Prólogo a

"CAZA MAYOR"

Por Agustín Nores Martínez

 

El cazador Carlos Rebella da a publicidad su libro sobre caza mayor en Argentina y como me honra con su amistad y confianza, me otorga el privilegio de que le escriba un prólogo. He dicho “cazador” y he antepuesto este título a cualquier otro de los muchos que ostenta, – entre otros haber sido fundador y primer secretario de la Federación Argentina de Caza Mayor; fundador y Presidente del Círculo de Caza Mayor; asesor Honorario de Parques Nacionales; realizador de la Exposición de trofeos de Caza Mayor Año 1962 y Exposición de trofeos Año 1972, únicas en la década; colaborador en la sección de Caza Mayor de los principales diarios y revistas especializadas de la Capital Federal, disertante en innumerables conferencias afines; director de empresas comerciales; hombre de mundo; convencido conservacionista, etc. -, porque Carlos Rebella es antes que nada y por sobre todo un cazador con mayúsculas, un cazador deportivo, jamás un depredador. Y consigno con esta faceta de su múltiple personalidad, no porque lo sepa por terceros o por amigos comunes. Lo sé porque juntos y durante muchos años hemos compartido innumerables e inolvidables jornadas de caza, penetrando bosques, trepando montañas o atravesando pantanos tras nuestros Dogos en persecución de pumas o jabalíes.

A través de las páginas de su libro, el lector podrá desentrañar lo que hay de humano y cazador, de hombre paleolítico y también de civilizado, de “Homo Sapiens” en quien ha tratado tantos temas, con tanta maestría y tan a fondo como lo hace en esta obra que prologo.

Sería esta la oportunidad de preguntarse: por qué el hombre caza a través de las edades; ¿por qué el hombre, cuando dejó de cazar por necesidad, siguió cazando por deporte? Esta pregunta, que surge de pronto al referirse a la caza o al leer un libro de caza, ya ha sido contestada magistralmente por el gran filósofo Ortega y Gasset, en su prólogo al libro del Conde de Yebes, “Veinte años de Caza Mayor”, reproducido luego en “La Caza y los Toros”. Nada puede agregarse al respecto. En esos libros el profundo pensador hispano ha hecho un estudio exhaustivo del tema y nos ha agotado cuanto podamos decir al respecto.

Los amantes de la caza, cada vez que busquemos un justificativo a esta pasión que nos absorbe, hemos de recurrir al Genial Ortega, que supo brindarnos una filosofía de la caza, como tendremos que recurrir al viejo político norteamericano Teodoro Roosevelt, para encontrar en su “Big Game Hunting” la técnica de la caza mayor.

Es que desde la antigüedad hasta nuestros días, desde la noche del génesis hasta el siglo de las luces, desde el “antropopiteco” u hombre primitivo hasta el científico que cruza la estratosfera en una cápsula espacial, desde el hombre de las cavernas que se valió de las flechas de sílex y el canis callupis, hasta el siglo vigente, en el que atraviesa praderas con su escopeta automática detrás de un “pointer”; o escala cerros y recorre valles; o sigue el curso de los arroyos tras los ciervos; todos hemos encontrado en el placer de la caza en sus más variadas formas y por los métodos más dispares, un escape a nuestras preocupaciones cotidianas. Nos hemos valido de la escopeta, el fusil y el perro, para tomar nuestras “vacaciones de humanidad”, tan necesarias al hombre en todos los tiempos.

Seguir las páginas del libro de Rebella, es recorrer la geografía de nuestra Patria, porque fusil en mano, el eximio y auténtico cazador ha trepado nuestras montañas desde Jujuy a los Andes Patagónicos. El autor nos llevará por riscos y pedreros tras las cabras salvajes de Curamalal o trepando el cordón de Laheman; por las agrestes serranías de Ancasti o por las montañas jujeñas, persiguiendo el huemul para donar el trofeo a algún museo; penetramos en los bañados de Patiño del Pilcomayo en busca de jaguares o yacarés; bajaremos el Teuco en el nacimiento del Bermejo en busca del Guazú Pitá, o nos internaremos en el tórrido Chaco por la Pampa del Infierno, en busca del Pecarí. Iremos, tal vez, en jornadas calurosas tras el rastro furtivo de Corzuelas, penetrando recónditos montos en Santiago del Estero.

