Tras los rojos de la Patagonia chilena

Rodrigo "Brenneke" Ramirez

¡Después de muchos años pude nuevamente viajar a este maravilloso lugar! Esta vez la Patagonia chilena me recibiría con mi amigo Luciano, un gran arquero, quien me ayudó mucho en mis inicios en este difícil “mundo” como lo es, el de la caza mayor con arco.

La idea de este viaje era dar mis primeros pasos en esta modalidad y en el mejor de los casos, aunque esto fuese demasiado extraordinario, cazar un ciervo en mi primera salida, a decir verdad, una empresa demasiado ambiciosa pero no imposible, aunque para ser sincero, mis expectativas reales eran poder llegar a estar a unos 60 m de un ciervo, de ahí en adelante todo sería ganancia de experiencia, misión que ya es difícil, si uno piensa que muy pocas veces puedes acercarte siquiera a los 100 o 120 m.

El Ciervo Rojo en Chile es una especie introducida, que le quita el hábitat al Huemul y está catalogado como plaga.

Disponíamos de tres días de caza, los cuales no serían fáciles, ya que el pronóstico del tiempo anunciaba 100 mm. de lluvia para los próximos tres días.

La estrategia fue separarnos, mi partner iría con Omar y Sebastián conmigo. El primer día de caza fuimos a un lugar con bosques muy cerrados, vimos muchas huellas frescas, daba la sensación que todo el tiempo nos llevaban la delantera, y a pesar de toda la evidencia, no vimos ni escuchamos bramar ciervos ese día, según nos comentaban los guías, la brama estaba estancada, no se habían escuchado desde hace una semana, lo que no es bueno, sobre todo si intentas cazar con arco. En la tarde-noche de ese día empezó a llover, por algún motivo los ciervos se activaron y empezaron a bramar, lo hicieron durante toda la noche, por lo cual cambiamos los planes y al otro día nos dirigiríamos al lugar en donde estaba la acción.

Comenzamos nuestro segundo día a las 5:15 am, partimos a las 6:00 am después de un buen desayuno, caminamos hacia el lugar escogido, el cual es una zona de pampas, rodeadas por cerros con bosques. Llevábamos caminados un par de kilómetros, cuando vemos los primeros movimientos, a unos mil metros vemos un macho que estaba comiendo tranquilamente en la pampa y a la izquierda cuatro hembras también pastando, las estuvimos observando un rato por si aparecía algún macho, lo que nunca sucedió, al rato algo las asusto y corrieron sobre la pampa, el macho que estaba más lejos también se escondió, cubriéndose en el monte a los pies del cerro, mientras miraba como las ciervas hacían un gran círculo corriendo sobre el campo, Sebastián me avisa que ve un macho a nuestra derecha a unos doscientos cincuenta metros, estaba con unas hembras, inmediatamente las cosas cambian, el pulso se me acelera, teníamos que planear como acercarnos, no era fácil, ya que estábamos en un lugar plano con vegetación baja, sin árboles, Sebastián con el dispositivo empieza a bramar, esperando la respuesta, la que no tarda en llegar, el ciervo se empieza a mover de izquierda a derecha, en ese trayecto pasa por detrás de unos grandes árboles y se nos pierde a la vista, aprovechamos y ganamos metros, los cuales eran los más difíciles, ya que eran 60 metros de pampa sin arbustos, rápidamente en silencio llegamos a la zona donde se encontraba el ciervo, era un tramo de unos 70 a 100 m. de ancho con muchos arbustos y uno que otro árbol mediano, pasados unos segundos el ciervo vuelve aparecer, volvemos a usar el bramador, nos responde y vemos que al mismo tiempo que respondía a nuestros llamados avanzaba hacia nosotros, lo mismo hicimos, nos adentramos unos 20 m en la zona de matorrales, lo que yo sentía en ese momento, era algo que ni en las historias escuchadas, ni en los videos de caza con arco vistos, me habían podido transmitir, hay que simplemente estar ahí, es la única manera de sentir la gran y adrenalínica sensación de vivir esos momentos…

