Prólogo a

"CAZA MAYOR" (África Tomo I)

Por Miguel Pedro Etchegoncelay

Cinegética. Basta la sola pronunciación de este vocablo para desatar las polémicas más arduas y controvertidas. Aparecen entonces los defensores y los detractores, los exaltados y los apáticos, los transgresores y los dogmáticos. Hay bibliotecas enteras que hablan del tema, y aún hoy se gastan torrentes de tinta escribiendo sobre lo mismo.

Tan compleja como antigua es la cuestión. Desde la prehistoria hasta la actualidad, el hombre ha cazado. La humanidad misma fue creciendo y evolucionando, y paralelamente también lo hizo la cinegética. Por eso es que me atrevo a plantear algunas disquisiciones que considero atinentes. No entraré en controversias ni en análisis semánticos acerca de lo que significa el verdadero cazador deportivo y el cazador furtivo, ni las diferencias entre cazadores y matadores, que las hay y son muchas, por cierto.

Sería un asunto de nunca acabar y mi intención es ser lo más breve y concreto posible, porque el motivo de este escrito, persigue otra finalidad.

Las vivencias del cazador son únicas y solo otro cazador las puede entender y valorar.

Lamentablemente, a los cazadores se los acusa a menudo de depredadores, pero en realidad no lo son, y trataré de explicar el porqué.

En efecto, la cinegética es un fenómeno social ligado a la humanidad, por eso el tema no debe ser tratado con ligereza ni superficialidad, sino como un asunto serio, como lo plantea el célebre escritor español José Ortega y Gasset, que hace un llamamiento a la cordura y a la necesaria sensatez, para hacer factible que la caza y la naturaleza entera cumplan su ciclo y deparen a unos y a otros, todas las satisfacciones que es posible de concebir y disfrutar.

La tarea principal del cazador es manejar con ética y conciencia la elección de sus trofeos y propender consecuentemente, a través de los organismos oficiales pertinentes, a una cría cuidadosamente planificada, de manera que la repoblación esté realmente sometida a un riguroso control científico y estatal, para evitar que se dañe la naturaleza  con una superpoblación provocada y, a veces, por falta de enemigos naturales como por ejemplo, los lobos, las fieras, las hienas, el furtivismo, los incendios forestales, etc., etc. Es en esa parte la contribución del hombre a la innegable selección natural la que conduce al ancestral equilibrio biológico.

Actualmente, muchos países de África, paraíso cinegético por antonomasia, así como de América, Europa, Asia y de otros lugares del orbe, han logrado incrementar considerablemente la fauna gracias a los controles estrictos y a los cazadores deportivos que, con disciplina y seriedad, desarrollan su actividad, por lo que los beneficios son claros, pese a que han sido siempre criticados por los conservacionistas que pretender restringir o abolir su accionar. Como toda restricción, dejémoslo bien aclarado, genera frecuentemente efectos contrarios a los buscados; está cabalmente demostrado que solo cuida aquel bien quien de él espera algo, y esto es lo que los cazadores ecológicamente vienen realizando desde hace mucho tiempo, quizás por egoísmo propio, pero sí, y esto es ampliamente reconocido, con una actitud que los convierte, a postre, en los verdaderos cuidadores de la fauna.

Es imposible conformar a todos, pero a menudo las críticas forman parte de una tendencia antigua e inercial respecto de la actividad de muchos. Genera sin duda más confianza el valor de las palabras y de los hechos, que el precio del silencio y la inacción. Muchas veces las líneas de los mensajes son tan tenues que pasan inadvertidas. Hay que ver finalmente la actividad cinegética, no como un cúmulo de prohibiciones, sino como una opción positiva y beneficiosa, no solo para preservar la fauna, sino también en lo económico, como suceden en diversas regiones del mundo, donde la caza está regulada y rigurosamente controlada.

Este conciso introito tiene por finalidad presentar al autor de Caza Mayor, 40 años de ríos de luna y tierras de ensueño, Tomo I (África), el Señor José María Sodiro, cuyo espíritu emprendedor es admirable, toda vez que día tras día lo fue modelando de acuerdo a sus convicciones, pero siempre impulsado por ese llamado atávico genético quizás, de la caza, que lleva en su sangre como una pasión inextinguible. Por ello es que su vida toda transcurrió en pos de ese objetivo. Sus metas fueron claras e inequívocas, como lo son su ética y bonhomía. Un ser humano  Excepcional que siempre conjugó con trasparencia deportiva y disciplina; alguien que posee innegables dotes de eximio cazador, gran conocedor de la fauna y sus hábitos, que ha caminado el mundo en busca de los mejores trofeos. Su vasta experiencia abarca todos los continentes, allí donde hay un reto, él está. Muchos, muchísimos kilómetros de sabanas, montes, desiertos, montañas y pantanales, ha recorrido con un rifle en la mano, en todos los climas y geografías, en circunstancias adversas y favorables, para saciar la intensa sed de sus sueños de cazador y visionario.

Es por todo ello que Caza Mayor, 40 años de ríos de luna y tierras de ensueño, Tomo I (África), se constituye en una valiosa contribución a la literatura cinegética, en donde excelencia, buen gusto, calidad y elegancia testimonial, se conjugan permanentemente y nos muestra además del momento crucial de la cacería, todo el entorno que la acompaña, describiendo con maestría y claridad los lugares, etnias, costumbres regionales, etc., que hacen de su lectura una obra amena, escrita por este auténtico señor del deporte cinegético, que además ha plasmado para la posteridad, esos instantes culminantes entre cazador y pesa, en magníficas taxidermias que hoy componen su bello Museo de Caza, en la ciudad de Rafaela, provincia de Santa Fe, República Argentina.

Que sea este pues, mi humilde homenaje al brillante cazador y mejor amigo.

Miguel Pedro Etchegoncelay

CAZA MAYOR (África Tomo I)

 By José María Sodiro