Viviremos interminables jornadas en la inmensidad de nuestra Patagonia, en días brillantes o en grises atardeceres, cruzando a lomo de caballo desiertos y médanos o trepando las montañas de Cushamen, Gualjaina o El Maitén, en pos de los guanacos del Situación, o para detectar la presencia del huidizo Pudú, y evaluar el grado de regresión.

Algún día nos internaremos con el barro hasta la cintura por los bañados de Fofo Cahué, -ahora sí es cacería y de la buena- tras nuestros dogos criollos, que venteando a los súnidos escondidos en el pajonal, se trenzarán en titánicas luchas con los gigantescos jabalíes europeos que allí habitan, permitiéndonos la caza “a puro dogo y cuchillo”, como yo la sé llamar, y donde lo he visto a Carlos Rebella, realizar verdaderas proezas de valor y arrojo, presa de ese estado anímico que en derecho llamamos “emoción violenta”, cunado un huracán psicológico, como dice el panelista Ferri, obnubila nuestras facultades; eso que los norteamericanos llaman “Buck Feber” o sea la fiebre del ciervo y que yo, por analogía, llamaría la “fiebre del jabalí”; que nos hace olvidar el peligro y avanzar cuchillo en mano, para sacar ventaja de ese entrevero de la selva, cuando algunos dogos vuelan por el aire, pendidos de un jabalí de doscientos kilos o más y afilados colmillos, mientras la sangre tiñe de rojo la blancura inmaculada de los perros, que contrasta con la oscura cerda de la fiera enfurecida.

Iremos teniendo a Rebella de guía por las montañas de Collun-Co o por las márgenes del Huechulafquen, en época de brama, tras los ciervos rojos, o nos internaremos en la cinematográfica selva de la Isla Victoria, en el Nahuel Huapi, en busca de algún ciervo Dama – Dama. Recorreremos las costas de Punta Indio, en la Pcia. de Buenos Aires, tras los ciervos Axis, o nos arrastraremos por la Pampa Húmeda de la “Barrancosa” en Santa Fe, para colocar a tiro algún Antílope Negro de la India.

Nos sorprenderá el día en los bañados del Iberá en Corrientes, buscando al silencioso Carpincho. En Brasil, Paraguay, Perú, Bolivia, Chile, Uruguay, etc., dejó sus huellas correteando siempre en busca del trofeo mejor o nada.

Siempre iremos a través del libro, con Rebella que mantendrá vivo el relato.

Ya por montes o quebradas, por serranías o por pantanos, por desiertos o campos ubérrimos, siempre con la vista atenta y el oído alerta, la respiración contenida o tal vez agitada por la emoción del momento, fusil en mano o con el cuchillo pronto, de a pie o a caballo, tras los dogos o sin ellos, siempre enmarcados en la singular belleza de nuestra Patria, dándonos el “baño de humanidad” en esos amaneceres de gloria, o al declinar el astro Padre tras las serranías a la hora ángelus de la montaña.

Los cazadores leeremos con verdadero placer el libro de Carlos Rebella. Y quienes no lo sean, encontraran sin duda un nuevo y maravilloso mundo que los fascinará, en esta obra que aborda un tema inédito y que constituye, -que yo sepa -, el primer libro completo de CAZA MAYOR editado en la Argentina.

Sin floreos literarios, en un estilo concreto y fácil de leer, el autor nos relata con naturalidad no exenta de emoción las más variadas aventuras cinegéticas realizadas en nuestro país y aún fuera de sus límites, sumergiéndonos en un mundo con olor a pólvora, rodeado de fusiles, perros, un mundo de bosques y llanuras, desiertos, selvas y pantanos, que constituye el fascinante y extraño, pero glorioso mundo del cazador.

Sin duda el lector tendrá entre sus manos lo que viene a llenar un vacío en nuestra literatura de caza mayor y que será por muchos años el manual de consulta de los cultores de San Huberto en nuestra América de habla Hispana, donde al revés de lo que ocurre en América del Norte, existen tan pocos libros referentes a caza mayor.

Por su contenido, por lo interesante de los temas tratados, por la forma exhaustiva con que se refiere a nuestra fauna mayor, por la fluidez de su estilo y por la suma de conocimientos, fruto de una larga experiencia que surgen de su lectura, este libro constituirá sin duda un éxito de librería.

Agustín Nores Martínez.

CAZA MAYOR By Carlos Rebella