Nuestra ubicación no era la óptima para cazar con arco, los arbustos tapaban todo el cuerpo del ciervo, solo podíamos ver desde la mitad del cuello hacia arriba, tenía un par de astas muy altas y simétricas, era un trofeazo, que a esa altura ya estaba a unos 45 m y avanzando, todo esto pasaba mientras llovía y corría viento, eran recién las 7:30 am, no sentía el frío, lo único que escuchaba era el ruido de las ramas que movía el ciervo al caminar y el latido de mis pulsaciones en el cuello, el pulso lo tenía a un par de mil RPM, pero lo más impactante era escuchar el resuello y los bramidos del ciervo tan cerca, me levanto muy, pero muy lento, para quedar sobre los arbustos y poder medir con el telemetro, mido, 35 m y él seguía trotando hacia nosotros, miro el arco para poner el tirador en el loop, levanto la mirada y lo veo ahí, pero al mismo tiempo él a nosotros, bruscamente termina su caminar y de un salto se devuelve por donde venía, todo esto último ocurrió en menos de 2 segundos, alcanzamos a ver el pecho completo y sus astas… Ni Sebastián ni yo podíamos creer lo que habíamos acabado de vivir, estar frente a frente (a 30 m) de un gran ciervo rojo, mientras nos recuperábamos de la situación vivida, los sentimientos encontrados empezaban a fluir, pero no había tiempo para lamentarse, había que seguir cazando, ya había cumplido con creces las expectativas del viaje, que a esas alturas y por lo recién vivido ya estaba pagado…

Sebastián decide que caminemos en dirección al cerro para revisar el bosque, lugar en donde se dirigió el ciervo, la lluvia y viento continuaban mientras el frío empezaba hacer de las suyas, subimos el cerro que básicamente era un bosque, los vientos se arremolinaban dentro de la espesura, lo cual hacía que pudiéramos ser venteados por los ciervos en cualquier momento, continuamos subiendo, el tratar de hacer cero ruido era  muy difícil, al llegar a la cumbre del cerro, pudimos observar un par de ciervas al otro lado, nos quedamos una hora aproximadamente en ese lugar haciendo scouting, pero el viento hizo que fuera como estar todo un día ahí, el frío que se sentía, agotaba, no sabía si podría soportar mucho tiempo más en ese lugar, al rato las ciervas se ocultaron y como no se mostró ningún macho, decidimos continuar, empezamos a caminar en el bosque de forma horizontal al cerro, que lo hacía más llevadero y sin el viento, del cual nos protegían los árboles, caminábamos lentamente haciendo sonar el bramador de vez en cuando, de repente sentimos el característico bramido de un macho, el cual se escuchaba muy grave y fuerte en el interior del bosque, lo escuchamos un par de veces, la cual es sin duda alguna una de las experiencias más increíbles que puedes vivir como cazador, siguió bramando un par de veces más,  pero no lo pudimos ver, siempre se nos alejaba, siendo las 11:00 decidimos empezar a caminar hacia el campamento para descansar y preparar la salida de la tarde, si el clima lo permitiría, ya que se estaba cerrando y amenazaba que empezaría una gran lluvia, empezamos a bajar, ya fuera del bosque, llegamos nuevamente a la pampa, aproveche de sacar algunas fotos y a un paso relajado empezamos a cruzar, estábamos en la mitad cuando veo algo blanco moverse entre los árboles, al principio no me llamó la atención, pero al volver a mirar veo que se trata de un gran ciervo, le aviso a Sebastián,  nos agachamos tras los DOS ÚNICOS arbustos que crecían en esa pampa, la que era no mayor al tamaño de una cancha de futbol, los arbustos no nos tapaban del todo, tomo el telemetro y mido (40 m) solo le veía una parte del pecho y su cabeza completa, Sebastián lo veía un poco mejor, pero no queríamos movernos por miedo a asustarlo, en esos momentos trataba de pensar una forma de acercarme o tomar una mejor posición, pero para el arco era imposible, no pude ver nunca su área vital para  hacer blanco, finalmente me fue imposible, ya que el ciervo empezó a caminar alejándose de nuestra posición y adentrándose en el bosque, tenía que decidir rápido, estaba la opción de usar el fusil que lo tenía Sebastián, en vista de que ya se había alejado bastante y salido del rango de tiro con arco, (por lo menos para mí), decido usar el fusil, para eso me muevo hacia la derecha y colocándome totalmente a la vista del ciervo, de pie y sin apoyo apunto, el ciervo estaba a unos 80 m, aprieto el gatillo disparando el .308,  le pierdo la vista enseguida, solo veo que a la derecha pasa corriendo algo, pensé que le había errado, pero escucho el grito de Sebastián diciendo que lo había cazado, efectivamente, había caído en el mismo lugar, sobre su sombra, con un tiro en el corazón, dándole la mejor muerte que como cazador pude darle a un tan magnífico animal.

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