeroplanos… Los ganaderos acusan a los políticos de mostrarse temerosos para afrontar medidas que puedan ofender a las sociedades protectoras de animales (parece que de perros, no de ovejas) … No solo entre nosotros los canes arrasan con los ovinos: en Chile se pierden más de 50.000 lanares al año y como consecuencia se autorizó la matanza controlada, hecho que desató una caza de brujas irracional: la sede del Ministerio de Agricultura fue atacada con bombas molotov al grito de “no al genocidio de nuestros hermanos animales”. Un informe del gobierno fueguino asegura haber comprobado que durante la “señalada” anual de los corderos se ha perdido el 50% y reducido en un 26% la venta de lana.
Los llorosos y sensibles (?) defensores de estas plagas no tienen problemas en arrojar bombas e incendiar Ministerios: seguramente porque los perros salvajes no asuelan el jardín de su casa…
Como corolario, puedo atestiguar que la difusión de canes asilvestrados es un drama que no se circunscribe a Tierra del Fuego o Chile. He comprobado en campos ubicados en las cercanías de Sierra de la Ventana, la presencia de una asombrosa cantidad de estos amigos del hombre que producen estragos entre la hacienda (terneros, potrillos, etc.), la fauna menor (perdices, liebres mulitas etc.) y las crías de los ciervos liberados en los cotos de caza. Para finalizar, debo disentir cordialmente con el autor de la nota con respecto a la difusión de estos predadores. Afirma que se debe a la negligencia o inmisericordia de ciertos dueños de perros domésticos que los abandonan cuando se aburren de ellos. Esto puede ser cierto en las grandes urbes, donde no pocos adoptan mascotas que con el tiempo se tornan complicadas de mantener. Pero en el campo, sucede todo lo contrario. El perro es en las estancias un colaborador insustituible, ayuda eficazmente durante los arreos, protege a las majadas de los predadores jugándose la vida para defenderla, y allí sí, es el mejor amigo del hombre. Ningún puestero o trabajador rural abandonaría a su perro, y no son pocas las ocasiones – lo he constatado – en que viejos, enfermos y/o ciegos, lo cobijan en sus hogares hasta el fin que jamás precipitan, como suelen hacerlo los citadinos. Los perros cimarrones – según mi modesta opinión – devienen de animales que han ganado el campo por otras circunstancias: hembras que se extravían y paren en la montaña o el bosque, donde crían a sus cachorros que, en pocas generaciones, sí retornan a costumbres archivadas desde milenios en sus genes; también los machos, atraídos por el olor del estro de las hembras, suelen abandonar a sus amos en un viaje sin retorno. Esto también sucede con los chanchos cimarrones, originados en jabalíes que saltan las cercas de los chiqueros domésticos sirviendo a las hembras, o hembras y machos, que a favor de una añeja costumbre de criarlos a campo posibilitan el contacto con verracos y jabalinas. Los gobiernos y los políticos deben ser firmes y decididos para adoptar medidas que pueden ser impopulares entre quienes jamás se verán afectados, aunque ello signifique perder votos, pero ganar honestidad intelectual.
Nadie quiere exterminar palomas, cotorras, perros o cualquier otra especie, y menos quien esto escribe. Sí oírnos mutuamente para consensuar medidas que eviten que algún día los perros salvajes llamen a las puertas de los countrys y barrios privados, como está ocurriendo actualmente con zorros y comadrejas.
Jackson Marlowe, naturalista y estudioso del equilibrio de las especies silvestres, ya en 1973 manifestó su profunda zozobra por el desmadre de algunas de ellas, sentenciando que en medio siglo la humanidad tendrá que encarar tremendos enfrentamientos entre los intereses de la sociedad y la protección, un duelo con un solo derrotado: la Naturaleza. Se quedó corto en una década, pero si aún viviera bien podrá decir: te lo dije…