Mis primeros pasos en la caza mayor, los di detrás del jabalí, en la modalidad de montería o caza con jauría y lo hice de la mano de mi marido, Gabriel Abraham y el grupo de cazadores y amigos “Los Más Vivos”, integrado también por Luis y Thomas Ortellado (padre e hijo), y Fabián Pinto; siendo yo la única mujer. Dónde y como primera medida aprendí a trabajar en equipo, entendiendo que perros y hombres se amalgaman y cuidan mutuamente detrás de un mismo fin, dar caza al bravo y esquivo jabalí.
De a poco fui aprendiendo a cubrir todos los roles que un cazador con jauría debe cumplir, desde atender los perros, correr el jabalí a la par o detrás de los perros, hombrear, cuerear, e incluso hasta a terminar con la faena, cosa que me atrapó por demás e hizo correr por mis venas ese arte ancestral, que tantas veces escuché y no podía entender.
Aprendí también a usar la caza como un recurso económico. Nuestros ingresos (como los de muchos que estarán leyendo estas líneas), siempre por detrás de una inflación inalcanzable… Por lo que comencé a elaborar platos con carnes de nuestras cacerías para vender, lo cual me ayudó y ayuda a cubrir una parte muy importante de los estudios de mis hijas y otros tantos gastos que cotidianamente se generan e incrementan. Muchos, principalmente “ANTI-CAZA o los ANTI- TODO LO QUE DESCONOCEN”, no saben que la cacería es un recurso que ayuda de distintas maneras a muchas familias de nuestro Territorio Nacional.
El 2022 nos dejó recuerdos imborrables de gratos momentos vividos entre amigos y donde más nos gusta, el monte. También por supuesto de buenas cacerías, como con las que obtuvimos el 2° puesto en el torneo organizado por la Asociación de Cazadores con Perro y Cuchillo de Toay y el 1° puesto en el torneo que realizó la Asociación Cazadores con Jauría “A Puro Dogo y Cuchillo”, donde presentamos un gran padrillo que a continuación y muy brevemente les cuento la historia.
Semanas antes de nuestro viaje, comenzamos con los preparativos. Debíamos aprovisionarnos de suficiente agua y comida, para nosotros y toda la perrada. Acamparíamos durante tres días en el campo de un amigo que nos brinda permiso y se encuentra en cercanías de las sierras de Lihuel Calel, a casi 300km de nuestra ciudad cabecera Santa Rosa, La Pampa.
La perrada lista, los permisos correspondientes, botiquines con lo necesario para cubrir cualquier eventualidad, combustible extra y una mochila cargada de expectativas, partimos a cazar…
Durante el día recorríamos kilómetros y kilómetros, cortando rastros y costeando fachinales donde generalmente tienen sus dormideros, y durante la noche salíamos al torido detrás de nuestra jauría.
Fue recién el ultimo día que pudimos dar con él. Ya cansados, pero con las esperanzas intactas, salimos esa última noche confiando más que nunca en nuestra perrada, sabíamos que chancho que cruzáramos, sería nuestro.
Llegó el momento! Los punteros corrieron, los siguieron los pesados y nosotros detrás… No estaba en los planes del jabalí, parar. Lo alcanzaron en el limpio donde sabe que corre con desventaja y huyó buscando el monte sucio. Fabián y Gabriel, hicieron el recorrido completo detrás del torido o ladrido de los perros; Luis y yo en cambio, paramos, escuchamos hacia donde se dirigían y cortamos camino, esto nos hizo ser los primeros en llegar. Obligados por el tamaño del animal, sus defensas y como peleaba a nuestros perros, dimos fin a la faena de la manera más rápida y certera posible.
Al ver el animal yacido a nuestros pies, nos invadió la euforia, no podíamos dejar de festejar y felicitar a la perrada, sabíamos que teníamos un gran trofeo, aunque nunca imaginábamos su puntaje final (85.455), lo que nos haría ganadores del torneo.!

Mariana Martino